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Amancio Prada Trovador contemporáneo

"Busco la música callada de cada poema que me llama"

El cantautor berciano cumple 50 años de una “trayectoria vocacional” que se inició en 1972 actuando en París como telonero de Georges Brassens

Amancio Prada, el trovador. Xoán Álvarez

Digamos que, oficialmente, la carrera profesional de Amancio Prada (Dehesas, León, 1949) se inició hace cincuenta años cuando, durante tres semanas de diciembre de 1972, actuó como telonero del mítico Georges Brassens en el Theàthre Bobino. Pero cantar, lo que se dice cantar, lo ha hecho siempre, y nos lo corrobora: “Cantar para mí ha sido un aliento incesante durante toda mi vida. Desde que era niño e iba delante de las vacas escuchando a mi padre cantar alguna tonada como si fuese sembrando lo que él cantaba. O escuchando la voz de mi madre, que era la que mejor cantaba de una familia en la que cantamos todos”. Desde Rosalía de Castro a Gustavo Adolfo Bécquer, pasando por San Juan de la Cruz, Álvaro Cunqueiro, García Lorca, Agustín García Calvo, Celso Emilio Ferreiro…bastantes, y muy grandes, han sido los poetas a los que este berciano ha puesto música.

- En su primer disco “Vida e Morte” (1973), apenas con 20 años, ya se anuncia el Amancio que iba a venir ¿Cómo es posible que, tan joven como era, tuviese ya tan clara su propuesta artística, tanto desde el punto de vista ético como estético?

-Creo que la explicación reside en que yo no estoy en esto por profesión, sino por vocación. Soy un manzano que da manzanas.

-¿Qué ha representado para usted la figura de Georges Brassens?

- Brassens es el gran trovador de Francia, un gran músico, un gran poeta que siempre adoptó un formato muy sencillo, con su guitarra y un contrabajo, con una economía estética que es lo que le hizo y le hará perenne. Y, sí, yo estuve actuando tres semanas como telonero suyo en una serie de conciertos que abarcaba hasta treinta, y siempre con el teatro abarrotado. De hecho acabé aprendiéndome muchas de sus canciones y, mientras él las interpretaba sobre el escenario, yo las cantaba por lo bajinis y memorizando y suscribiendo frases como “Morir por las ideas, sí, pero de muerte lenta”. Es decir, que no se trata de morir, sino de dar la vida cada día por lo que uno sueña y cree.

"Canto lo que me encanta, lo que prende en mí, porque la poesía es semilla más que fruto, y su fruto es la canción, que a su vez también es semilla"

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-Leer, y estudiar, a tantos y tan buenos poetas seguramente ha influido en una faceta suya que es la de escribir. ¿La autoexigencia con sus propios textos ha sido tan fuerte que incluso ha limitado su propia creatividad?

-Sí, claro. Cuando estás acostumbrado a tantas cumbres poéticas como las que he tocado, inevitablemente, si te comparas, acabas no haciendo nada. Pero, bueno, al final como precisamente trato de ser sincero con los demás y conmigo mismo pues también canto letras que se me ocurren y que no he encontrado en otros. Pero conste que para mí esto no es tampoco una necesidad, es decir, yo canto lo que me encanta, lo que prende en mí, porque la poesía es semilla más que fruto, y su fruto es la canción, que a su vez también es semilla, Yo, por ejemplo, cuando canto un poema de Rosalía soy ese poema, soy Rosalía…En definitiva, yo soy lo que canto. Y por supuesto que profundizo en ello, es la única forma de andar y andar buscando la música callada que lleva cada poema dentro.

-¿Y cuando encuentra esa música?

-Cuando la encuentro experimento una alegría que ya no me quita nadie.

-Además de sentirla, ¿qué necesita la obra de un poeta para captar el interés de Amancio Prada o para que Amancio Prada se piense muy seriamente ponerle música?

-Hay mucho de intuición, como un filtro que lo dice. Unas veces surge muy pronto y otras tarda más, pero si un poema me llama lo acabo convirtiendo en canción, más allá de que tenga una estructura más o menos cancionera.

Amancio Prada en uno de sus conciertos. Luis Polo

- Supongo que es consciente de que mucha gente no concibe los poemas de Rosalía de Castro con otra música que no sea la que usted compuso. Eso ¿cómo se consigue?

-Pues tal y como he dicho, ahondando en el poema, identificándome plenamente con ese él y cantándolo como si naciera en mis propias entrañas. Eso lleva a que el poema y la música se acoplen como un guante, a tal punto que sean inseparables el uno de la otra, el poema de la música. Esa es la feliz alianza que establece la poesía con la música, puesto que cuando el poema se convierte en canción, entonces hay una identificación plena que se impone como una luz.

-Retomando a Brassens: “Una canción es poesía al alcance de todos los bolsillos”. ¿Está de acuerdo con esta definición?

-Sí, de todos los bolsillos y yo añadiría que de todas las mentes. Una canción es como un canto rodado que coges en la orilla del río y te lo llevas contigo, manoseándolo, para que te haga compañía.

- Brassens siempre dejó muy claro su compromiso ideológico con el anarquismo. A usted, en cambio, tengo la sensación de que nunca le ha gustado que le vinculasen con eso que llaman canción protesta. Sin embargo ¿no cree que, en aquella época, cantar a los poetas que usted cantaba, cantar en dos idiomas… ¿No era eso también una manera de hacer canción protesta?

-Yo diría que el compromiso de Brassens era más bien ético que ideológico, él nunca fue partidista. Por mi parte, yo no he sido nunca un abanderado de la canción protesta, pero tampoco he rehuido esa condición que a veces tienen algunas de mis canciones.

