Análisis

Partido, partido, partido

Alfonso Rueda.

Alfonso Rueda. / JESÚS PRIETO

Irene Bascoy

Irene Bascoy

La clave de la mayoría absoluta de PPdeG este 18 de febrero ha sido la gran maquinaria electoral que es esta organización partidaria. La militancia y su engranaje como arma electoral letal para el adversario han vuelto a funcionar a la perfección. Sin desafinar y sin llamar la atención. Como siempre. Manuel Fraga y Alberto Núñez Feijóo, pese a sus hiperliderazgos, no arrasaban solos en los comicios. Era el partido, con miles de militantes en los 313 ayuntamientos gallegos, el que blindaba la victoria y ha vuelto a hacerlo con un candidato con experimentado bagaje político pero que se presentaba por primera vez, y tras una campaña que al PP se le ha hecho larga, por errores propios y aciertos del rival.

Frente al tanque electoral del PPdeG, BNG y PSdeG competían con un cuatro por cuatro el primero y el segundo con un turismo. No resisten la comparación.

El ejército silencioso que moviliza el voto en las reuniones familiares, en las celebraciones con amigos o en el aperitivo después de misa salió a hacer frente a la tentación de cambio tras quince años de los mismos en la Xunta. Y la aplastó.Y lo hizo pese a que esta campaña fue distinta y a lo mejor no la entendía del todo, o no les gustaba del todo. Porque en el PPdeG son muy disciplinados. A diferencia de la izquierda, más rebelde, los votantes conservadores son obedientes, aunque a veces a regañadientes. Ellos no saben de votos de castigo.

“Galicia, Galicia, Galicia” fue el lema de la campaña de hace cuatro años con la que Feijóo sumó 42 escaños. Y es que una de las grandes habilidades de los populares ha sido ser capaces de identificar Galicia con la organización popular.

“Galego coma ti”, era el lema con el que el antecedente del PP, Alianza P,opular ganó las elecciones en 1981. Ahí empezó la conversión al galleguismo de los conservadores, que así dejó sin nicho a un nacionalismo de derechas.

El PPdeG siempre ha buscado identificarse con lo que ellos llaman “la mayoría natural de Galicia”, una mayoría, según sus palabras, de centroderecha pero que respira cierto galleguismo. Es un modelo identitario inclusivo que pasa por sentirse tan gallego como español.

En esta campaña, sin embargo, al PP se le cayó la G de Galicia por el camino. La G se destiñó, se desdibujó. Ya no parecía importante. Y lo paradójico es que uno de los responsables fue Feijóo, el mismo que cuando él se presentaba a las elecciones, vetaba la presencia de líderes estatales porque quería que la competición electoral se celebrase en la escena autonómica y española. Y fue Feijóo, quien buscando oxígeno para consolidar su liderazgo en Madrid, estatalizó la campaña y vino a hablar de la amnistía y los indultos. Y de paso, se metió en un charco y de los grandes.

Pero la dirección del PPdeG asintió. Estuvo de acuerdo con que el rival de Rueda era Pedro Sánchez y que las elecciones iban de desgastar al PSOE a costa de las cesiones a Puigdemont. Hasta que los sondeos les mandaron un preaviso de derrota, y corrigieron la dirección del tiro.

La victoria de Rueda es incontestable. Solo ha perdido dos escaños, pero debe tomar nota. ¿Habrá influido que pareciera más PP que PPdeG?

Al final no hubo pulsión de cambio, al menos no la suficiente para un vuelco histórico, pero nadie le quita a Ana Pontón haber hecho una campaña extraordinaria, que asustó al PPdeG y que ha enterrado al PSOE como alternativa por mucho tiempo. Le falló la pata socialista para apuntalar la alternancia en Galicia. El PSdeG se ha hundido. Cinco diputados menos. Una tragedia.

Pontón absorvió los votos de los socialistas. Funcionaron como en otras ocasiones las vasos comunicanes en la izquierda. El BNG se lleva los escaños que pierde el PSOE, pero para sentarse en el Consello de la Xunta debe entrar aún más en el electorado del PPdeG.

La candidata nacionalista se vistió de moderación, aparcó su programa de máximos nacionalistas y se centró en prometer políticas progresistas, pero no explicó a los gallegos qué hará con el idioma en las aulas ni si Galicia se parecerá más a Cataluña que a Euskadi, o al revés en sus pretensiones de autogobierno. No ofreció una respuesta clara en los debates de tv ni a FARO cuando le preguntó en la entrevista. Para el asalto a la Xunta, los electores necesitan más certezas y no olvidaron que el BNG es una fuerza progresista, pero también nacionalista, aunque en esta campaña Pontón a veces quisiera taparlo.

Quizás dentro de cuatro años, la dirigente nacionalista tenga una respuesta más clara a los temores que el BNG aún suscita en una parte de los votantes. Ello no quita, con el beneplácito del PSOE, más que del PSdeG, que el Bloque de Pontón se haya convertido en la alternancia al PPdeG.