"El Museo de Man tenía un conservador y era él mismo". Carmen Hermo, doctora en Bellas Artes, lamenta que una década después del siniestro del Prestige el legado del excéntrico eremita Manfred Gnadinger, muerto el 28 de diciembre de 2002, encoja el corazón, "pero, desgraciadamente, por su olvido".

'Man', un alemán de melena alborotada y barba luenga, se instaló hace medio siglo en Camelle (A Coruña), donde construyó una cabaña de apenas seis metros cuadrados decorada con decenas de círculos de colores muy vivos y se dedicó a esculpir y pintar en los peñascos.

Sensible y cultivado, tenía tiempo para estas tareas.

Durante los días de la marea negra, el anacoreta, una atracción turística en este pueblo de Costa da Morte, se refugió en su chabola con los tesoros que con sus manos había ido recuperando de ese mar negruzco y otrora azul: fósiles, conchas, piedras, caparazones, redes, raíces...

Cuando los funcionarios municipales accedieron a su chabola, tras su fallecimiento, descubrieron una abundante biblioteca con textos de Nietzsche o Lao Tsé, poemas, cuadernos con dibujos y fotografías, fundamentalmente autorretratos.

"No era solamente un anacoreta que andaba en taparrabos y vivía en medio de la naturaleza", comenta a Efe Carmen Hermo, docente en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Galicia.

"Era un hombre culto", explica, y lamenta que hoy se esté manchando su memoria, al no cuidar debidamente su dote.

El fuel, recuerda, "ya se cebó" suficiente, con él mismo y con su valiosa obra. "Sus creaciones se están destruyendo", manifiesta Hermo, y urge una "reacción política" para consolidar los "vestigios" que sobreviven a una "doble" catástrofe, la del siniestro del barco, "una bomba de relojería", y la de la "ingratitud".

Ella, y otros artistas, como el profesor Antón Sobral, encabezan una comitiva que busca la recuperación de este "jardín de arte y naturaleza casi único en el mundo, porque al borde del mar no hay nada parecido".

Llevan diez años organizando jornadas de sensibilización, la última el pasado mayo, sin dinero.

"Carretera y manta, nos subvencionamos a nosotros mismos. Llevamos muchos años poniendo el dinero de nuestros propios bolsillos", detalla esta educadora.

Hay proyectos para un riguroso cuidado de esta herencia, agrega, "económicamente asequibles", pero que son presentados y "rechazados.

"Y uno ya acaba pensando, sin querer politizar el tema, que hay una 'mano negra' para no publicitar nada relacionado con el chapapote", afirma.

"Sus creaciones, las de Man, hay que ubicarlas, clasificarlas, ponerlas en valor", porque están a la intemperie, y deben mantenerse en el día a día".

Este espacio, según cuenta, recibe más visitas que por ejemplo el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela, y afortunadamente tiene una vigilancia por parte de un voluntariado "que no cobra nunca nada".

Hermo recrimina que el trabajo de este peculiar escultor, con un punto de extravagancia, esté "desvirtuado". Los vecinos, que lo llamaban 'Man' o 'Manfre' y le entregaban comida, piden respeto por el patrimonio de un asceta con un punto de locura, pero "muy culto".

"El petróleo me ha matado la vida", "se me han ido las ganas de vivir", "en mis sueños el alquitrán entra en mí, se me pega en los huesos, lo siento por todo el cuerpo", decía en 2002 Man a los pocos habitantes de este núcleo que pudieron verlo, y que así lo han asegurado a Efe.

"El legó 120.000 euros al Estado para preservar todo lo que dejaba y los intentos no han servido de nada de momento, no hay fondos, no hay subvenciones", insiste Carmen Hermo.

La Fundación Man de Camelle, constituida el 28 de diciembre del 2008, un día de Santos Inocentes, por el Ayuntamiento de Camariñas, debía clasificar el material encontrado y proceder seguidamente a su catalogación. Pero hay crisis, y los pasos para el cuidado de esta fastuosa producción artística "son lentos, y por parte de gente que en realidad está muy concienciada", concluye Hermo.