En un gesto sin precedentes, porque la situación era también inédita con los últimos flecos del matrimonio entre ambas, ni Caixanova ni Caixa Galicia mostraron públicamente las cuentas del tercer trimestre del año. Aunque el protocolo de fusión se aprobó con la suma de los balances a 31 de junio, el negocio siguió adelante y la situación de cada una cuando se selló la operación era muy diferente. El beneficio de todo el grupo liderado por la entidad viguesa ascendió a 53,158 millones de euros, más del doble que el de la caja coruñesa y sus empresas, de 22,523 millones. Ya desde el arranque del ejercicio, la evolución de la actividad financiera pura de Caixa Galicia se venía resintiendo, hasta que los números rojos alcanzaron al cierre de septiembre casi 61,2 millones de euros en pérdidas. ¿Por qué el resultado final sigue estando en positivo? Por la aportación de los conocidos como ingresos extraordinarios, sobre todo la desinversión en Galp. El resultado de explotación en Caixanova, que era 1,5 veces más pequeña, superó, en cambio, los 80,4 millones de euros, según los datos que finalmente ayer ofreció la patronal CECA.

Como en todo el sector, los balances de las exentidades de ahorro gallegas reciben un impacto muy duro de la crisis económica. Poco tienen que ver con los años de bonanza. El margen de intereses o margen financiero –la diferencia entre el rendimiento que las entidades tienen por el dinero que reciben y las cargas de los fondos que piden prestados–, una de las grandes víctimas de la recesión para cajas y bancos, es la primera gran buena prueba. Los más de 356,2 millones de euros en los que se situó en septiembre en Caixanova suponen un 6% menos que un año antes. El margen rozó los 364,3 millones en Caixa Galicia, con una caída del 31%. La aportación del día a día permitió a la entidad viguesa alcanzar un margen bruto de 708,5 millones, frente a los 544,9 millones de su nueva compañera de viaje. Un recorte del 23,7% y del 35%, respectivamente.

A partir de esas cantidades, empieza en el balance el descuento de los costes internos y la hucha para hacer frente a la morosidad. Las dos apostaron por aplicar la tijera en los gastos de administración, de 372 millones de euros en Caixanova, con un descenso del 0,8%, y de 341 millones en Caixa Galicia, un 1,4% menos. Las provisiones voluntarias disminuyeron tanto en una como en otra entidad, al igual que las destinadas a cubrir posibles pérdidas de activos deteriorados. Eso sí, siguen siendo muy elevadas. Casi 198 millones en el primer caso y 224,5 millones en el segundo. Porque ambas también siempre han presumido de una política de exquisita prudencia para blindarse ante los impagos.

Tras el desembolso de todas estas partidas, el resultado de la actividad de explotación, la verdadera vara de medir la evolución de la actividad financiera en una caja, se situó en Caixanova en 80,416 millones de euros –prácticamente un 28% por debajo de las cuentas de septiembre de 2009– y de unas pérdidas de 61,196 millones en Caixa Galicia, que el ejercicio anterior había logrado aguantar en beneficio, con 95,4 millones.

Con los 100,8 millones de euros en extraordinarios, especialmente su salida de la sociedad que mantenía con el multimillonario luso Américo Amorim para controlar un 4,5% de Galp, Caixa Galicia logró aguantar las cuentas y acabar el trimestre con un beneficio bruto de 30,6 millones, que, tras impuestos, se queda en 22,523 millones, lo que supone un descenso anual del 71%. Sin resultados atípicos, el resultado del grupo Caixanova llegó a los 66,4 millones y el beneficio neto a los 53,1 millones, un 50% menos.