Seis agentes de la comisaría de Policía de Puente de Vallecas aseguraron ayer que los efectos recogidos el 11-M en la estación de El Pozo, incluida la bolsa de deportes que contenía una bomba, conocida como "la mochila de Vallecas", estuvieron siempre bajo vigilancia policial, y que la cadena de custodia no se rompió "en ningún momento".

Las distintas declaraciones de los agentes de la Policía Nacional que se encargaron de la custodia, traslado y del recuento de los objetos hallados en los andenes, entre los que se encontraba la famosa mochila de El Pozo que los Tedax explosionaron en un parque de Vallecas, dejó claro que en ningún momento se rompió la cadena de custodia y que, en todo caso, la mochila siempre estuvo bajo control policial. El misterio de la "teoría de la conspiración" sobre el origen de la mochila no es más que, a tenor de los testimonios, la descoordinación en el traslado de los objetos lógica en medio de una masacre como la del 11-M.

Tres de los seis policías de la comisaría de Vallecas explicaron que participaron en la retirada de las "bolsas de basura grandes, de color oscuro" en las que se introdujeron los efectos y que estaban "en dos montones" en los andenes de la estación de El Pozo, vigilados por los agentes que estaban allí.

Ninguno de los testigos fue capaz de precisar el número exacto de bolsas que recogieron -que estaban anudadas o cerradas con cinta de embalaje-, aunque indicaron que "posiblemente fueron más de diez", y señalaron que, tras llegar a la estación, después de las 15.00 horas del 11 de marzo, hicieron una cadena humana para introducirlas en las dos furgonetas en las que las trasladaron.

El agente que iba al cargo de la operación relató que en un primer momento les ordenaron trasladar las bolsas hasta la comisaría de Vallecas, donde, al llegar, según dijo, no les dejaron descargarlas y se dirigieron a su comisaría, aunque tampoco las depositaron en ésta, ya que les indicaron que las transportaran hasta el recinto ferial IFEMA.

Allí, según el relato de uno de los agentes, depositaron las bolsas en una zona acotada en el pabellón seis, que siempre estuvo vigilada, con cinta policial y con la identificación de "efectos personales de víctimas de El Pozo".

Preguntado por el abogado de la acusación que ejerce la asociación 11-M Afectados por el Terrorismo si cuando él estuvo custodiando esas bolsas "observó que algún policía de la escala superior de la ejecutiva o guardia civil o alguna persona abriese alguna de sus bolsas e introdujese dentro de ella alguna mochila azul", este testigo respondió que no.

Al regresar a la comisaría les dijeron que tenían que volver a buscar las bolsas y añadió que tras recogerlas de IFEMA, sobre las 20.30 horas, regresaron al centro policial de Puente de Vallecas, donde las depositaron en una habitación cerrada bajo llave y con un funcionario custodiando la puerta. En la comisaria, dos parejas de agentes se encargaron de realizar un inventario de los objetos.

La agente, que llevaba dos días en ese destino, relató que fue ella quien encontró una bolsa de deportes en la que había un teléfono móvil del que salían unos cables que estaban conectados a "un paquete envuelto en plástico, que era evidente que se trataba de una bomba", mientras que su compañero precisó que en la bolsa de plástico de la que partían los cables había un "número cinco sobre un papel". Ambos policías coincidieron en que las labores de clasificación de efectos se pararon en ese momento y luego las retomaron otros funcionarios, por lo que el contenido de esa bolsa de basura no fue clasificado y no aparece en ninguna relación del total de 17 bolsas que fueron catalogadas.