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Víctor Moro Rodríguez, economista: "A Galicia le falta galleguidad"

"El trazado del AVE gallego marginó a Vigo. La solución de Cerdedo es ridícula"

Víctor Moro Rodríguez, economista: "A Galicia le falta galleguidad"María Villar

Está dando los últimos retoques al texto que hoy leerá durante el homenaje que Caixa Galicia le rinde en Vigo por su trayectoria. "Me ha sorprendido", confiesa. "Mi camino ya está recorrido". Víctor Moro llegó a ser subdirector general del Banco de España y responsable del organismo en Barcelona y Vigo, la ciudad que le adoptó, en la que vive -con permiso de su querida casa de Baiona- y de la que casi llegó a ser alcalde. Su paso por la política, de la que renuncia como profesión, fue breve, pero intenso. Cuatro años que le llevaron de diputado en Madrid por UCD en la primera legislatura y luego fundador de Coalición Galega para "servir" a una tierra a la que "ama". Habla con cierto tono paternalista y con la tranquilidad que da a sus casi 82 años estar disfrutando de la lectura, los paseos y la familia. De una "jubilosa jubilación".

- ¿Aconseja la jubilación?

- Cada día y cada época de la vida tiene su afán. Ahora se habla mucho de alargar la vida laboral. Yo me retiré a los 70.

- ¿Buena edad para hacerlo?

- Sí, lo es. Era la edad límite para retirarse del Banco de España. Podía haberlo hecho antes. Me encontraba bien profesionalmente, físicamente y mentalmente y me mantuve hasta el último momento en mi tarea.

- Le pido que la recupere y analice lo que está pasando en la economía. ¿Hay que tener tanto miedo a la crisis?

- Se está exagerando. Todos los comentarios sobre la situación tienen un denominador común, el de arrimar el ascua a la sardina de quien lo plantea, la sardina política. Dicho esto, no podemos negar que se está ralentizando la economía, que no va a crecer a niveles del 4%. Lo que me preocupa -bueno, a mí no me preocupa nada, que estoy a la vuelta del camino- es la consecuencia para el empleo y la renta de las familias.

- ¿Tanto para que haya dos visiones tan diferentes?

- Por eso le digo que los comentarios se están haciendo desde plataformas políticas. Ni es una catástrofe, ni hay que relajarse. Sobre todo con la inflación. La evolución de los precios es un problema de siempre de la economía española, de éste y de todos los anteriores gobiernos. Están por hacer todavía medidas estructurales que mejoren la competencia y la distribución, la formación de los precios.

- ¿Me recomienda que coma conejo y no deje propina?

-Eso fue una extravagancia. No hay que valorarlo. Soy gallego y prefiero otra alimentación.

- Dijo hace unos cuantos años que a Galicia le faltaba vocación empresarial. ¿Sigue pensando así?

- Han cambiado mucho las cosas. La figura del empresario hoy tiene más prestigio. Tenemos empresarios punteros. Pero sigue faltando clima. Hay que conformar un tejido de pequeñas y medianas empresas, sin individualidades, que arrope. Todo lo que se pueda para impulsar las nuevas vocaciones.

- ¿Más subvenciones a los emprendedores?

- No soy amigo de las subvenciones. Pan para hoy y hambre para mañana. Me refiero a que la Universidad, las escuelas, las organizaciones empresariales y camerales favorezcan las iniciativas. Más que tutelarlas, que den libertad. Crear una empresa es un camino de obstáculos: de la parroquia, al ayuntamiento, al gobierno regional, a Madrid... Sin olvidar el problema histórico de las infraestructuras. A Galicia llegan las cosas con retraso. Ahora el AVE. A Vigo se le ha marginado. Y ojo, no estoy haciendo planteamientos localistas, que yo siempre he contemplado Galicia y la economía en su conjunto. Es un error dejar fuera al territorio de mayor ocupación en las líneas ferroviarias de Galicia cuando el servicio lo va a gestionar una empresa pensando en la rentabilidad. La solución de Cerdedo es ridícula. Esto es Galicia y los localismos.

