Lo primero que hay que tener en cuenta en el mundo de las rosas, es que una cosa son las rosas silvestres, que crecen de forma natural y salvaje en los bordes de los prados y los caminos, y otra las rosas cultivadas, cuya existencia se debe a la mano del hombre, que durante siglos y siglos las ha ido seleccionando, domesticando, y llevando a sus jardines, donde las cuidaba con mimo.

Las silvestres presentan flores pequeñas, sencillas, con 5 pétalos y poca variedad de colores (la mayoría blancas o rosa pálido) (Fotos 1 y 2). Las rosas cultivadas sin embargo, presentan flores mucho más grandes, con numerosos pétalos, y una gama de colores algo más amplia.

Dentro de las rosas cultivadas a su vez, se diferencian dos grandes grupos: las ROSAS ANTIGUAS (Fotos 3 y 4), anteriores a 1867 y las ROSAS MODERNAS (Fotos 5 y 6), posteriores a esa fecha.

Las rosas modernas (Fotos 5 y 6), fueron obtenidas por los científicos y horticultores mediante cruzamientos artificiales planificados, entre las rosas de té que llegaron de China en 1867 y las antiguas rosas que los europeos habían ido domesticando desde hacía siglos. Las modernas son de uso ornamental, con formas elegantes, de diferentes tamaños y numerosos colores. Muchas de estas rosas además, producen flores durante casi todo el año, aunque la mayoría de ellas no huelen.

Las Rosas antiguas (Fotos 3 y 4) fueron obtenidas por el hombre, pero no de una manera planificada y estudiada. Durante siglos y siglos, distintas generaciones de personas fueron eligiendo, de una forma casual, las mejores rosas que encontraban en la naturaleza. Escogían las más grandes, las más vistosas, las más olorosas, o las más resistentes a las enfermedades y las plantaban al lado de sus casas, para tenerlas cerca y poder disfrutar siempre de ellas. Las que iban reuniendo en un mismo jardín a su vez, se cruzaban de nuevo entre ellas para dar lugar a otras diferentes, que aglutinaban lo mejor de cada uno de sus padres, y así sucesivamente. Eran, en general, rosas rústicas, desgarbadas la mayoría de las veces, con los tallos cortos, con muchos pétalos (más de 100 en algunos casos) y con una gama de colores no muy amplia (blancas, rosas en distintas tonalidades, rojos y alguna amarilla). Solo florecían una vez al año, en la primavera (mayo-junio) pero muchas de ellas tenían un aroma embriagador, que desde tiempos inmemoriales enamoró al ser humano. Nadie que pasase al lado de estas rosas en flor, era capaz de ignorarlas, quedando su aroma para siempre grabado en su recuerdo, como una huella imborrable. Precisamente el recuerdo del aroma de una vieja rosa de mi infancia en un jardín familiar, fue lo que dio lugar al nacimiento de la línea de trabajo sobre rosa cultivada antigua en nuestro grupo de investigación (VIOR) de la Misión Biológica de Galicia (CSIC).

En el congreso mundial de la Organización Internacional de la Vid y el Vino, celebrado en Bulgaria en mayo de 2017, tuve ocasión de conocer la existencia de la industria en torno a la Rosa damascena en ese país. Cuando iba caminando por una acera de la ciudad de Sofía con otros compañeros, por pura casualidad, llamó mi atención un rosal lleno de flores que se encontraba en un jardín feo y destartalado en medio de una acera. Me acerqué a oler sus rosas, que supuse serían las famosas damascenas de Bulgaria, y su olor me transportó de inmediato a un viejo rosal familiar que recordaba de pequeña. 

Rosa Narcea. Foto 7

Por pura curiosidad, comencé a buscar información científica sobre las rosas, comprobando que la mayoría de las antiguas han desaparecido (había más de 100 en el siglo XIX en Europa), que en España no se había descrito nunca ninguna y que actualmente solo se cultivaban la Rosa damascena en Bulgaria y la Rosa centifolia en Francia, para la elaboración de perfumes. También en otros países de fuera de Europa, como Turquía, Marruecos o Irán, se cultivan estas dos variedades. Junto con los compañeros de mi grupo de investigación y científicos de otros lugares, iniciamos entonces un estudio muy profundo de nuestra rosa desconocida y un programa de selección. La   bautizamos con el nombre de Rosa Narcea (Foto 7), demostramos que era única en el mundo y que de sus pétalos se podía extraer aceite esencial y agua de rosas (Foto 8) con interés para la industria del perfume. También comprobamos que  incluso servía para alimentación (Foto 9) o para obtener extractos de interés en el campo de la medicina.

Aceite esencial y agua de rosas. (Foto 8)

Jalea de Rosa Narcea (Foto 9)

Los resultados de nuestro trabajo científico, han sido publicados en la revista Horticulture Research (https://www.nature.com/articles/s41438-020-0266-8). La escritora Ana Alonso, también ha publicado un cuento para niños titulado “Historia de una Rosa”, inspirada en el descubrimiento y selección de Rosa Narcea, en el que los científicos somos protagonistas.

Carmen Martínez es investigadora científica. Grupo VIOR (Viticultura, Olivo y Rosa). Misión Biológica de Galicia-CSIC. Esta sección de 'Ciencia para o día a día. O CSIC Responde" se elabora con la colaboración de investigadores/as do CSIC a través de la 'Unidade de Cultura Científica CSIC-Galicia'.

Carmen Martínez, investigadora CSIC.