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LUIS DEL VAL | ESCRITOR, PERIODISTA Y EXPOLÍTICO

“Un golpe de estado planeó matar a Felipe González y a los reyes en Galicia”

“Desde hace unos años, percibo que la clase política en España vive inmersa en un sistema endogámico que no puede funcionar al servicio de la sociedad, porque desconoce la sociedad”

Luis del Val

Sus recuerdos de niño de la posguerra se entremezclan con las experiencias de la vida parlamentaria durante la Transición en “Memoria y olvido” (Espasa), el nuevo libro que Luis del Val presentará el próximo 22 de marzo en el MARCO de Vigo, en acto organizado por el Club FARO, donde demostrará una vez más que, además de fino estilista de la pluma, es también un orador de esos que deseas que nunca terminen.

Nacido en Zaragoza en 1944, desde muy joven se decantó por el periodismo donde, aunque su trayectoria profesional está estrechamente vinculada la radio, también ha trabajado en prensa y televisión. En el breve período que dedicó a la política profesional fue, entre otras cosas, diputado en la legislatura constituyente y director general de Cooperativas en el Ministerio de Trabajo.

-Su libro se titula “Memoria y olvido”¿Ha tenido que hacer un gran esfuerzo para no incluir historias que más le ha valdría haber olvidado?

-No, porque yo nunca pretendí hacer un libro de ajuste de cuentas, algo que me parece muy desagradable. Las cosas desagradables no las olvidas, las apartas y están en la memoria ocupando el lugar que le corresponden. Y no, no me ha costado ningún esfuerzo. He contado las cosas que quería contar y lo he hecho sin premeditación ni alevosía, según me iban saliendo.

-¿La vida no es lo que fue sino como se recuerda?

 -La vida es lo que es, lo que ocurre es que el pasado, la memoria, es un espejo retrovisor que sirve para no confundirte en la dirección que estás tomando.

-Aunque durante un breve período de tiempo, usted ejerció como maestro de escuela.¿Un buen maestro está por encima incluso de las leyes de la enseñanza?

- Las leyes no suelen ayudar mucho al buen maestro, porque han olvidado algo que los divulgadores de la religión supieron plasmar y sintetizar de una manera muy atinada, y es que las potencias del alma son tres:memoria, entendimiento y voluntad. En la enseñanza hay que contar con las tres y ahora resulta que a la memoria se la desprecia, a la voluntad no se la aprecia y, en cuanto a la inteligencia, semeja que la consigna es adaptarse al menos inteligente…Se están despreciando cosas que son muy importantes, sí. Eso de que no se puede suspender a un niño aunque lo merezca es absurdo.La educación tiene que ser un ejercicio constante, un aprendizaje permanente que está lleno de frustraciones. Sufrir frustraciones en la escuela nos prepara para estar adaptados a las frustraciones que forman parte de la vida. Un joven no puede estrellarse porque la primera, la segunda o la tercera entrevista de trabajo le hayan salido mal.

-Niños de la posguerra, como usted, junto a jóvenes de la guerra, fueron los políticos que hicieron la Transición.¿De no haber vivido la posguerra -y la guerra- nos hubiese salido una Transición tan modélica?

- Yo creo que en la Transición fue muy importante la responsabilidad. Por ejemplo, Santiago Carrillo, ya a finales de los años 60, proclamó la reconciliación nacional, la necesidad de acabar con las dos Españas. Esa generosidad de la gente que conoció la guerra, junto a la experiencia de las personas que conocieron la dictadura por dentro, fueron las que hicieron posible la Transición. Y hay, por supuesto, un tercer factor que no se debe obviar: los planes de estabilización que llevaron a cabo los llamados ministros tecnócratas del Opus Dei, que fueron quienes convencieron a Franco de que una peseta no era igual que un dólar. A partir de ahí, España dio un salto adelante hacia un desarrollo tremendo, impresionante. Y eso fue lo que, en la fase ya de la dictablanda, hizo posible la aparición de una ancha capa social surtida por las clases medias. Sin la clase media que existía ya en 1975 no hubiese sido factible la Transición, como tampoco una Revolución, porque las revoluciones estallan cuando no hay clases medias y el tejido socioeconómico está formado únicamente por los que tienen mucho y los que no tienen nada.

