"No hay nada más que lo que él contó en vida". Pedro Armada Díaz de Rivera es el tercer hijo de los diez que tuvo Alfonso Armada Comyn, el general juzgado y condenado por la intentona golpista del 23-F de 1981 y fallecido el pasado 1 de diciembre, a los 93 años. Este jesuita, en la actualidad superior del Colegio Apóstol Santiago de Vigo, ha accedido a hablar acerca de un posible legado documental de su padre. "Ya me gustaría a mí que hubiera dejado algún testimonio, pero es que no hay nada", afirma.

Pedro Armada sí reconoce que un miembro de la familia le dijo tras el fallecimiento de su padre: "Si alguien te pregunta si Alfonso ha dejado algún papel, di que sí y que pregunten en el Palacio de la Zarzuela". Pero "fue un comentario irónico", apostilla. No obstante, dicho comentario apunta a lo que se ha considerado el núcleo de la actuación del general Armada, a saber: en qué medida se sintió respaldado por el Rey Juan Carlos en sus pasos previos al 23-F. Las investigaciones periodísticas han apuntado a que se estaban tramando varios "golpes" al mismo tiempo, aunque entre ellos descollaba el de Tejero-Milans (y con mayor o menor conocimiento del CESID, el centro de inteligencia español, cuyo papel nunca ha sido esclarecido del todo).

Aparte del golpe Tejero-Milans, se ha formulado la hipótesis de un "golpe blando", una salida al "estilo De Gaulle", por la que un constitucionalista, un juez o un general -el "elefante blanco", según la terminología del propio día del asalto al Congreso-, se pondría al frente de un gobierno de concentración en aquel febrero de 1981, probablemente el momento más duro de la historia contemporánea de España, con una fuerte crisis económica, con la banda ETA en su apogeo y con la dimisión del presidente Suárez sobre la mesa. Que ese Gobierno lo presidiera un general tenía la función de aplacar al Ejército, todavía de espíritu franquista e inquieto y golpeado por ETA.

En ese marco, el Rey y Armada mantuvieron una reunión el 13 de enero de 1981, unas semanas antes del 23-F y a continuación de que el general hubiera sido nombrado segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército (JEME). En efecto, el general había retornado a Madrid tras unos años con destino en Lérida, una especie de exilio que había comenzado en 1977, cuando Suárez reclamó al Rey que cesara a Armada como jefe de su Casa. Pero, cuando en diciembre de 1980, el Rey acepta la dimisión de Suárez, una de las consecuencias será que Juan Carlos traiga de nuevo a su lado a Alfonso Armada como segundo JEME.

Los altos mandos del Ejército, que no se hablaban ni con el vicepresidente Gutiérrez Mellado ni con Gabeiras, número uno del JEME, apreciaban a Armada y le consideraban el militar más próximo al Rey. Pedro Armada, en una entrevista publicada en 2011 (en el trigésimo aniversario del 23-F), relataba que su padre "va el día 13 de febrero a la Zarzuela e informa al Rey de todo lo que se comenta, que también salía en todos los periódicos, lo que llamaban ruido de sables en los cuartos de banderas". Pedro Armada evoca hoy cómo, durante el juicio militar del 23-F, "mi padre pidió permiso al Rey para hablar de esa reunión durante la vista pero le dieron un no absoluto".

Fue esa negativa de la Casa del Rey la que acentuó aún más la hipótesis de que Armada había actuado contando con una cierta simpatía del Rey hacia una salida a la crisis política mediante un gobierno de concentración (que, sin embargo, hubiera sido un movimiento inconstitucional).

El Rey, "como un hijo"

Por su parte, en consonancia con aquel veto de la Casa del Rey, Alfonso Armada jamás detalló nada de su entrevista con el monarca más allá de relatar que le había hablado de la inquietud de un Ejército golpeado por ETA y descontento con Suárez (algo que se había marcado a fuego en los sectores más ideologizados desde 1977, cuando el presidente autoriza la legalización del Partido Comunista). A Alfonso Armada se la atribuye haber dicho, no obstante, que "el Rey es como un hijo para mí y a un hijo se le perdona todo", frase que su hijo Pedro Armada niega haber escuchado, aunque sí es cierto que "le tenía un cariño grande, y cuando se hablaba mal del Rey delante de él, mi padre se callaba y ya no volvía a intervenir en la conversación".

