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Cambios en el Gobierno gallego

La otra mudanza del hospital de Vigo

La crisis del Álvaro Cunqueiro es el colofón a la convulsa gestión de Mosquera tras las polémicas del comité de bioética, las salidas en el Sergas y el ascenso de su marido

Manifestación por el nuevo hospital. // Ricardo Grobas

Hasta hace poco, muy poco, en San Caetano cerraban filas alrededor de Rocío Mosquera por enésima vez. "Está haciendo una buena labor", defendía el vicepresidente el pasado 20 de septiembre en una entrevista radiofónica. Ante la oleada de críticas y la petición constante del cese de la conselleira de Sanidade desde el resto del arco político y entre los profesionales del sector por su gestión en la polémica apertura del hospital de Vigo, Alfonso Rueda admitía la existencia de "fallos" que se estaban corrigiendo. "La conselleira forma parte del Gobierno gallego y todos los integrantes tenemos el respaldo del presidente y nos respaldamos entre nosotros", insistía. El suyo, sin embargo, es el único nombre entre todos esos integrantes que desaparece en la profunda remodelación que Alberto Núñez Feijóo impulsó ayer después de un año de auténtica pesadilla para Mosquera por la crisis del Álvaro Cunqueiro. El colofón a una trayectoria convulsa en un departamento estratégico para la Xunta.

Sin duda, en todo lo ocurrido alrededor del nuevo hospital de Vigo hay un antes y un después con la multitudinaria manifestación que discurrió por el centro de la ciudad para reclamar "la recuperación" de la sanidad pública. Decenas de miles de personas que rechazaron "los recortes, la privatización y la falta de recursos" ante la inauguración de un centro que la propia conselleira calificaba de "hito histórico". Desde la tribuna del Parlamento, Rocío Mosquera tildó de "irresponsable" la convocatoria y se esforzó en subrayar que la concesión contemplaba penalizaciones por las deficiencias. Las que, curiosamente, siempre presentó como "menores o puntuales".

A las goteras, la caída del falso techo o la aparición de ratones le siguió uno de los episodios más delicados en todo el culebrón con las "alteraciones" detectadas en los análisis de salubridad. El fallecimiento de una mujer con aspergillus -aunque luego se descartara que la enferma se infectase en el Álvaro Cunqueiro- disparó todas las alarmas y obligó a paralizar el traslado para volver a higienizar las áreas de hospitalización y los quirófanos. Los elevados precios del parking provocaron otro gran enfrentamiento con pacientes y trabajadores, a los que Mosquera volvió a afear su comportamiento después de la protesta organizada durante una visita al nuevo hospital a finales de agosto que la conselleira acabó rodeada de escoltas.

Además de por la complejidad evidente del traslado, el escudo en el que se parapetó Mosquera para responder por las numerosas incidencias, hubo dos pistas previas que dejaban entrever lo que quedaba por delante. En abril, con las obras del complejo en fase final y solo dos años después de su nombramiento, el gerente del área sanitaria de Vigo decidió marcharse. Mario González era el encargado del proceso de transición y traslado al nuevo hospital. Todo un bombazo. Él alegó motivos personales. Sin más. En el Sergas tiraron de uno de sus pesos pesados, el director de Asistencia Sanitaria, Félix Rubial, para cubrir la vacante por su experiencia en la mudanza del nuevo hospital de Vigo. Mosquera se enfrentaba a una salida difícil en un momento complicado, agravado por -la otra gran pista de las prisas- la anulación del concurso para el laboratorio central.

Pero no era la primera vez. En septiembre de 2014 se fue la gerente del Sergas, Nieves Domínguez, que quería volver a su profesión de médico. Su marcha, sin embargo, no puede desligarse a la que poco antes ejecutó el encargado de los asuntos económicos del servicio.

Pero para plantes que dieron que hablar, el de la mitad del comité de bioética que dimitió después de que la Consellería de Sanidade "vetara" la difusión de un informe en el que los representantes en el organismo de médicos, enfermeros y farmacéuticos, entre otros colectivos, criticaban las medidas de copago a los pensionistas y la obligación de estar asegurado para tener derecho a una atención sanitaria completa. Aunque inicialmente la consellería esgrimió que no todos los análisis debían hacerse públicos, finalmente optó por sacarlo a la luz. El presidente de la Xunta fue muy cauto y evitó apoyar expresamente a Mosquera. "Estoy convencido de que dará las explicaciones correspondientes", señaló.

Por si los problemas vinculados a la gestión eran pocos -sin olvidar los rifirrafes por las vacunas, el tratamiento de la hepatitis C o el servicio de hemodinámica en Lugo, donde se vivió una protesta muy parecida a la de Vigo-, Mosquera lidió con las sospechas de enchufismo cuando se descubrió que el Tribunal Superior de Xustiza (TSXG) se pronunció contra el nombramiento de su marido como jefe del servicio de cirugía general y aparato digestivo del Complejo Hospitalario de Santiago por la existencia de una "desviación de poder" y "falta de motivación". Las exigencias de dimisión gotearon durante semanas en el Parlamento. En la repetición de las pruebas el esposo de la conselleira obtuvo de nuevo la máxima puntuación tras el abandono de otro de los candidatos. Ni así se alivió el disgusto que, según coinciden varias fuentes, se tiene en la Xunta con Mosquera desde entonces.

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