El escritor y periodista Luis del Val.

El escritor y periodista Luis del Val. ESTEBAN PALAZUELOS CAMACHO

-Citaba usted la responsabilidad de los políticos de la época, pero ¿y el miedo?

-Sí, claro, también hubo miedo. Hoy en día España tiene un ejército muy moderno, cuyos mandos tienen una formación y una visión mundial superior incluso a las de los ejecutivos de las grandes empresas. Pero, a mediados de los 70, aún teníamos un ejército heredero del africanismo y que venía de una dictadura. Sus mandos eran muy flojos, los oficiales estaban muy politizados y la clase suboficial era de chiste, como cualquiera que hubiese hecho el Servicio Militar en aquellos años sabe muy bien. Y claro que había miedo, y un miedo fundamentado. Porque entre 1979 y 1985 se prepararon hasta cuatro intentos muy serios del golpe de Estado: la Operación Galaxia, el 23-F, el golpe de los coroneles (nada más tomar posesión Felipe González) y, por último, aquel zambombazo que se preparaba para un Día de las Fuerzas Armadas que se celebró en Galicia, en A Coruña concretamente.

-De este último se sabe poco.

-Claro, al igual que del golpe de los coroneles. Ambas intentonas se taparon sobre todo para que no se conociesen en Europa. Para ese golpe, el de A Coruña en 1985, se había comprado un local en la calle donde iba a pasar el desfile y, desde allí, se abrió un túnel. El objetivo era estallar una bomba con el objetivo de hacer saltar por los aires a Felipe González, al rey Juan Carlos, a doña Sofía y a todos los que estuviesen cerca de ellos. Ese fue el cuarto intento, ¡cuarto! Por eso, cuando ahora te viene un profesor auxiliar de Facultad sin experiencia de nada, y con apuntes de primero de comunismo vintage, a decir que lo del 78 fue una fanfarria…. ¡Es que no tienen ni puñetera idea de lo que costó la Transicion! Y, por si fuera poco, aparte de a los golpistas, también teníamos a los del “cuanto peor mejor”, a los de ETA, que cada semana mataba a alguien.

-En esos años, superada ya su confesada fase marxista de juventud, usted abrazaba a la socialdemocracia, la de Fernández Ordóñez que, a su vez, después fue abrazada por Felipe González. ¿Le queda mucho de aquel Luis del Val socialdemócrata?

- Sí, yo era un socialdemócrata convencido al que le gustaban los laboristas ingleses…Ahora mismo, soy socialdemócrata en lo social y liberal en lo económico, porque creo que hay que repartir las ganancias, sí, pero también hay que permitir que la sociedad cree riqueza. Los puestos de trabajo nunca los crea el Gobierno, los crean las empresas prósperas, y esas empresas, las que ganan más dinero, son las que tienen que tributar más impuestos para que, luego, la parte socialdemócrata del Gobierno pueda hacer aquellas reformas de asistencia social que se necesitan.

Ha publicado 17 libros alternando la ficción con la crónica periodística, y recibido numerosos premios tanto en el campo de la comunicación como en el de la literatura. En la actualidad, es colaborador habitual de la cadena Cope…y sigue escribiendo. No se puede aprobar a un niño que merece suspender con el pretexto de que puede “frustrarle”. La vida está llena de frustraciones y eso hay que aprenderlo ya en la escuela”

-¿Va en serio eso que cuenta en el libro de que Francisco Fernández Ordóñez pudo haber sido presidente del Gobierno o simplemente fue algo que se le pasó un por la cabeza a usted y algunos de sus amigos?

