Guillerme Vázquez tiene un carácter más afable del que transmiten sus intervenciones públicas cargadas de tensión con la prensa. Sus dotes pronosticadoras, sin embargo, no dejan lugar a dudas: no acierta. Hace hoy un año concluía la asamblea del BNG celebrada en Amio en la que él fue reelegido como portavoz nacional y Francisco Jorquera como candidato frente a Xosé Manuel Beiras y Carlos Aymerich, respectivamente, por un 53% frente a un 45%. La lista de la UPG se impuso a los llamados críticos. Entonces dijo: "Hoy es así, mañana todos por el BNG". Pero desde ese día se inició un goteo de salidas de militantes hacia otras formaciones o directamente a casa que evidenció que su via crucis solo acababa de comenzar. Un año después, el Bloque ya ha fijado marzo para una asamblea extraordinaria que elija nueva cúpula y reformule un ideario que se ha enfrentado con derrotas electorales consecutivas desde el sorpasso de los 17 escaños obtenidos en 1997. Desde entonces ha perdido 250.000 votos.

En un año la sima existente en el nacionalismo gallego ha tomado las proporciones de la fosa de las marianas pese a los intentos de parte de la dirección del Bloque por minimizar su impacto hasta el 21 de octubre, en el que se materializó su crisis. Con 7 diputados, los frentistas se situaron como cuarta fuerza parlamentaria por detrás de PP, PSdeG y los 9 obtenidos por Alternativa Galega de Esquerda, la coalición de EU y Anova, liderada por Xosé Manuel Beiras. Algunos dirigentes del Bloque culparon al dandy de A Reboraina de su fracaso en las urnas, aunque otras voces empezaron a entonar el mea culpa y pedir reflexión.

Los días de vino y rosas se han acabado y paradójicamente quien navega con las velas cargadas del malestar social asociado a la crisis y las respuestas a ella es AGE, impulsada por un viejo rockero como Beiras, antiguo líder del Bloque. Este intentó seducir al electorado cabreado, pero no lo logró en parte por ser vistos como una fuerza "institucionalizada y no diferente", en palabras de Xosé Ramón Quintana Garrido en su ensayo Un longo e tortuoso camiño: adaptación, crise e cambio no BNG. Síntoma de estos tiempos difíciles es el estado de sus bolsillos, envuelto en la negociación de un ERE ante la caída de ingresos, que proceden principalmente de las subvenciones públicas asociadas a resultados electorales de cada formación.

Para alejarse de ese papel, el BNG quiere afilar su discurso hacia la izquierda y el soberanismo, algo que intentó en las autonómicas sin rédito electoral. La UPG, organización hegemónica en el BNG y ganadora de la asamblea de Amio, quiere incidir en esa línea. "Su estrategia pasa por más radicalización para atraer a los sectores independentistas", comenta un exmiembro del Consello Nacional del Bloque. En este sentido se enmarca la elección como posibles socios en las europeas de Bildu y Esquerra en sustitución de Galeuscat, donde se sentaba con CiU y PNV.

El nerviosismo está instalado en la formación frentista y su mirada puesta en la próxima cita electoral de calado: las municipales de 2015. En privado, algunos dirigentes nacionalistas críticos con la U reconocen que "el modelo del Bloque está muerto" y apuestan por recuperar la "unidad del nacionalismo". "Con este proceso se hará la renovación del nacionalismo, pero en lugar de hacerlo desde dentro se hará desde fuera", añade un exmilitante deseoso de unidad. En el Bloque miran con expectación hacia Anova. "¿Qué harán en las europeas? ¿Volver a concurrir con una fuerza estatal?", se pregunta un dirigente frentista. "Lo ideal sería volver a la unidad del nacionalismo", apunta un miembro alejado de la UPG.

Ahí radica la clave de bóveda de la evolución nacionalista. "Juntos seríamos más fuertes, aunque está claro que habría que buscar una nueva fórmula porque el paraguas del BNG no sirve y hay muchas cicatrices. Habría que buscar, por ejemplo, la vía de la coalición", propone un cargo de la dirección nacionalista. La UPG ya ha marcado distancias: abre la puerta a las alianzas, pero siempre con el BNG como marca electoral.

A pesar de ello, en algunos concellos los grupos del BNG temen una reedición de las pasadas autonómicas mientras Anova, la pata nacionalista de AGE, continúa su proceso de asentamiento en las comarcas y debate qué fórmula adoptar en las municipales y si repetir pacto con Esquerda Unida. Un año después de la asamblea de Amio el BNG sigue envuelto en dudas ante un nuevo cónclave. Pero sus fuerzas son mucho menores que entonces.