"No me quería vacunar, por convicción, pero me vacuno porque nos van a obligar. No voy a a poder ir a la cena de empresa, ni hacer nada, por eso me la pongo". La explicación de Alba, valenciana de 33 años, que el viernes hizo casi tres horas de cola para ponerse su primera dosis de vacuna contra la covid-19 resume buena parte de las historias que estaban detrás de las decenas de personas que soportaron el frío de finales de noviembre para inmunizarse contra el coronavirus en el puesto de vacunación sin cita previa instalado por el Black Friday en la calle Xàtiva de València.

La cola a media tarde daba varias vueltas al espacio frente a la plaza de toros. Unas tres horas de espera para acceder a las carpas donde estaban vacunando solo dos enfermeras mientras una tercera tomaba los datos. Las tres con buena disposición pero con más trabajo que manos. La previsión se había hecho sobre experiencias anteriores, en las que apenas se habían puesto un centenar de dosis en un día. La diferencia con el viernes es que ahora el certificado covid está cerca de ser una realidad.

De hecho, la mayoría no estaban allí convencidos de las bondades de protegerse con la vacuna sino, más bien, les pesaba todo lo que iban a tener que dejar de hacer si no tenían el certificado covid este mes de diciembre, cuando está previsto que entre en vigor para entrar a bares, restaurantes, discotecas o para asistir a eventos si así lo autoriza el Tribunal Superior de Justicia. Era también la situación de Victoria, italiana que lleva en Valencia viviendo dos años. "No quería vacunarme pero me han aconsejado que lo haga por el certificado covid y aquí estoy", reconocía.

"Le tengo miedo a la vacuna"

Para Irene, de 21 años, también iba a ser su primer pinchazo. En su caso necesita el certificado covid para poder estudiar fuera y reconoce que si no fuera por eso, no se hubiera vacunado. "Tengo miedo a la vacuna. He pasado dos veces la covid, lo he pasado mal pero le tengo más miedo a la vacuna. He oído muchas cosas y tampoco he tenido nadie cerca que haya muerto. Supongo que tenemos miedo a lo que vemos", convenía, muerta de frío y de miedo en la cola.

También había muchas primeras dosis de jóvenes que no se habían podido inocular antes por cuestiones médicas o personales, pero sí estaban convencidos de hacerlo. Era el caso de Miguel, de Andrés o de Josefina y sus dos hijos que llevan apenas dos meses en Valencia tras llegar de Venezuela. Allí, imposible inmunizarse. Ya fuera los que iban por convicción u obligación, la mayoría de las primeras dosis eran del perfil de los que menos se han inmunizado hasta ahora: los treintañeros, veinteañeros y adolescentes, por este orden y que conforman buena parte de la bolsa de 395.000 valencianos que no tienen ni una dosis.

Junto al gran grupo de los que acudían por primera vez, también había haciendo cola muchos valencianos que habían ido para acortar plazos y ponerse su segunda dosis o la de refuerzo tras haberse inmunizado con Janssen o incluso para conseguir el ansiado 2/2 que quieren ver los responsables de aduanas de EEUU o Reino Unido en el certificado covid para dejarles entrar. En estos casos, casi todos tenían historias calcadas sobre los días que llevaban esperando para que les dieran cita en sus centros de salud, sin éxito.

Y mientras la cola no paraba, miles de preguntas a una cuarta sanitaria desplazada al lugar: ¿Va a haber dosis para todos? ¿Es solo esta tarde? ¿No seguís el fin de semana? Muchos prefirieron dejar la cola tras saber que lo podían volver a intentar el próximo día 3 y 4 en la Ciutat de les Arts.