Amancio Prada. Daniel Pérez

-Dicen que no de todos los poemas se pueden hacer canciones, pero la verdad es que usted ha hecho maravillas con poemas que en principio parecían “inmusicables”.

-La verdad es que a estas alturas de mi trayectoria y de mi vida puedo decir que he hecho algunas canciones sobre poemas que, en principio, me parecían imposibles de musicalizar. Pero he aprendido que eso depende de con qué estética lo afrontes. Es cierto que hay poemas cuya arquitectura no beneficia para convertirlos en canciones y otros que si, lo cual no quiere decir que luego aciertes con la melodía adecuada.

-¿Cómo descubrió la poesía de San Juan de la Cruz y cuándo decidió hacer el disco con su Cántico Espiritual?

-Yo tenía veinte años y estaba recién llegado a París con una mochila llena de guitarras y cuatro canciones de Rosalía de Castro. Fue un compañero que tenía en la Universidad de la Sorbona quien, sabiendo mi devoción por la poesía, me entregó un libro diciendo “¡Toma!”. Y fue en ese libro donde descubrí el Cántico Espiritual, y cuando lo empecé a leer me dejó deslumbrado. Me dije: “¡Pero si esto es una pura llama de amor!”. Aunque, claro, ya no se trataba de hacer una canción, sino algo muy distinto, y la tentación fue tan grande que caí en ella. Y así fue como empecé a rondar el Cántico hasta componer esa obra que desde entonces ha estado siempre, de forma continua, en mi repertorio y en mis conciertos. El Cántico no se acaba nunca, es inagotable, como tampoco se acaba nunca una canción.

-Es una impresión personal pero yo creo que “Libre te quiero” probablemente sea la canción que, al menos fuera de Galicia, haya alcanzado la mayor popularidad de todo su repertorio. Me gustaría que me contara la historia (y prehistoria) de esta canción, empezando por su relación con Agustín García Calvo, autor de la letra.

-En París, aunque de otro modo en que conocí a San Juan de la Cruz, también conocí a García Calvo. Fue en un restaurante universitario, alzando él su voz entre las de los comensales y el ruido de los cubiertos y los platos. Estaba proclamando el nacimiento de la Comuna Antinacionalista Zamorana. A mí aquel hombre me impresionó muchísimo y me arrimé a su cabeza durante los cinco años que estuve viviendo en París. A Agustín le encantaba la canción popular, la poesía anónima, que para él es la más lograda porque se desprende del autor y en cierto modo es de todos los que la cantan. Lógicamente, también me arrimé a su poesía y a su pensamiento, dimos muchos conciertos juntos cuando ambos volvimos a España, y años después, en Segovia, fue cuando compuse “Canciones de amor y celda” al que, posteriormente, siguió un álbum ya dedicado íntegramente a él, “Canciones y soliloquios”. Y dicho esto te confieso que, aunque me acuerdo de detalles de otras, no soy consciente del momento en que hice “Libre te quiero”; la idea que tengo es que se trataba de una canción como otra cualquiera, pero de repente el público la hace suya y la celebra, y yo lo celebro también, claro.

Amancio Prada durante un concierto. Luis Polo

-¿Por qué tardó tanto en grabar un disco sobre las rimas de Adolfo Bécquer?

-Eso mismo me pregunto yo, sobre todo teniendo en cuenta que una de mis primeras canciones, compuesta cuando yo estaba estudiando en Valladolid Dirección de Empresas Agrarias, estaba basada en una poesía de Bécquer . En aquella época compuse cuatro canciones sobre poemas de Rosalía y, al mismo tiempo, compuse una al piano, inspirado por las golondrinas, pero no sería hasta muchos, muchos años después, como cuarenta más o menos, que la retomé. Eso ocurrió hace tres o cuatro años y, a la vez, compuse otra sobre el poema que acaba en “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. Y como al año siguiente se celebraba el 140 aniversario, en pleno confinamiento, me animé a grabar el disco sobre ese Bécquer que, de hecho, nunca me ha abandonado y a cuya lectura vuelvo constantemente. Y así fue como escarbando y escarbando, andando y andando, salieron otras diez canciones que finalmente configuraron un disco que celebré muchísimo, porque fue como un regalo y una gracia en medio de tantas desgracias.

"En estos momentos, lo que más me excita y estimula es lo que me queda por hacer. Cuando veo todos los discos que he grabado me parece mentira"

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-Las rimas de Bécquer son probablemente la poesía en español más leída. ¿Tal vez afrontó uno de sus mayores retos artísticos al “osar” ponerles música?

-Sí, está claro que, por lo menos en mis tiempos, casi todos nos iniciábamos en la poesía con Bécquer. Pero no sé si ha sido mi mayor reto. Las cosas surgen cuando Dios quiere.

-Tras medio siglo de carrera musical, cuando echa la vista atrás, ¿qué se le pasa primero por la cabeza: “Cuántas cosas he hecho” o “Cuánto me queda aún por hacer”?

-En estos momentos, lo que más me excita y estimula es lo que me queda por hacer. Y, sí, veo expuestos todos los discos que he hecho me parece mentira, como me parece mentira que haya dado tantos conciertos. Pero lo que más me asombra es la cantidad de notas que he ido metiendo en el ordenador, una por una, para escribir las melodías que tenían que tocar los músicos que me han acompañado. ¡Dios mío, pero cuánto tiempo he dedicado a esto!

-Toda una vida

-Toda una vida, sí. Y toda una vida que todavía me espera.

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