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Francia asume en solitario la revisión de los bidones radiactivos arrojados en el Atlántico

Supervisará el estado de los desechos, depositados entre 1946 y 1982 y que nunca han sido monitorizados | Dos misiones submarinas, que niega Bruselas, se centrarán en la costa gala

Bidones radiactivos, a punto de ser arrojados al mar.

Bidones radiactivos, a punto de ser arrojados al mar. / Commissariat à l’énergie atomique et aux énergies alternatives

Lara Graña

Lara Graña

La central nuclear de Fukushima se enfrentó a un tsunami con escasos cinco metros de margen sobre el nivel del mar. Una cascada de fallos críticos en la infraestructura, tras un terremoto de magnitud 9 según la escala sismológica de Richter, la convirtió en un gigantesco volcán tóxico. Liberó una radiactividad al mar de más de 18.000 terabecquerelios (TBq); un vómito dantesco y venenoso pero cinco veces inferior, eso sí, a la magnitud de los desechos arrojados en el noroeste del Atlántico entre mediados de los años cuarenta y 1982. Son datos del Comisariado para la energía atómica y las energías renovables de Francia (Commissariat à l’énergie atomique et aux énergies alternatives, CEA), que dan una idea del carácter secundario y residual –nunca mejor dicho– que los gobiernos entonces conferían a la salud de los océanos. Se tiraban miles de bidones de acero y hormigón al mar porque parecía el mejor y único remedio para deshacerse de desperdicios radiactivos, con restos de insumos médicos, militares o de la industria nuclear. A 300 millas de la costa gallega se lanzaron unos 220.000, amén de otros yacimientos en la cántabra o el Golfo de Vizcaya y que no serán evaluados por la Comisión Europea, como acaba de zanjar Bruselas. Un trabajo que sí asumirá un país, pero en solitario: Francia proyecta dos misiones submarinas para supervisar su estado, como confirmó a FARO uno de los miembros del equipo investigador.

Será a cargo de dos instituciones académicas, la Université Clermont Auvergne y la École Normale Supérieure de París, y bajo la dirección de los departamentos de Física y Geología, respectivamente. Utilizarán un robot submarino de tripulación remota (Unmanned Underwater Vehicle, UUV) propiedad del Ifremer, un centro de investigación marina ubicado en Brest. El Ulyx tiene capacidad para sumergirse hasta 6.000 metros de profundidad y estrenado en el año 2000. “El objetivo de nuestra misión es mapear y muestrear las zonas cercanas a estos residuos para entender el impacto que han tenido en este entorno”, ha explicado el geólogo Javier Escartín al diario galo L’Express.

El proyecto ya tiene el visto bueno, aunque no se han programado todavía las campañas oceanográficas. El objetivo pasa por realizar las primeras inmersiones en 2024, y acometer otras al año siguiente. “Hasta donde sabemos, no se vertieron en el océano combustible ni desechos de alto nivel o de vida prolongada”, ha abundado al portal científico CNRS el responsable del laboratorio de Física de Clermont, Patrick Chardon. Pero algunos desechos incluían isótopos de plutonio, con una vida útil que se prolonga hasta los 300.000 años. Nadie sabe en qué estado están todos esos barriles.

Ni siquiera se planteó una misión a la Fosa Atlántica en 2021, cuando la Comisión Europea visitó Galicia, Asturias o País Vasco en una misión para la “verificación del control de la radiactividad del medio marino del litoral gallego y cantábrico”. El estudio resultante de aquel viaje, que se limitó a evaluar las instalaciones capaces de analizar residuos de estas características, constató que “se desconoce el estado técnico de estos objetos”. Si se han corroído o no, si son peligrosos o hasta qué punto se han degradado con el paso de los años.

