Con un pie casi en un nuevo año y con la evaluación prácticamente concluida, es el momento de hacer una valoración de este primer trimestre en los colegios. Todo parece discurrir igual que en cursos anteriores hasta que observas las mascarillas, los dispensadores de gel, las nuevas normas del centro y la distancia de seguridad.

Un inicio de curso marcado por la incertidumbre y la preocupación de los padres ante la nueva situación. Una sucesión interminable de llamadas de teléfono al centro transmitiendo dudas, miedos, disconformidades, particularidades y como no también palabras de ánimo a la dirección y al profesorado.

El alumnado nos asombró gratamente con su responsabilidad y saber estar, integrando las normas con una facilidad pasmosa. Lo más sorprendente es el hecho de respetar los turnos en los aseos. Si está ocupado suben de vuelta al aula y así lo transmiten, no hacen colas en la puerta esperando el turno. Cuando un grupo estable baja en fila por las escaleras hacia el patio y se encuentra en las intersecciones con otro grupo estable esperan, no se mezclan. 

Las clases continúan con esta nueva “normalidad” adquirida. En determinadas materias se observa la necesidad del refuerzo como consecuencia de los meses de enseñanza no presencial. En secundaria, en los últimos cursos, el alumnado manifiesta abierta y críticamente su opinión sobre determinadas normas de actuación frente a la pandemia que consideran incongruentes. Se genera así un debate muy constructivo e instructivo para todos.

Las plataformas para la enseñanza digital son otra cuestión. La necesidad de practicar con el alumnado para que se haga con ella y la domine, por un posible confinamiento, pone otra vez de manifiesto las diferentes necesidades tecnológicas de las familias. La falta de medios, sin dispositivos, sin conexión… se convierte en una odisea total para algunos. Para el profesorado, horas de formación y muchas otras horas más dedicadas a la creación de materiales y recursos adecuados a los diferentes grupos y las diferentes casuísticas del aula.

La mayor carga horaria provocada por esta circunstancia (entradas y salidas escalonadas, guardias, burocracia, atención personalizada a familias, etc.) hace que las semanas se escapen entre los dedos pero con optimismo. Espero que esta situación permita, a la larga, una escuela más flexible y abierta donde el protagonismo se vuelque realmente en sus verdaderos artífices: alumnos y docentes. Y en el que las familias se integren formando un engranaje perfecto.

Sin duda, me quedo con la parte positiva de todo esto, la respuesta del alumnado ante esta nueva realidad. Su gran facilidad de adaptación y su alegría nunca dejará de asombrarnos.