En los últimos años cada vez vemos más casos de niños acelerados, nerviosos, con un exceso de actividad, y muchas veces, incluso con un diagnóstico. Pero ¿realmente hay cada vez más niños así, o simplemente “los vemos más” porque la sociedad no está pensada para ellos? Un mundo artificial, donde los parques tienen incluso el suelo de goma, cada cosa que nos rodea ha sido puesta en su lugar de manera premeditada.

No quiero decir con esto que este en contra de los diagnósticos, ni mucho menos que sea una negacionista de los mismos, pero sí creo que tenemos un exceso de ellos, acertados o no… y deberíamos empezar a preguntarnos por qué.

La idea de que la desconexión de la naturaleza nos enferma ha sido ya ampliamente establecida. Richard Louv ya escribió sobre todo esto en su libro “Los últimos niños de los bosques”, en el que se investigan las diferentes experiencias de los niños en el pasado y en el presente, y se concluye que estar tan desconectados de la naturaleza nos afecta tanto física como mentalmente. Así, nombra por primera vez lo que se conoce como el “Trastorno por déficit de naturaleza”, que postula todos los efectos que tiene en los niños esta desconexión tan brutal que se está produciendo con el entorno natural: disminución del uso de los sentidos, problemas atencionales, falta de creatividad, falta de concentración, etc... lo que nos recuerda bastante a la sintomatología del TDAH.

Desgrana cómo la exposición directa a la naturaleza es esencial para el desarrollo humano, especialmente de los niños, y detalla las consecuencias negativas de no tenerlo con regularidad: obesidad, dificultad de atención, enfermedades cardiovasculares... Y la más importante, por generalizada, la depresión.

Y es que no solamente empezamos a ver cada vez más niños con TDAH, sino que también vemos cada vez más casos de depresión infantil, ansiedad, trastornos obsesivo compulsivos, y un sinfín de problemáticas más que están repuntando de manera preocupante.

Ya empiezan a asomar la cabeza algunas alternativas, con un creciente número de padres y educadores que buscan restablecer el vínculo sano entre humanos y naturaleza. Ejemplo de ello son las bosquescuelas.

Pero como sociedad estamos muy lejos todavía de ir en la buena dirección. Hay un sinfín de medidas a tomar, de forma discreta y utópica, como aumentar las zonas verdes de las ciudades o cambiar los patios de recreo asfaltados de los colegios por pequeños bosques y jardines. Me basta si con estas líneas consigo concienciar a algún padre, madre, profesor… de la necesidad de retomar el ritmo slow de la naturaleza, y reintegrarla de una manera completa en nuestras vidas.

Iris Vidal, maestra y psicóloga Borja Villaronga Balsa

Actividades para conectar con la naturaleza: los campamentos

Los campamentos son una forma diferente y divertida de pasar las vacaciones estivales, con diferentes actividades que integran a los niños en grupos y en la naturaleza. Funcionan durante los meses de julio, agosto, y en ocasiones incluso septiembre. El plazo para inscripción en los campamentos de verano de la Xunta finalizó hace una semana, aunque el plazo de solicitud queda abierto hasta el 3 de junio para aquellas personas con discapacidad que también quieran disfrutar de este tipo de actividades.

Además de campamentos al uso, la Xunta ofrece también la actividad “Conoce Galicia”, en alojamientos turísticos y para niños algo más mayores (10 a 14 años), y campamentos de voluntariado para mayores de edad y hasta los 30 años. Para quienes no han tenido la oportunidad de apuntarse a estas acampadas, en las próximas semanas se conocerá la oferta de minicampamentos públicos, con los que se espera atender a las solicitudes que no consiguiesen su plaza.

Todavía quedan opciones para aquellos que aún no han decidido el tipo de actividades que más les interesan, con enfoques muy variados, desde deportivas hasta artísticas, pasando por clásicos como los campamentos científicos o plannings vinculados al Camino de Santiago.