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La inadvertida obra de una gran artista gallega

María Antonia Dans, referente de las pintoras españolas, firma el mural “Labradoras” que formará parte del Museo de la Memoria de Ribadelago, en la provincia de Zamora

Detalle de el mural “Labradoras”, obra de María Antonia Dans

La catástrofe que arrasó Ribadelago la noche del 9 de enero de 1959 deparó, poco después, la construcción apresurada de un nuevo poblado que, ya en sus primeros años, reveló múltiples carencias. Aunque su arquitectura merece la consideración de vanguardista, da la impresión que su morfología urbana es frágil conforme a la dureza de su entorno, a juzgar por los habituales rigores invernales de la comarca sanabresa y el insólito emplazamiento que finalmente se escogió: una umbría montañosa alejada de los pastizales.

Pese a que los antecedentes históricos de Ribadelago evidencian su secular condición pedánea, los promotores del nuevo caserío apostaron decididamente por la construcción de un edificio que albergase un consistorio, como si de esta forma se restituyera la ciudadanía a quienes lo habían perdido todo. La administración franquista no escatimó en gastos para tal fin, como así lo evidencia el mural que se dispuso junto a la escalinata que da acceso a su segunda planta, firmado por una de las pintoras más notables del siglo XX.

La pintora María Antonia Dans, en 1987

La pintora María Antonia Dans, en 1987

María Antonia Dans Boado (1922-1988) nació en Oza de los Ríos, una pequeña parroquia coruñesa de marcada idiosincrasia marinera. Aunque poco después se trasladó junto con su familia a Curtis, desde siempre consideró a su pueblo la fuente de su primera sensibilidad. Su personalidad decidida le impidió dejarse llevar por las inercias de su tiempo. Su afán por emprender una carrera artística facilitó su llegada a Madrid en 1952. Su intensa frecuentación en la tertulia del café Gijón le permitió trabar varias amistades con la flor y nata de la intelectualidad de aquellos años, como Carmen Laforet, José Hierro o Camilo José Cela. Su inmersión formativa se desarrolló en el Círculo de Bellas Artes y en la Escuela de San Fernando. Los pintores Benjamín Palencia y Daniel Vázquez Díaz fueron sus dos principales referentes y, en gran medida, artífices de que su obra haya alcanzado la grandeza de lo perdurable.

Su aprendizaje intuitivo y vivencial sentó las bases de su posterior y resonante trayectoria. En 1954, su nombre figura en “38 artistas jóvenes”, una publicación del Departamento de Cultura de la Delegación Nacional de Educación que da cuenta de las promesas más destacadas en la pintura española. María Antonia Dans disfrutó de varias bolsas de viaje del Ministerio de Educación Nacional, participó en tres ediciones de la Bienal Hispanoamericana y en 1959 viajó a Pisa, Florencia y Roma gracias a la beca March. A finales de ese año celebró su primera gran exposición en la sala Prado del Ateneo de Madrid, un hito que marcaría el inicio de su plenitud, según su biógrafo Luis María Caruncho.

El mural “Labradoras”, obra de María Antonia Dans

María Antonia Dans gozaba de cierta reputación cuando recibió el encargo del mural que, a duras penas, se conserva actualmente en el edificio que estuvo llamado a ser el consistorio de Ribadelago. Titulado “Labradoras”, fue elaborado entre 1965 y 1970 y sus dimensiones son 245 cm x 445 cm.

Se trata de una pintura al fresco que muestra una escena protagonizada por varias mujeres campesinas. A priori, llama la atención la total ausencia de cielo, lo cual constriñe la representación a una sola dimensión, la terrenal o más propiamente humana. El contraste cromático que se advierte entre el primer plano, rebosante de verde esmeralda, y las diferentes gamas de amarillo cadmio que se atisban al fondo, acentúa la profundidad de toda la composición. En la parte central se advierte la presencia de dos mujeres con rasgos manifiestamente galaicos, embozadas con ropajes humildes en azul cobalto y un paño anudado a la cabeza, ligeramente más oscuro. Una de ellas representa una maternidad, habida cuenta del pequeño zagal que sostiene entre sus manos. A su izquierda y más próxima al espectador, aparece una hortelana sentada sobre una banca, acaparando un cesto de mimbre que guarnece una pequeña recolección de hortalizas. 

Al fondo, se observan varias mujeres inmersas en la recogida de heno, en base al almiar o apilamiento de paja que se sitúa en la parte superior izquierda y un “carro del país” plasmado en tonalidades ocre, fácilmente identificable por la silueta cónica de su rueda.

En líneas generales, este mural destaca por su acentuado cromatismo, el suficiente como para no incurrir en demasiado énfasis ni artificio. María Antonia Dans lo compuso desde la introspección, puesto que la luz elegida no se corresponde con la insolación habitual de la región galaico sanabresa, proclive a deparar ambientes tenues y brumosos. Otro aspecto digno de mención es el tono de simplicidad que opta para representar las figuras. Sus rostros aparecen tímidamente esbozados, lo cual dota de un “cándido aire escolar” al mural en su conjunto, como advirtió Emilio Romero.

Por fortuna, todo apunta a que el Museo de la Memoria de Ribadelago se hará realidad. Tal vez sea la ocasión más propicia para poner en valor este mural pictórico.

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