Unirse al enemigo, poner reguetón en clase para aprender

Tania Justo lamenta que este estilo “crea gente analfabeta musical” pero que da una lección al alumnado cuando quiere tocarlo

Uno de los ejercicios del taller.   | // JOSÉ LORES

Uno de los ejercicios del taller. | // JOSÉ LORES / m.m.

M. M.

La pianista y responsable de la academia de música Kairos en Vigo, Tania Justo, defendió ayer en el Foro de Educación la musicoterapia. En el taller que impartió, señaló: “Profesoras de música, uníos al enemigo. Ponedle reguetón a vuestros alumnos si lo piden; ponedles a Quevedo, que lo toquen. Si la letra no me afecta, yo lo hago; les toco la canción y se la enseño. Cuando el alumnado la va a tocar se da cuenta de su simpleza, con ritmo binario. Los niños se desencantan al tocarlo por lo sencillo que es; se dan cuenta de que desafina y que por eso utiliza autotune y ya dejan de pedirlo”.

Justo indicó que hay que diferenciar entre la música con la que podemos pasar un buen rato de fiesta, el reguetón, y la música de calidad para ser interpretada. En este punto, reconoció que “el reguetón funciona porque es un ritmo binario pero crea gente analfabeta musical”.

Ciertas canciones pueden beneficiar al alumnado con autismo

Otra cosa, aclaró, es servirse del mismo para trabajar las letras modificándolas por el propio alumnado de manera que inventen composiciones. “Descubrirás que en las canciones cantan cosas que no se atreven a decírtelo hablando”, indicó.

Frente a la sencillez de los ritmos binarios como el reguetón, Tania Justo defendió los ritmos ternarios que son más complicados y que podemos encontrar en la música tradicional como el tema “Terra” de Tanxugueiras, que puso como ejemplo en el taller cantando el “ailala lalalá”; o en las nanas. Sobre estas últimas indicó que “el ternario no pasa desapercibido nunca y es útil para en determinados temas tranquilizar”.

De hecho el taller se desarrolló poniendo ejemplos de canciones para el público infantil en las que trabajando con las formas sonoras se pueden trabajar diferentes capacidades como la coordinación.

Justo, cada vez que acababan de cantar y bailar un tema, planteaba en el grupo qué se había trabajado en cada tema para tomar conciencia de cómo la música puede servir de terapia.

Así, en algunas canciones destacó la espacialidad, la identificación de los participantes –cuando una canción por ejemplo llama a cada uno de los integrantes por su nombre–, la autoestima   (cuando se destaca en la letra que cada persona participante hace bien algo).

Esto es especialmente útil con alumnado con TEA ya que les ofrecer un lugar en el grupo, les aumenta la autoestima (al resaltar individualmente algo que realizan), de manera que se sienten más integrados.