El resultado de las elecciones de ayer le da una nueva victoria al actual presidente de la Xunta de Galicia, al tiempo que resurge el nacionalismo del Bloque como principal partido de la oposición. Parece que la pandemia del coronavirus ha condicionado el resultado en un doble sentido. Por una parte, ante las incertidumbres prevalecientes en el futuro de la salud y de la economía la mayoría del electorado gallego se ha puesto en manos de un político conocido. Se ha preferido la seguridad de lo conocido frente a promesas muy fragmentadas a modo de cierto miedo a la libertad de Erich Fromm. Asimismo ha perjudicado aquí a los partidos coaligados en el Gobierno central. El nuevo Gobierno gallego se enfrenta inevitablemente a nuevos desafíos, ante una recesión económica que no tiene precedentes en los últimos cien años, con la excepción de la recesión de postguerra civil de 1936-39 de la que España no se había recuperado hasta el Plan de Estabilización de 1959.

En este sentido, lo primero es sustituir la incertidumbre que nos acongoja por el riesgo inevitable que hay que asumir mientras no tenga remedio la Covid-19 o se descubra una vacuna eficaz. Y esto se hace estudiando, con rigor, el estado epidemiológico de tal forma que se pueda diferenciar la población sana y apta para el trabajo, que había estado confinada tanto tiempo que ha durado el estado de alarma, de la población asintomática que es la que tiene que mantenerse en cuarentena el tiempo imprescindible. Como se ha visto, la incertidumbre reinante nos deja sin "manual de instrucciones", mientras que el riesgo sí es controlable con las medidas preventivas ya conocidas. Las aplicadas a las personas ocupadas en actividades esenciales tienen que extenderse, desde ya, a la ocupación necesaria en las demás actividades económicas sin las cuales no se podrá reactivar y recuperar la economía como es necesario para hacer frente, además, al gasto incesante que sigue causando el coronavirus.

El estado de alarma ha finalizado en España con una economía más subsidiada que contributiva de la que nos vamos recuperando con más lentitud de la deseable. La población activa era, al 31.12.2019, de poco más de 23 millones de personas, con una tasa de paro que rozaba el 14 %; esto es de un total de casi 19,7 millones de población activa ocupada dependía económicamente el resto de la población. Al final del estado de alarma, el 21 de junio pasado, la situación era de unos 15 millones de activos ocupados y contribuyentes a la economía del país, frente a un mayor número de españoles subsidiados, incluyendo a los potenciales beneficiarios del ingreso mínimo vital, que son menos de lo que se prometía. Según un estudio reciente del Consejo General de los Ingenieros Técnicos Industriales y del Consejo General de Economistas basado en una muestra de 2.400 empresas, el paro existente al inicio de 2020 puede aumentar en más de un 40 por 100 más, en el corto y medio plazo de una reactivación que se presenta con más lentitud de lo deseable. Obviamente, una situación así no la soporta una economía como la española. Con recortes en el gasto y más impuestos se va a agravar la recesión de la que necesitamos recuperarnos. A menor escala, este cuadro es también el de la economía de Galicia en el conjunto español. Nunca pues, los españoles y los gallegos hemos necesitado tanto de una Europa unida.

*Exdecano del Colegio de Economistas de Pontevedra