Cada vez que un fumador se lleva un cigarro a la boca abre el camino a una larga lista de enfermedades que en el futuro pueden complicarle mucho la vida. El tabaquismo es, según la Organización Mundial de la Salud, el factor de riesgo susceptible de ser evitado que más muertes provoca en el mundo, más de cinco millones de personas al año. Una cuarta parte de la población gallega está expuesta a tumores y enfermedades respiratorias crónicas que tienen detrás el consumo de pitillos. Por eso, los efectos de la nicotina y el alquitrán están entre las causas de muerte más frecuentes en la comunidad. Algo más de uno de cada diez fallecidos. Hasta 21.588 gallegos perdieron la vida por culpa del tabaco entre 2001 y 2006, según el último estudio realizado por el Servizo Galego de Saúde (Sergas).

El dato menos malo es que la mortalidad atribuida al consumo se mantiene estable. No aumenta. Aunque, como destacan los expertos, hay que tener el cuenta "el importante impacto" que supone en las cifras de la mortalidad gallega, con un 13% de todos los fallecidos durante ese periodo en la población de mayores de 35 años. "Las estimaciones obtenidas -sostienen desde la Dirección_Xeral de Saúde Pública- ponen de relevancia la importancia de seguir trabajando en la implantación de actividades de control del tabaquismo a nivel poblacional, aunque se debería poner un énfasis especial en la prevención del consumo entre las mujeres más jóvenes".

Porque cuando se miran con detenimiento los datos salta a la vista la diferente evolución que la mortalidad está teniendo entre los hombres, con un ligero descenso en los últimos seis años -de una tasa de 171,5 fallecidos por cada 100.000 habitantes en 2001 a 155,6 en 2006, y un máximo de casi 174 en 2003-, frente a la de las mujeres, que alcanza ya su pico más alto con una proporción de 23,2 muertes por cada 100.000 personas. Hace seis años era de 22,3. De ahí el interés de las autoridades sanitarias por centrar las campañas contra el tabaco entre las mujeres para frenar la tendencia al alza en el consumo y, por lo tanto, en el número de muertes derivadas de la adicción.

Los efectos del consumo de tabaco se notan también en la esperanza de vida para los fumadores. El promedio de años a los que llegan los hombres de entre 35 y 65 fue de 28,4 en el trienio 2001-2003 y de 28,5 entre 2004 y 2006. En las mujeres, los valores alcanzaron los 29,3 y los 29,4, respectivamente. "La diferencia hasta los 30 años que podrían vivir si la mortalidad fuese nula a esas edades -explican desde Saúde Pública- es el número de años de vida perdidos en esa franja de edad". Hasta 1,6 en el caso de los hombres y de 0,7 en las mujeres. Como ocurre con la mortalidad, el índice de años perdidos está disminuyendo entre el colectivo masculino y creciendo entre el femenino.