Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los últimos testigos de la Guerra Civil

Torras estuvo en varios frentes de la Guerra Civil, Alonso Montero vivió el final de la contienda en Ribadavia y González Solla sentencia: "Ojalá que nunca se repita un conflicto como aquel"

Los últimos testigos de la Guerra Civil

"La guerra ha terminado". Así titulaba a toda plana Faro de Vigo su edición del domingo 2 de abril de 1939. El día anterior se había puesto fin a un conflicto bélico fratricida que a o largo de casi tres años se cobró la vida de más de medio millón de personas, aunque las cifras exactas siguen siendo motivo de discusión. En Vigo se organizó ese domingo una procesión con antorchas para celebrar el final de la guerra y unos días más tarde, el 17 de abril, desfiló por las calles de la ciudad el Batallón del Regimiento de Zaragoza. Finalizaba el conflicto bélico entre la alegría de los vencedores y la sensación de derrota de otra mucha gente. Empezaba -para unos y otros-, una dura posguerra marcada por el hambre .

Ochenta años después, cinco gallegos que fueron testigos de aquellos hechos rememoran cómo vivieron el final de la Guerra Civil.

El escritor y académico Xesús Alonso Montero tiene una excelente memoria, hasta el punto de que recuerda con detalle cómo vivió las fechas previas y posteriores al 19 de abril de 1939. Tenía entonces diez años y vivía con sus padres y hermanos en Ventosela, una aldea próxima a Ribadavia, a donde se habían desplazado desde Vigo en enero de 1938.

Del final de la Guerra Civil recuerda Alonso Montero que en cierta ocasión "llegó a la escuela donde yo estudiaba uno de los hombres ricos de la aldea, que era falangista, y dirigiéndose al maestro le dijo: don Máximo deje salir ahora mismo a los niños para celebrar que acaba de caer Madrid". Según el escritor vigués, "se trataba de una noticia falsa, pues Madrid todavía no había caído en manos de las tropas de Franco. Algo similar había pasado con la toma de Barcelona. Ese mismo falangista se acercó a la escuela para que saliéramos a celebrar esa victoria militar y se me quedó grabada la expresión que utilizó y que parece el título para un artículo de hoy mismo: Barcelona es de España".

Como esas situaciones se repitieron un par de veces, Xesús Alonso Montero cree que una de ellas fue probablemente en los días posteriores al 1 de abril de 1939. "Yo creo que asistí dos veces a la caída de Madrid. Salíamos de la escuela -comenta- y nos dirigíamos a casa de un vecino, el señor Alfredo "o Cereiro", que tocaba el acordeón. Los chavales desfilábamos detrás de él a los sones del acordeón por los caminos de la aldea, con la alegría propia de unos críos de pocos años que aquel día no tenían clase ni castigos del profesor".

En cuanto a la situación posterior al final de la guerra, el escritor y académico vigués critica el apoyo que la Iglesia prestó al franquismo, una situación que califica de clerocracia. "Yo no tengo nada contra las personas que tienen sentimientos religiosos -apunta Alonso Montero-, y si un día llego a ser presidente de la III República española, a esas personas no solo las admiraré, sino que perseguiré a los que persigan a esas personas. Pero lo que no es tolerable es la clerocracia. Recuerdo que los domingos, los chavales de la aldea teníamos que ir a misa a la iglesia parroquial y el profesor pasaba lista para saber los que no iban. No era para tomar represalias con los alumnos, sino para comunicar a las autoridades civiles el nombre de los padres de esos niños".

Añade Alonso Montero que a partir del año 43 "las cosas fueron amainando, en parte por el triunfo de los comunistas en Stalingrado sobre los nazis. Pero en aquellos primeros años tras el final de la guerra, yo, como cientos de miles de niños de toda España pasamos por esa experiencia de la clerocracia; por eso tengo clerofobia a ese tipo de clero".

Generoso Álvarez Seoane tenía entonces 15 años y cursaba 6º de Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Tui. Este doctor en Ciencias Químicas conserva recuerdos muy nítidos "de todo el periodo nefasto de la Guerra Civil y particularmente de aquel mes de abril de 1939". Comenta, entre otras cosas, la alegría que le produjo el final de la cruenta guerra fraticida "en la que estuvimos sumidos durante casi tres largos años. Esta alegría por la terminación de la guerra se manifestó con motivo del desfile de las tropas que regresaban a Tui desde los frentes, aunque en todos quedara el rescoldo del dolor que supone la guerra entre hermanos. En el colegio nos dieron permiso para presenciar el desfile en el Paseo de la Corredera. Aquel desfile nos recordaba la conocida Marcha Triunfal de Rubén Darío que acabábamos de leer en nuestro texto de Literatura. Ahora había que intentar volver a la normalidad, a la vida ordinaria, de la que no habíamos disfrutado desde hacía largos años".

