Diez años después de la invasión de Irak, el recuerdo de la muerte del cámara de televisión José Couso y de su colega, Julio Anguita Parrado, reavivan la polémica sobre la conducta de las fuerzas de ocupación con la prensa y su libertad de información.

Aquel abril de 2003, en la vida de ambos reporteros se cruzó como una sombra un coronel del Ejército estadounidense: David Perkins, uno de los encausados en el proceso iniciado por los familiares de Couso, que denuncian un crimen de guerra.

Como coronel de la segunda brigada de la Tercera División de Infantería junto al general Buford Blount, se le imputa la ejecución de una estrategia de "amedrentamiento" a los periodistas a través del ataque al hotel Palestina, refugio de la prensa internacional.

El teniente coronel Philip de Camp, el capitán Philip Wolford y el sargento Thomas Gibson están procesados, además, por el disparo que el Abrams M1A2 hizo contra la planta 15 del hotel, en la que se encontraba la oficina de Reuters, cuyo cámara ucraniano Taras Protsyuk resultó muerto al igual que el jordano Tarek Ayub, de Al Yazira, cuya sede fue alcanzada previamente.

"David Perkins acaba de bajar del vehículo blindado en el que ha coordinado toda la operación y repasa los momentos más jugosos en un monitor de televisión de la cadena americana Fox News, que le acompañó en su momento de gloria", publicaba el 6 de abril de 2003 Anguita Parrado en el diario El Mundo.

"Rebobina una y otra vez para cerciorarse de que de aquel camión salían disparos y sus ocupantes fueron merecedores de su suerte", agregaba.

Esta era su descripción en la crónica para el rotativo por el que viajaba empotrado junto al Ejército de Tierra estadounidense en la "Sangrienta incursión de blindados de EEUU por las calles de Bagdad".

La posterior repetición del "reconocimiento a la fuerza" de las defensas de la capital iraquí en la operación denominada "Thunder run" tendría mortales consecuencias para ambos.

Anquita Parrado y el fotógrafo alemán Christian Liebig, de la revista Focus, fallecieron a causa del impacto de un cohete sobre el puesto de mando de la unidad a la que acompañaban, a unos 15 kilómetros del centro de la capital.

A pesar de la debilidad de sus líneas de aprovisionamiento y la vulnerabilidad del puesto de mando avanzado, el coronel Perkins, según historiadores y militares que han escudriñado esa operación, había decidido ocupar uno de los palacios presidenciales frente al hotel Palestina.

Su objetivo, como escribió Anguita Parrado en la crónica publicada en la víspera de su muerte, era hacer saber al mundo y a los iraquíes que "podemos entrar y salir de Bagdad a nuestro antojo".

Aquel 7 de abril, la llamada desde la redacción central de EFE en Madrid pretendía averiguar quién era el periodista español muerto en Irak junto a las tropas estadounidenses que anunciaba la televisión Fox News.

Para Bauluz, era evidente que si era español, era Julio, pues su amiga Mercedes Gallego de "El Correo", al igual que él, viajaba con los marines. Sólo Julio acompañaba al Ejército de Tierra.

El 28 de marzo fue el último día que hablé con él. Le llamé precisamente para saber si a él también los militares le requisaban el teléfono satélite de la compañía Thuraya que empleábamos para comunicarnos y compartir información, perspectivas y sobre todo verificar la envergadura de la derrota iraquí, recuerda.

Tras ese mazazo, al día siguiente recibí otro más. Madrid me llamaba para decirme que, según mi compañero en Bagdad Alberto Masegosa, los estadounidenses habían atacado el hotel Palestina y José Couso estaba entre las víctimas, en ese instante herido.

Aún recuerdo la cara de incredulidad de los oficiales de los Marines a quienes acompañaba cuando les expliqué lo sucedido: pensaban que sólo podía ser un error, rememora. EEUU no ataca los hoteles de los periodistas, le aseguraban.

Aquel día, Bauluz había decidido -por respeto a Julio- no titular "Breakfast in América", como la canción de Supertramp, su crónica sobre el oficial desertor del Ejército iraquí, momentáneamente obsequiado por su cooperación por los oficiales de inteligencia marines.

Probablemente él tampoco -afirma- hubiera imaginado nunca traicionar a Sadam Husein y menos aún pasarse al bando estadounidense en su propio país. Algo que no deja de ser un clásico en todas las guerras, resalta.

El caso de Couso nos resulta más doloroso porque era alguien cercano, pero al fin al cabo se suma a los otros miles de inocentes que también perdieron la vida por esa irresponsabilidad, afirma Masegosa.

Es absolutamente irresponsable poner en juego la vida de seres humanos con decisiones políticas que se toman en un despacho como si se tratara de un juego de niños cuando la guerra es la expresión de lo peor del género humano. En el mejor de los casos, es pura inconsciencia criminal, apostilla.