Un robot localizará primero los barriles, para recoger sedimentos en una misión posterior

Cuestiones que Bruselas no piensa clarificar ya que, como avanzó este periódico, la comisaria de Energía ha descartado cualquier misión submarina fletada por el Ejecutivo comunitario. “Las actividades de verificación realizadas demostraron que las instalaciones necesarias para el control de los niveles de radiactividad del medio marino del litoral gallego y cantábrico son adecuadas”, zanjó Kadri Simson por escrito a la eurodiputada nacionalista gallega Ana Miranda.

Será Francia, por lo tanto, el único país que cumpla con los preceptos que sirvieron de columna vertebral a la denominada Convención de Londres –ratificada por la España de Franco en 1973–, en la que los países se comprometían a revisar el estado de los barriles, con una vida útil estimada de 25 años. De hecho, fue francesa la única misión que logró localizar y grabar seis barriles en el Atlántico nororiental, a mediados de los ochenta. “Fueron localizados por el Ifremer y estaban en buen estado, pero nadie sabe cómo están a día de hoy”, ha abundado Escartín. La campaña oceanográfica prevista para el año que viene se centrará en dos áreas de 6.000 kilómetros cuadrados y a 600 kilómetros de la costa francesa. Son trabajos que requerirán, primero, de un buque dotado con sónar de barrido lateral o sonda multihaz, que permitirán mapear el fondo del mar y localizar barriles, teniendo en cuenta que fueron desperdigados sin control ni coordenadas fijas. “No tenemos acceso a una batimetría muy detallada de la zona ni información sobre la posición de los barriles”.

Bidones radiactivos.

Bidones radiactivos. / Tony Marriner

La segunda parte de la misión recabará información sobre el impacto de los residuos radiactivos en el fondo del mar o los ecosistemas, con la toma de muestras de sedimentos, conchas o peces. “Tenemos muchas preguntas con respecto a los radionúclidos. Queremos saber si se han escapado de los barriles y en qué forma. ¿Se mueven? ¿Se han esparcido por la columna de agua? ¿Son tóxicos para los organismos vivos?”. Francia, con fondos propios, será quien dé respuesta a estas cuestiones. El resultado de la investigación será público, como han anticipado ambas instituciones académicas.

El informe comunitario

“No existen instalaciones nucleares que viertan material radiactivo en la costa norte de España, ni en los ríos españoles que desembocan en el Cantábrico”, arranca el informe técnico elaborado por la Dirección General de Energía de la Comisión Europea, en el que despacha en 30 páginas que no es necesario –defiende– bajar a evaluar el estado de los residuos radiactivos. Un documento que continúa así: “Las posibles fuentes de radiactividad artificial en el medio marino son, por ejemplo, las descargas radiactivas procedentes de otros países europeos y las fuentes históricas en los fondos marinos, entre los que destacan los contenedores de residuos radiactivos (bidones de acero y hormigón), que se depositaron en los fondos marinos en el mismo llamada Fosa del Atlántico hace unos 40-60 años”.

Barril grabado por Greenpeace frente a Cotentin. |  // GREENPEACE

Barril grabado por Greenpeace frente a Cotentin. / GREENPEACE

Tampoco se evaluará el estado del casco del K8, un submarino soviético de 107 metros de eslora hundido en 1970 frente al Golfo de Vizcaya con dos reactores atómicos y varios torpedos nucleares. Fue la primera pérdida de una nave de estas características para la Unión Soviética, un siniestro que fue atribuido a un incendio a bordo.

En el caso de la denominada Fosa Atlántica, fueron Reino Unido, Países Bajos, Francia, Bélgica, Alemania, Italia, Suiza y Suecia los países que eligieron la costa gallega para despojarse de su material.

  • Fase de localización

    En primer lugar se localizarán y grabarán los barriles para evaluar su estado exterior. La primera misión se prevé realizar el año que viene.

  • Fase de evaluación

    Con la ayuda del mismo robot, capaz de sumergirse hasta 6.000 metros de profundidad, se tomarán muestras para determinar la afección de estos desechos en el medio marino. Se peinará un área de 6.000 kilómetros cuadrados a 600 kilómetros frente a la costa francesa.

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