El cese de Alfonso Alonso es para muchos dirigentes del PP el daño colateral de una batalla más grande que se está librando, por ahora con sordina, en el partido. Diputados y altos cargos de la formación en Galicia y en el País Vasco afines al exministro consideran que la destitución de Alonso es un mensaje para Alberto Núñez Feijóo. Ambos barones fueron los únicos que, con el apoyo puntual de Juan Manuel Moreno desde Andalucía, alzaron la voz para pedir a Casado que no derechizara al partido y no se olvidara del centro. De los tres, Alonso era el más débil. Ni gobernaba ni tenía el peso suficiente dentro del PP vasco, tradicionalmente dividido entre los moderados, a los que él representaba, y el ala dura. Su desplante al negarse a acudir a una reunión en Madrid para sellar la coalición con Cs en Euskadi, fue visto en Génova como un "desaire", pero también como una amenaza, cuando después de ese choque Núñez Feijóo salió en su defensa.

"¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Cómo ha ocurrido? ¿Y cuál es el contenido y el alcance de todo lo que ha ocurrido? Comprenderán que yo esa información no la tengo. Lo que quiero es que se haya acertado en esa decisión. Es lo que buscamos y esperamos", dijo ayer Feijóo, que reiteró su "admiración política y personal" hacia Alfonso Alonso, así como el "afecto, simpatía y admiración" que siente por Carlos Iturgaiz, "un viejo amigo".