Se trata de una desvocalización, es decir, de una intervención quirúrgica en la que se le cortan las cuerdas vocales a un perro. El disparate es de tal magnitud que, en muchos lugares de Asia, se realiza en plena calle anestesiándolos sobre la acera. En Estados Unidos, menos mal, la realizan los veterinarios en sus clínicas. Sin embargo y, afortunadamente, también son muchos los países que la prohíben, como el Reino Unido e, incluso, la mayoría de comunidades autónomas de España, aunque no todas.