- Y lo que decide Madrid.

- Es que cuando llamamos a las puertas de Madrid ya vamos divididos.

- ¿No ve sentimiento de unión, de galleguidad?

- De momento, no. Desde el punto de vista político, no somos una región, una nacionalidad muy unitaria en sus planteamientos.

- ¿Por eso no acaba de triunfar un partido galleguista?

- Es que es muy difícil. No hemos sido capaces. Galicia ha estado siempre en manos de partidos centralistas. Ahora está como partido galleguista el BNG, que tiene sus virtudes, evidentemente, pero que, a mi juicio, no responde realmente a los planteamientos del gallego medio desde el punto de vista sociológico, intelectual.

- Y PSOE y PP, ¿dependen demasiado de Madrid?

- Demasiado no. Totalmente.

- Usted lo intentó con Coalición Galega.

- Iba muy bien. Hubiéramos tenido resultados magníficos. Pero desapareció fundamentalmente por la muerte de Eulogio Gómez Franqueira, que yuguló la posibilidad de que Galicia tuviera una fuerza de este tipo.

- Su nombre se barajó como relevo y candidato a la Xunta. Pero se fue. ¿Por qué?

- Viendo el cariz que tomaba aquello, donde empezaban las pasiones de uno que quería un puesto, el otro también, me pregunté qué hacía allí. Yo no buscaba nada, iba a dar. Y el tiempo me dio la razón, desgraciadamente para Galicia, y afortunadamente para mí.

- No le gusta que le llamen político.

- Porque no lo fui.

- Pero ha estado en política y en momentos históricos.

- Pero yo político profesional no fui. Fui un político circunstancial. La prueba es que estuve en la primera legislatura y luego me marché.

- Cuatro años.

- Que me han marcado para siempre, un sello indeleble. Fui un político vocacional, en cuanto servicio a mi tierra, a mi país, de entrega en la medida de mis humildes posibilidades al progreso y la mejora de Galicia. Eso lo mantuve y quizás eso es lo que ha llevado a que me pongan la etiqueta. Bueno, podían decir de mí otra cosa peor. [Se ríe].

- ¿Se acuerda del 15 de febrero de 1978?

- Hum...

- Estreno en el Parlamento.

- ¡Ah! El célebre debate por el acuerdo pesquero con Marruecos.

- ¡Vaya enfrentamiento tuvo con Manuel Marín! Le acusó de corrupción.

- Fueron seis horas y media de debate. Nunca se recuerda una asistencia tan importante al Parlamento. Se habían expandido una serie de infundios sobre si yo protegía a unos o a otros. La política es así de rastrera. Y tuve que desmontar punto por punto todas esas falsas imputaciones. Una de las cosas más asquerosas de la política es la difamación. Se pierde todo.

- La última parte de su intervención se borró, donde recriminaba al PSOE los famosos dosieres de Alfonso Guerra con el historial de todos los españoles.

- Que al final no hubo dosieres, ni nada. Un infundio. En esa primera etapa, la agresividad de Guerra... Que era un hombre ocurrente. Yo le recordé que había estado en la Junta Democrática de Galicia, que se organizó en Vigo en pleno franquismo para ver cómo debíamos afrontar la nueva situación, sin enfrentamientos ni revanchismo.

- Hasta el PSOE se levantó y le aplaudió, ¿no?

- Claro. Sobre todo, Tierno Galván. Felipe González decía: "¿A quién coño se le ocurrió meterse con Víctor Moro?".

- Los periodistas de la época alabaron su discurso, aunque decían que "a veces" su oratoria era "retórica".

- [Se ríe]. Salvando las distancias, perdóneme usted, soy un orteguiano. Empecé a leer con Ortega, que decía "retórica, bendita retórica". Y me crié en Ribadeo, donde había un poso cultural delicioso. Sí, soy retórico. Pero me encanta.

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