Parar la producción de una granja láctea aunque solo sea de forma temporal no es una opción para el ganadero, porque a las vacas hay que ordeñarlas todos los días y la leche es un producto perecedero. Si el productor no entrega su producción a la industria, tendrá que deshacerse de ella a sabiendas de que no recibirá nada a cambio del trabajo de todo un día. Por ello declararse en huelga resulta para sectores como el lácteo una medida extrema y una opción de último recurso. Pero a pesar de la excepcionalidad de la decisión que acaban de adoptar los ganaderos gallegos por unanimidad, existen precedentes en Galicia de huelga de entregas.

La más reciente se produjo en septiembre de 2009, durante la grave crisis de precios que azotó a los principales países europeos productores de leche. En aquel momento organizaciones de productores de varios estados lograron ponerse de acuerdo para paralizar el sector y tras meses de duras movilizaciones, iniciaron una huelga de entregas indefinida que se prolongó por espacio de dos semanas.

En Galicia el paro también tuvo eco aunque solo el SLG -minoritario entre los productores- secundó la convocatoria. Unos 300 productores fundamentalmente de Santiago y comarca se sumaron a la huelga, con vaciados simbólicos de cisternas y boicot a sus primeros compradores. El impacto sobre el mercado, con todo, fue muy reducido, algo que podría ser diferente en esta ocasión. La unanimidad con la que el sector respalda ahora la medida podría animar a la huelga a muchos ganaderos gallegos, la única vía para lograr que el paro se traduzca en problemas de suministro para la industria y los distribuidores que se abastecen en Galicia.