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La victoria del gallinero

La victoria del gallinero

Mucho se ha escrito de las similitudes, y también de las diferencias, entre las elecciones del año 1997 y las últimas autonómicas. El resultado, la composición parlamentaria, la reconfiguración del sistema de partidos y la lectura, a todas luces centrípeta, de los movimientos de los electores, invitan a pensar que el sistema está recuperando su lógica tradicional y, que en esta nueva crisis a la que nos conduce la pandemia, los ciudadanos han preferido abordarla desde la estabilidad de las organizaciones tradicionales que desde la incertidumbre y la indefinición de las nuevas.

El resultado del 97 fue fruto de la convergencia de varios procesos, entre los cuales destacaban, por un lado, la progresiva consolidación del BNG en las instituciones y a nivel interno la victoria de Beiras sobre la UPG y, por otro, la hegemonía del PPdeG en la derecha que asentaba, a nivel orgánico, la victoria definitiva de las "boinas" sobre los "birretes". El éxito de Ana Pontón el 12 de julio hace justicia a la evolución y a la historia de la UPG, el de Feijóo devuelve, también en su evolución, el crédito a los birretes, veinte años después.

Todos hemos mencionado alguna vez el famoso "congreso do poleiro", el IX Congreso del PPdeG, en el 98, en el que Romay y Rajoy, ministros de Aznar, fueron desplazados por Cuiña detrás de la ejecutiva gallega para expresar públicamente el poder que tenía el de Lalín en aquel momento. Mucho se ha debatido sobre la implicación de Fraga en aquel acto, soy de las que cree que no se hubiera hecho sin su permiso, pero sobre lo que no hay debate alguno es sobre el coste posterior que tuvo para Cuiña aquel incidente.

Pues bien, el brazo de la historia es tan largo que Feijóo ha querido dedicar su toma de posesión, de su última posesión, a reivindicar la victoria de los del gallinero, a declararse heredero emocionado y agradecido de Rajoy y Romay, delante de unos y de otros, del PPdeG y del propio Casado.

Ya había concedido a Romay la Medalla de Oro de Galicia, aquello era puro agradecimiento, esto es una declaración sobre quién es y a qué puede aspirar a sus 59 años, pero también sobre como deja el PPdeG tras su paso. Feijóo cierra la tradicional división del PP, básicamente superada salvo por algunos esporádicos coletazos ourensanos, haciendo referencia a sus orígenes para reivindicar una lectura más urbana y más moderna de un PP estigmatizado, dentro y fuera de Galicia, de ruralista, caciquil y clientelar. Y con ello, abre paso a una forma de sustitución de su liderazgo gallego diferente a la que propiciara el reemplazo de Fraga, y marca su territorio y su genética ante el resto del PP.

No me agrada la tauromaquia, pero todo el mundo sabe que la casta refleja la embestida, y en política, cuando un político nos muestra su casta es porque está dispuesto a embestir. Feijóo lo hizo arropado por los suyos, ante la mirada de los que pueden ser sus futuros competidores, mostrando que su lectura del PPdeG no es incompatible con repetir cuatro mayorías absolutas, ni se necesitan alianzas excéntricas para ocupar todo el espacio de centroderecha.

Tras las elecciones del 97 Cuiña derrotaba a los birretes, sentaba a los ministros Rajoy y Romay donde quería, y miraba de soslayo el monumental cabreo de Aznar ante tal situación. Ahora Feijóo, comparte su victoria con unos y con otros, los sienta a todos correctamente y nadie se siente incómodo en ese escenario?.. ¡¿nadie?!... uhmmm!.

*Equipo de Investigaciones Políticas de la USC

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