Cuando todo un país está paralizado hay un negocio ilícito que no descansa en estos días de confinamiento colectivo por culpa de la pandemia del coronavirus: el de los narcotraficantes. Por mucho que las restricciones de movilidad, el cierre de fronteras terrestres y la fuerte presencia de cuerpos y fuerzas de seguridad en calles vacías se lo pongan complicado, grupos organizados y también pequeños traficantes no desisten y tratan de encontrar rendijas para seguir operando durante el estado de alarma.

Es un goteo que no cesa: 3,7 toneladas de cocaína en dos lanchas en la ría de Arousa, 600 kilos de cocaína camuflados bajo cajas de bananas en un contenedor en el puerto de Valencia, un velero con 4 toneladas de hachís en aguas de Baleares, un camión en el puerto de Algeciras con 125 kilos de hachís... Y son solo las operaciones frustradas por las fuerzas de seguridad.

El fiscal superior Antidroga, José Ramón Noreña, apunta a Efe que la prolífica actividad de los narcos continúa, pese a que las restricciones excepcionales por el coronavirus afectan a su operatividad y a su logística. "Lógicamente", apunta, las medidas de control estarán dificultando su actividad, pero ya se encargarán de buscar "huecos".

Menor consumo

Otra cosa es que haya mercado. El jefe de Aduanas en Galicia, Jaime Gayá, sostiene que el consumo se está desplomando por una sencilla razón: los clientes finales están confinados en sus casas, lo que hace que la distribución de la droga se antoje "muy difícil".

Cuestión aparte, admite, es que las organizaciones de narcotraficantes busquen acumular existencias para cuando se levanten las restricciones. El estado de alarma ofrece "ventajas", como que los cuerpos y fuerzas de seguridad están "volcados" en la atención a la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus; pero también "inconvenientes".

Y es que "cualquier movimiento, por pequeño que sea, llama mucho la atención", incluso el de un coche que se aproxime a una zona de costa de noche, ejemplifica el responsable de Aduanas.