En la entrevista de 2011, Pedro Armada también juzgaba que "se dice que el Rey estaba detrás y que mi padre lo estaba defendiendo con una lealtad insobornable, pero yo creo que el Rey no estaba detrás porque no había nadie detrás de Tejero, ni siquiera Milans, que está ahí agarrado por el cuello porque Tejero le dice que él tiraba para adelante". El golpe del 23-F, el de Tejero-Milans, fue "una chapuza", declaró el propio Alfonso Armada en el treinta aniversario de los hechos.

"Hay una versión oficial y es que en la noche del 23-F mi padre fue al Congreso a proclamarse presidente del Gobierno, pero ¿lo hizo o no lo hizo?", reflexiona hoy Pedro Armada con el ánimo de exculpar a su padre, opinión que siempre ha manifestado. Una lista de nombres desvelada en 2006 por la periodista Victoria Prego daba credibilidad a que Armada entró en el Congreso con un papel en el que figuraban los futuros ministros del gobierno de concentración.

Pero la versión de Pedro Armada difiere: "En una estancia del Congreso, mi padre le dice a Tejero que libere a los diputados y le ofrece un avión y otras cosas. En un momento dado, mi padre saca un papel del bolsillo. Eso ha dado lugar a una historia que a él lo pone furioso: que le ofreció crear un gobierno de concentración. Mi padre dice que eso es no saber quién es él. El papel, pequeño, lleva escrito un teléfono que le había dado Milans a mi padre, una línea privada porque otras estaban cortadas. Tejero decía que no obedecía más que a Milans y mi padre le dice que llame a Milans". El hijo del general también argumenta que su padre nunca hubiera redactado una lista que contuviera el nombre de Santiago Carrillo. "Mi padre había hecho la Guerra Civil, y había estado en la División Azul; aunque respetuoso, no era precisamente Carrillo santo de su devoción".

Pedro Armada, que asistió a todas las sesiones del juicio del Tribunal Supremo Militar, sostiene que a su padre "lo condenaron a seis años por conspiración, pero sin hechos probados porque lo único que tenían es que había ido a Valencia. Fue con mi madre, una hija y el cuñado a ver una casa. Como él era un general con mando en la división de Urgell, Lérida, es costumbre avisar al capitán general del lugar al que se desplazaba. Milans lo invitó a comer".

"Me pregunto aún que hizo"

En el mismo juicio, "Milans declaró que mi padre le había dicho que el Rey estaba harto de Suárez y mi padre dice que puede ser que lo dijera, pero era verdad, era una cosa sabida. Pero eso no es una conspiración, y en ninguna de las reuniones probadas de Milans con Tejero o con otros está mi padre". El Tribunal Supremo, tras un recurso del Gobierno, elevó la condena de Alfonso Armada de seis a treinta años.

"Mi padre no se proclamó presidente, ni asaltó el Congreso, ni sacó tanques a las calles", recapitula hoy Pedro Armada, "pero muchas personas me han dicho que algo haría, y yo todavía me pregunto qué hizo". El jesuita añade que "el pobre dijo todo lo que sabía y lo que pasa es que nadie le creyó".

Alfonso Armada ha dejado dos libros: Recuerdos de Santa Cruz. Veladas con Jovellanos (2011), sobre la estancia del ilustrado en el pazo gallego de su familia en abril de 1811. A raíz de aquella visita, un Armada emparentaría después con una sobrina del prócer gijonés. Su otro libro fue Al servicio de la Corona (1983), de memorias. "Salvo esas dos obras y lo que dijo en vida, no hay más y yo creo que no se ha llevado ningún secreto a la tumba. Siento no poder dar más, pero es lo que hay. Lo siento, lo siento?", concluye Pedro Armada su relato.