Dentro de aquel ambiente de alegría por el final de la Guerra Civil, recuerda el doctor Álvarez Seoane un suceso triste, entre otros muchos, que se produjo justo al finalizar la guerra. "El teniente guardés Enrique Lamas González, 'Quique', había sido víctima de una bala perdida en el frente de batalla, cuando la tranquilidad era casi absoluta. Había sido la última baja del batallón en el que estaba incorporado. Muchos de los estudiantes guardeses que estábamos en Tui fuimos a presenciar el cortejo fúnebre que se organizó en la ciudad, antes de seguir a su localidad natal de A Guarda".

Generoso Álvarez, que ahora cuenta 95 años, comenta que al leer los periódicos se pone muchas veces de mal humor por las inexactitudes que aparecn cuando se habla de aquel periodo trágico. Cree que ahora "quizá la mayoría de la población no tiene una información clara y veraz de lo ocurrido", y confía en que, "con el paso del tiempo, la historia objetiva pondrá las cosas en su lugar".

A sus 106 años, el pintor vigués Luis Torras recuerda muchas cosas de aquellos años, aunque no le gusta hablar de la guerra. Y es que fue movilizado durante la contienda civil en el frente Norte y recibió dos heridas de bala; una de ellas estuvo a punto de acabar con su vida y le dejó medio sordo. "La guerra me pilló en Vigo -señala- como me pudo haber cogido en Barcelona o en Madrid? qué tenía yo que ver con la guerra. No tengo ganas de recordar. Aquella situación no tenía nada de agradable; fue algo terrible y no se lo deseo a nadie; quiero olvidarme de aquellos recuerdos".

El comienzo de la guerra civil interrumpió los estudios de Bellas Artes que Luis Torras había iniciado el año anterior en Madrid. ¿Por qué tenía que disparar a gente que estaba enfrente por el simple hecho de haberle coincidido estar en otra zona? Él fue movilizado por las tropas de Franco en Vigo, pero si la guerra hubiese comenzado un mes antes estaría aún en Madrid y le hubiera movilizado el Gobierno de la República.

Añade el veterano artista que a él le obligaron a participar en una guerra que no era la suya ni la de la mayoría de los españoles, y se muestra crítico con los políticos de ambos bandos que propiciaron el enfrentamiento. "Nosotros qué teníamos que ver con eso. La verdad, prefiero no recordarlo porque las pasamos canutas; de un lado y de otro. Hay locos por todos los lados? hasta me los encuentro en mi casa", concluye Luis Torras, con la risa de fondo de su inseparable María Jesús Incera.

El vigués José Luis Carballo había cumplido 13 años una semana antes del final de la contienda fratricida. Estudiaba en el Instituto y no tiene especiales recuerdos de aquellos días, salvo que "fueron momentos de alegría por el fin de la guerra". Con todo, el ex director general de Vitrasa y de Comercio de la Xunta matiza que, "aunque terminaba la guerra, venían unos años muy duros y de mucha hambre. En los años 40 y 41 faltaba el pan y los productos de primera necesidad".

Tras finalizar sus estudios en el Instituto, José Luis Carballo cursó la carrera de Perito Industrial. Después vendría una dilatada vida profesional, en la que destacó su labor en la formación de jóvenes para facilitar su acceso a las principales industrias de Galicia. "La guerra civil fue muy dura y marcó a toda una generación, y eso que en Galicia no hubo batallas como en otras zonas de España. De todas formas, las consecuencias las sufrimos todos", concluye Carballo, ex gerente del programa de Promoción Profesional Obrera (PPO) y director del SEAF, precedente del INEM.

José González Solla, uno de los referentes de la hostelería gallega, era un niño de Poio que estaba a punto de cumplir 9 años cuando concluyó la Guerra Civil. "Fueron momentos de alegría en la calle, pero yo tengo más recuerdos de cuando empezó la guerra, unos momentos muy duros para mí porque tenía pocos años y empezaba a encarrilar mi vida; son muy malos recuerdos", afirma el patriarca de "Casa Solla" y presidente honorario de la asociación Amigos da Cociña Galega. Añade que en aquellos años eran los estudios lo que reclamaba su atención. Al preguntarle por la dureza de la posguerra, González Solla comenta que en su casa no pasaron hambre porque su padre "se preocupaba mucho por sus hijos; se iba a las ferias con un carro tirado por un caballo y siempre nos traía de comer".

"Ojalá que nunca vuelva a repetirse una guerra como aquella. Es algo en lo que todos coincidimos, sobre todo los que lo vivimos más de cerca", concluye Solla.

Luis Torras - Pintor

"Prefiero no recordar; la guerra civil fue algo terrible"

Xesús Alonso Montero - Escritor y académico

"En el colegio nos mandaron celebrar antes una falsa toma de Madrid"

José Luis Carballo - Exdirector g. de Comercio

"Terminaba la guerra, pero venían unos años de mucha hambre"

José González Solla - Hostelero

"Nuestro padre nos conseguía comida en las ferias"

Generoso Álvarez Seoane - Doctor en Químicas

"Tenía 15 años y presencié el desfile de las tropas que regresaban a Tui"

Compartir el artículo

stats