La fiebre por el teletrabajo se acabó con la primera ola de la pandemia. Con la irrupción del COVID, buena parte de los empleados, cuyas funciones lo permitían, pasaron a realizar sus labores profesionales monitorizados desde sus casas. Pero, durante el segundo pico, tras el verano, y pese a la grave situación epidemiológica, las empresas recobraron su actividad presencial más habitual. De hecho, en octubre, la movilidad de los gallegos para ir a trabajar apenas fue un 15% inferior a la de cualquier otra semana en el mundo precoronavirus, cuando en abril y mayo la disminución estuvo cerca del 70% –aquí, también condicionada por la gran cantidad de ERTE–, según el seguimiento que hace Google de los usuarios a partir de sus dispositivos móviles.

A pesar de las recomendaciones sanitarias, de fomentar y mantener “el teletrabajo si es posible, restringiendo al máximo la actividad presencial”, el tejido económico gallego ha apostado por lo contrario en la segunda ola de la pandemia. Pese a que la situación empeoró y al cierre de la hostelería, los trayectos para acudir a los negocios aumentaron en octubre y en noviembre respecto a los registros de septiembre y, ni qué decir, de los referentes al confinamiento de marzo. Y en Galicia, seguramente condicionada por el peso que tienen sectores como el primario o la industria, lo ha hecho más que en otras comunidades. Lo mismo sucede en Murcia, Extremadura o Castilla-La Mancha, quienes también ostentan valores altos de movilidad laboral, siempre según estas métricas.

Es cierto que con el paso de los meses, en todas las comunidades, el número de desplazamientos para ir a faenar ha ido aumentando a los pocos y la evolución de la curva es similar. Pero en unas más que en otras. En la actualidad, en Madrid los viajes a la oficina están un 30% por debajo de lo normal, mientras en la comunidad gallega hay días que el tráfico de gente por estos motivos es solo un 13% menor al de un día del pasado enero. Además de la madrileña, Cataluña es la zona donde más se han limitado estos viajes: hoy, un 28% por debajo de los valores ordinarios.

El teletrabajo no es obligatorio en ningún sitio. No obstante, los expertos ya encontraban en el encierro de marzo una buena oportunidad para que se quedase para siempre. Desde entonces, la primera ley que lo regula también fue aprobada. Carmen Morante, decana de la Facultad de Educación en la Universidad de Santiago y experta en digitalización, manifiesta que lo ideal sería “no retornar a la situación inflexible anterior”. Y que lo recomendable es la implantación de “un sistema híbrido”, siempre que sea posible, que combine los beneficios de las modalidades presencial y a distancia. La conciliación, la flexibilización laboral, la sostenibilidad medioambiental, el ahorro económico para la empresa y el trabajador...

Juan González es uno de tantos empleados que se quedó en casa trabajando en marzo y desde septiembre escalona la actividad presencial con la versión en remoto por iniciativa propia de su empresa. Para él, volver al puesto físico es “innecesario en estos momentos”, principalmente porque “las medidas de seguridad no se tienen en cuenta lo que se debe”, además de que considera que rinde “muchísimo más” desde su vivienda. “Lo ideal es que al menos se permitiese elegir”, valora.

Por otro lado, uno de los motivos a los que atribuye la vuelta al trabajo presencial es el de que “las empresas están en el siglo pasado” y “creen que tienen más control sobre el trabajador si lo tienen enfrente”. Un hecho con el que coincide el profesor de Economía de la Universidad de Vigo, Alberto Vaquero, quien, en esa misma línea, observa que entre las compañías de aquí todavía predomina un clima y una cultural de “desconfianza” para con sus empleados. Aunque “el que no es productivo en el trabajo no va a cambiar en casa”, menciona.

Al contrario de lo que ocurre en Galicia y en España, en otros países vecinos se sigue practicando el teletrabajo durante la segunda ola. Así lo reflejan las métricas de Google. Durante el proceso de desescalada, en el territorio español promovió el remoto más que en otras naciones europeas; sin embargo, esta vez, tanto en Francia, Italia como Reino Unido los desplazamientos a a los puestos de empleo son mucho más reducidos. En la isla, aún hoy, son prácticamente la mitad que hace un año. Y en los demás lugares este tipo de trayectos son entre un 30% y 40% inferiores –frente al descenso del 20% en el conjunto nacional–. En cambio, Alemania, por ejemplo, mantiene una movilidad laboral más alta, similar a la gallega.