José Luis Martínez-Almeida, el alcalde de Madrid, se reveló esta primavera, apenas un año después de llegar a la primera línea de la política, como uno de los puntales del PP. En las peores semanas de la pandemia, en marzo y abril, llamaron la atención su relación con la oposición en el Ayuntamiento capitalino y su decisión de pedir "unidad" en vez de encharcarse con críticas al Gobierno. Su perfil fue cogiendo fuerza por contraste a su jefe de filas, Pablo Casado, que ha mantenido una posición beligerante ante los fallos de gestión de Pedro Sánchez desde la misma tarde que se anunció el estado de alarma.

Almeida vive su "momentum", una temporada dulce en la que capta la atención de los medios y todo le sale bien. Casado ha querido aprovechar su empuje para llenar el hueco que ha dejado Cayetana Álvarez de Toledo después de haberla invitado a dejar la portavocía en el Congreso por mostrarse como un verso libre (demasiadas veces). El presidente de los conservadores ha creado para Almeida el cargo de portavoz nacional del partido, en un intento de capitalizar su popularidad, intentar demostrar que apuesta por la moderación y, según algunos amigos del alcalde, atarle en corto.

"Está claro que, dentro del PP, lo vemos como un hombre de futuro", afirma un diputado cercano al alcalde, que señala la debilidad de Casado tras perder dos elecciones generales, su fracaso en la apuesta que hizo por Carlos Iturgaiz en Euskadi y su pulso soterrado con Alberto Núñez Feijóo. "Ahora Almeida tendrá que opinar de todo y corre el riesgo de quemarse, eso es así. Le ha colocado un techo de cristal aunque él no tiene ese tipo de ambición", añade.

Abogado del Estado, empezó de la mano de Esperanza Aguirre, que le nombró primero director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad (2007-2011); secretario general del Consejo de Gobierno (2011-2013), y, después, lo metió en las listas de las municipales (2015). La relación que tenían era muy buena, comentan esas fuentes, labrada durante horas en el Real Club de la Puerta de Hierro. "Almeida es ambicioso y le gusta quedar bien con el jefe o jefa de turno. En Madrid, primero quiso gustar a Aguirre y lo consiguió. Cuando ella cayó, él cedió ante las indicaciones de Cristina Cifuentes, entonces presidenta del Ejecutivo regional y del PP autonómico. Y ahora dirá que 'sí' a todo lo que le proponga Casado", cuentan esas fuentes.

Apuntan un episodio en el que sustentan sus afirmaciones. Al entrar en la cárcel Ignacio González, en abril de 2017, Aguirre dimitió de su cargo como portavoz en el Ayuntamiento y quiso dejar de sustituto a Íñigo Henríquez de Luna, su número dos. Cifuentes pidió a Almeida que diera un paso al frente para que fuera él quien capitaneara el grupo. Se convocó una votación interna y, según esas fuentes, ganó por dos votos. Ayudó a acabar con el aguirrismo pese a que había crecido en su seno. ¿Maledicencias?

Fuentes del equipo de Almeida desdeñan cualquier maniobra de Casado para coartar su evolución, recuerdan el caso de Mariano Rajoy y cómo puso a su persona de confianza, Soraya Sáenz de Santamaría, de portavoz del Gobierno y creen que no hay voluntad de que se queme ante los medios "porque él ya opinaba de todo". "Es un hombre de Casado", proclaman en la calle de Génova, quitando importancia a las maledicencias. El tiempo lo dirá.