-Fue un posibilidad real. En las elecciones de 1979, el PSOE creía que iba a barrer, pero resultó que UCD no solo ganó, sino que sacó muchos más diputados de los que se preveía. Pero si ninguno de los dos hubiese obtenido una mayoría holgada, la única salida viable en aquel momento era Paco Fernández Ordoñez, porque era el único que hubiese sido aceptado por por ambos partidos.

-¿Cuál es el político de la Transición de quien, tras conocerle, cambio totalmente la idea, que tenía sobre él?

-Podría citarte varios: Carlos Robles Piquer, Rafael Calvo Ortega y, por supuesto, Adolfo Suárez. Pero me quedo con uno: Rodolfo Martín Villa. Confieso que no he conocido a una persona más honesta, más trabajadora, con mayor conocimiento y con más vocación de servicio público que Rodolfo. Con él, y con los otros que he citado y algunos de los que no, aprendí mucho y me di cuenta de que el servicio público es la esencia de la política, y que la política no es solo el afán del poder por el poder.

-Los políticos que nos representan actualmente, en el Gobierno y en la oposición, han salido de la sociedad. ¿Tenemos así pues los políticos que nos merecemos o la clase política es una especie aparte?

-Pues verás. No de ahora, sino durante los últimos años, he observado que la formación de la clase política de todos los partidos está bajando el tono, es decir, que al contrario de lo que ocurre en otros ámbitos, en los partidos políticos el nivel es cada vez más bajo, tan bajo que me resulta aterrador. La dinámica que sigue la actual política española es la de, pongamos como ejemplo, el típico chico que estudia Derecho, o Ciencias Políticas, o Económicas, o lo que sea, que se afilia a las juventudes de un partido, que a los 22 años sale de concejal, que a los 30 es diputado autonómico, y a los 35 diputado en Cortes….O sea: que en su vida no ha tenido nunca una entrevista de trabajo. La clase política en España está inmersa en un sistema endogámico que no puede funcionar al servicio de la sociedad porque desconoce la sociedad.

“Hice periodismo porque quería ser nobel de literatura”

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-Su literatura está surtida de ternura, de nostalgia, de humor… y un tanto así de, con perdón, “mala leche”. ¿Le refleja a usted como persona?

-No lo sé. Yo empecé a escribir para entender la vida, cuando supe que, como cualquier ser humano, también algún día me tendría que morir. Somos el único ser viviente que sabe que se va a morir y eso ya nos hace muy especiales, esa es nuestra grandeza y nuestra miseria. Y es un faceta que cada uno asimila de una manera íntima, filosófica, racional, sentimental… o una mezcla de todo. Pero es tremendo y, como resulta tan desconcertante, pues a mí, por ejemplo, escribir novelas me ha evitado ir al psiquiatra, porque las novelas, a diferencia de periodismo, me permiten inventar las cosas que suceden.

- ¿Pero usted no es entonces de los que se hizo periodista porque le gustaba escribir?

-No exactamente. Te confieso, y creo que es la primera vez que lo hago en público, que lo que yo quería ser ya desde niño era premio Nobel de Literatura, pero enseguida me di cuenta de que era muy difícil que publicaran mis libros si nadie me conocía, y si no me publicaban, pues no me pagaban. Así que los únicos sitios que yo encontré donde me podían pagar por escribir eran los periódicos y la radio. En aquel tiempo pensaba que sería una etapa coyuntural de mi vida, que duraría hasta que me diesen el Nobel pero, como ya se sabes, en España los aspectos coyunturales se convierten en eternos. De manera que en el periodismo me quedé y aquí estoy. Y no, no he conseguido el Nobel, pero ahora que se me han pasado las vanidades puedo afirmar que estoy muy contento de haber visto la vida a través del Periodismo en silla de pista, en primera fila, y de haber podido publicar aquellas cosas que a mí me satisfacía ver publicadas.

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