Beatriz Pinal | Jefa de sección de Psiquiatría del niño y adolescente del área sanitaria de Vigo

“Las mezclas de bebidas energéticas y alcohol elevan las intoxicaciones”

“El consumo excesivo de estos productos se asocia a mayor irritabilidad y ansiedad”

Beatriz Pinal.

Beatriz Pinal. / FdV

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

–¿Deben prohibirse las bebidas energéticas para los menores?

–Tenemos derecho a estar informados de todo aquello que puede suponer un riesgo para nuestra salud, conociendo los efectos de su consumo. Medidas que limiten el acceso a determinadas sustancias deberían contribuir a aumentar la percepción del riesgo; en el caso de los menores de edad, como población de mayor vulnerabilidad, nos debería implicar, además, un deber de especial protección. Los datos actuales nos indican que el consumo de estas sustancias está aumentando día a día entre la población adolescente y la oferta en el mercado es cada vez más amplia. No disponemos de una legislación común desde la Unión Europea sobre la regulación en la distribución y comercialización de este tipo de bebidas, que incluya exigencias específicas sobre informaciones importantes como las cantidades exactas que contienen de sustancias como la cafeína o la taurina, junto con sus posibles consecuencias en un consumo regular o excesivo, con respuestas que sí tenemos basadas en evidencias científicas.

–Parecen un cóctel de sustancias nocivas.

–Las bebidas energéticas tienen habitualmente una alta concentración de cafeína, pero además se acompañan de otros psicoestimulantes como la taurina, y de una elevada concentración de azúcares simples. Existen datos que correlacionan, de forma proporcional a la cantidad diaria consumida, tanto efectos físicos (cardiovasculares, metabólicos...) como psicofisiológicos, especialmente derivados de un consumo excesivo de cafeína, como fatiga, insomnio, irritabilidad o ansiedad. Un consumo regular de cafeína puede causar una dependencia física moderada a partir de 100mg/día, además de tolerancia, es decir, la necesidad de consumir una dosis mayor que la inicial para conseguir un efecto similar al original, lo que supone la base de cualquier sustancia para un potencial abuso.

–¿Es peor en los menores?

–Los niños y adolescentes metabolizan de una manera diferente a los adultos. Por ese motivo, también precisan un ajuste a la baja en la mayor parte de los medicamentos. Solo por ello son población de mayor riesgo, al igual que otras poblaciones como embarazadas o personas con problemas cardiovasculares o alteraciones del sueño. En la población adolescente, la coingesta de estos productos y el elevado consumo de cafeína se puede asociar, en ocasiones, con un aumento de comportamientos de riesgo, el consumo de otras sustancias como el alcohol y un mayor riesgo de dependencia.

–¿Es muy peligrosa la mezcla con el alcohol?

–La cafeína produce habitualmente una mejoría en el tiempo de reacción, la concentración, el estado de alerta y la sensación subjetiva de energía. El problema radica en la variabilidad de cada persona, la dosis y la regularidad o exceso con la que se toma. En el caso de las bebidas energéticas, además de las dosis elevadas de cafeína, se suman los otros componentes psicoestimulantes y los azúcares, lo que puede provocar a la hora del estudio unos efectos contradictorios. Y en el caso de las mezclas con el alcohol, al igual que con los fármacos, es que las interacciones aumentan y con ello el riesgo de intoxicaciones y complicaciones.

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