Temor a un "Topas II". Los funcionarios de las prisiones gallegas advierten de que si no se refuerza la plantilla y no se especializa en terrorismo islamista se corre el riesgo de que las cárceles se conviertan en centros de reclutamiento de yihadistas. Ya ocurrió en el año 2002 en las prisiones de Topas (Salamanca) y A Lama (Pontevedra). Fue en la primera donde se gestó una célula islamista que pretendía atentar contra la Audiencia Nacional y en el penal pontevedrés, los presos islamistas estaban organizados y adiestrados con disciplina paramilitar.

"En la situación actual si [los reclusos islamistas] intentan reorganizarse como en aquella época nos sería difícil controlarlos", admiten desde la prisión de A Lama. Hace seis años, el número de internos en el penal pontevedrés no llegaba a mil, hoy -con el mismo número de funcionarios- los reclusos superan los 1.800. En total, un funcionario por cada 140 presos que acoge cada módulo en los penales Teixeiro y A Lama, pese a que su capacidad es de 72 reclusos.

"Con ese ratio de un funcionario por cada 130 ó140 internos, las tareas de vigilancia se ven seriamente comprometidas", reconocen desde la cárcel coruñesa. La sobresaturación de las prisiones provoca que los presos islamistas condenados por delitos menores, como tráfico de drogas, estafa o falsificación de documentos público, se escapen del control de los funcionarios. Una situación que, según alertan, convierte a esos reclusos de origen musulmán con una pena de prisión corta en "objetivo" de posibles reclutadores para la yihad en el propio centro penitenciario.

En la actualidad, en Galicia están encarcelados diez de los 111 presos condenados en España por terrorismo islamista -cinco en Teixeiro y otros cinco en A -. Todos están en módulos de aislamiento y sometidos al máximo nivel de vigilancia, lo que se conoce como CIES 5 (Centro de Internos de Especial Seguimiento). Esto se traduce en un control diario de sus movimientos, informes de lo que hacen cada día, cacheos, intervención de llamadas telefónicas y vigilancia del correo que les llega y las visitas que reciben. Pero los funcionarios de las prisiones de Teixeiro y A Lama coinciden con las conclusiones de dos recientes estudios -uno del sindicato Acaip y otro del Instituto de Política Internacional del King´s College of London-: el problema no está en estos presos en régimen de aislamiento (más de 20 horas en su celda y cuatro en un patio en contacto con un máximo de cinco reos), sino en los reclusos en los presos de origen musulmán condenados por delitos menores. ¿Por qué? La masificación de las cárceles, la escasa plantilla y la falta de cursos en materia de terrorismo islamista impiden que los funcionarios puedan controlar a los internos islamistas de "fácil captación" para células yihadistas.

Pese a que tras los atentados del 11-M se reforzó la vigilancia sobre este tipo de presos, los funcionarios advierten de que no es suficiente. "Con el paso del tiempo han ido aprendiendo y ahora intentan pasar inadvertidos. Eso permite que cualquiera se erija en líder espiritual de un grupo sin levantar sospecha", aseguran desde Teixeiro.