Investidura

El PSOE contiene la respiración ante la negociación con Junts: "No sabemos cuánto hay de escenificación"

El expresidente Carles Puigdemon reunido en Bruselas con la cúpula de Junts.

El expresidente Carles Puigdemon reunido en Bruselas con la cúpula de Junts.

Iván Gil

Con optimismo, pero sin certezas. El PSOE afronta la negociación de la investidura con Junts, atascada en cuestiones técnicas de la ley de amnistía, conteniendo la respiración. La confusión se apoderó de los socialistas en las últimas horas al ratificarse que el acuerdo con Carles Puigdemont previsto para la tarde del jueves tampoco se cerraría este viernes. Todo ello, pese al intercambio de documentos y la presencia en Bruselas del número tres del PSOE, Santos Cerdán. “No sabemos cuánto hay de escenificación”, reconocía desde Madrid un colaborador del presidente del Gobierno en funciones que ha negociado con otros socios parlamentarios. Si la prolongación de las negociaciones tiene más que ver con una teatralización de Junts para capitalizar la ley de amnistía frente a ERC o si verdaderamente responde a la aparición de un nudo en el texto de la medida difícil de desenredar.

Fuentes socialistas cercanas a la negociación, que se desarrolla en Bruselas, hablaban por su parte de avances y posibilidad de acuerdo. Eso sí, poniendo en cuarentena los plazos previstos para la investidura. De la incertidumbre sobre el calendario daba cuenta este viernes a mediodía una diputada de Sumar, al asegurar que “mantengo el martes para dormir en Madrid, pero igual me lo voy a comer”. Desde el equipo de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, rebajaban las expectativas sobre el anuncio de una fecha en lo que queda de semana, al igual que los negociadores del PSOE. Al mismo tiempo, trasladaban la posibilidad de convocar el pleno con tan solo un día de antelación, con el precedente de lo que ocurrió en la investidura de Mariano Rajoy en octubre de 2016.

La intención de los socialistas era que se anunciase la fecha este viernes y fijar el plano de investidura para la próxima semana. Sin embargo, para activar este proceso se necesitaba registrar antes la ley de amnistía, como pago por adelantado a los independentistas. Es por ello que se han enfriado los planes para mirar ya a la semana del 13 de noviembre. De hecho, en la reunión de la Mesa del Congreso de este viernes se acordó habilitar a la presidenta del Congreso para fijar la fecha de investidura el día que considere hasta el próximo 27 de noviembre, cuando se disolverían las Cortes si antes no se forma gobierno.

El PSOE vuelve a la casilla de salida en lo que a las fechas de investidura se refiere. Hablar solo de la fecha límite para no presionar a sus interlocutores. La idea siempre fue evitar el órdago de establecer un calendario porque, según los negociadores del PSOE, “sería poner una pistola en la cabeza de Junts”. Pero tras dar el paso de alentar la posibilidad de celebrarla la próxima semana, el calendario se ha vuelto a poner en cuarentena. Al albur de que se llegue a un entendimiento con los posconvergentes. La pieza que falta para armar el puzle de la investidura.

La de ERC se encajó el pasado jueves tras acordar el traspaso de Rodalies, la condonación parcial de la deuda de la Generalitat o la continuación de la mesa de diálogo. Precisamente, algunos de los aliados parlamentarios del PSOE explican que el quiebro de Puigdemont “tiene más que ver con que ERC cerrase antes el acuerdo”. Un “ataque de nervios”, concluyen estas mismas fuentes.

En Ferraz son más cautelosos, tanto en público como en privado, por la imprevisibilidad que ha acompañado a las decisiones de Junts en los últimos años. Con todo, no dejan referirse al intangible de la “pugna” entre Junts y ERC como uno de los elementos a tener en cuenta para explicar la evolución de las negociaciones. Otros diputados de la confluencia catalana de Sumar, que conocen de cerca la competición entre republicanos y posconvergentes por la hegemonía electoral en Cataluña, lamentan que desde Junts “están pidiendo caso”. “Quieren protagonismo”, concluyen para advertir que la opinión pública no está para “teatrillos”. Sea como fuere, la última palabra en la ley de amnistía la tendrá Puigdemont. Los posconvergentes se garantizan su sello al posponer las negociaciones tras el pacto entre PSOE y ERC.

Cacofonía en Bruselas

Las informaciones llegadas desde Bruselas en las últimas horas, donde negocian los socialistas con Carles Puigdemont, acompañado del secretario general de Junts, Jordi Turull, tampoco contribuyen a despejar el velo de la confusión. Previsiones de anuncios o comparecencias que no se acaban produciendo y hasta cierta cacofonía sobre dónde estarían los escollos.

A la filtración de un mensaje de Turull criticando el pacto entre PSOE y ERC y asegurando que “no dejaremos a ningún soldado tirado” con “una amnistía para VIPS”, otros negociadores respondían que no se habían puesto nombres sobre la mesa para beneficiarse de la amnistía. Así lo trasladaban fuentes cercanas a los interlocutores y lo aseguraba en público el negociador de Sumar sobre la ley amnistía, Jaume Asens. Este último, en cambio, sí reconocía durante una entrevista en TVE que Junts quería una ley más “ambiciosa” de la pactada con los republicanos.

Lo que se presuponía como un acuerdo inminente dejó de serlo para enmarcarse en los próximos días. Sin horizonte temporal más que el 27 de noviembre. Hay tiempo, repiten los socialistas, pero sin con ello aplacar los nervios que se extienden tanto en el partido como entre los aliados con los que ya han firmado acuerdos para la investidura. La repetición electoral sigue siendo tabú y nadie en el PSOE menciona este escenario. Hay optimismo con que las negociaciones lleguen finalmente a buen puerto, aunque asumiéndose que los ritmos los marcará el expresident Carles Puigdemont.