Recibe diferentes nombres. Pitahaya, pitaya, dragon fruit o picajón, entre otros. Su origen no está claro, aunque de forma silvestre se sitúa en México, Colombia, América Central y las Antillas. No obstante, su cultivo se extiende a muchas otras zonas del planeta –incluida España– y gana cada vez más adeptos por los valores nutricionales que se le otorgan. A pesar de su peculiar aspecto se come como cualquier otra fruta, partiéndola por la mitad y retirando la pulpa con cuchara.
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La fruta del dragón es una cactácea con diferentes tonalidades en la corteza y en la pulpa que pueden ir desde el carmesí en el exterior al amarillo, pasando por el blanco o el rojo en el interior. Dentro, su carne está salpicada de pequeñas pepitas negras comestibles, similares a un kiwi. Tiene forma ovalada, con escamas que le aportan su apariencia característica. Su sabor dulce y denso, con el toque justo de acidez hace que sea compañera de numerosos platos y que se haya hecho un hueco en los productos que marcan tendencia desde hace un tiempo.
Nutricionalmente, la pitaya es fuente de minerales –hierro, magnesio, fósforo, calcio…–, vitaminas –C y del grupo B– y posee proteína vegetal y fibra soluble. Las semillas aportan ácidos grasos Omega 3 y Omega 6 y aproximadamente un ochenta por ciento de su composición es agua. Es una fruta poco calórica, ya que cien gramos proporcionan 54 kilocalorías, parecido a un kiwi en la misma cantidad.
Cien gramos proporcionan 54 kilocalorías, parecido a un kiwi en la misma cantidad.
En la cocina es producto versátil que puede acompañar ensaladas, cócteles o ser protagonista de refrescos, helados, mermeladas, gelatinas, yogures, bizcochos o galletas. Pone color a cualquier plato por eso se utiliza como guarnición llamativa y, para intensificar su sabor, una opción es rociar unas gotas de limón a la pulpa y combinarla con otras frutas como sandía, lichi, mango o papaya. También puede aderezarse con mariscos o pescados. Otras opciones son deshidratarlas al horno y laminarlas, de forma que queden parecidas a unas vistosas patatillas o emulsionar su jugo para agregarlo con otras preparaciones.
La planta es un llamativo cactus de hermosa flor, efímera, que puede llegar a medir veinte o treinta centímetros y abre de noche orientada hacia la luz de la luna. Se poliniza por insectos nocturnos o de forma manual y unos treinta y cinco o cuarenta días después el fruto está listo para ser recolectado.
En el jardín es una cactácea que se adapta bien a los suelos, que deben ser mejor arenosos y con buen drenaje. Necesita luz y poca agua y enraíza bien por esquejes. Produce frutos de otoño a primavera.
Tradición: fruta ritual
La pitaya se consume desde tiempos prehispánicos. Su cosecha se celebraba preparando colonche, una bebida a base del jugo y otras plantas que se dejaba fermentar en olla de barro.
Flor: belleza de una noche
Del cactus sale una hermosa flor blanca o rosada y perfumada que abre al caer la tarde, por eso se le conoce como Flor de Luna o Reina de la Noche. Al día siguiente se marchita con la luz del sol.
Usos: medicina tradicional
El jugo del cactus se ha usado en la medicina tradicional americana por sus propiedades cicatrizantes. También como compuesto para elaborar champús y tratar problemas de piel.