Los años noventa supusieron la llegada del color nuestra saga centenaria celeste, pero también una revolución en el Celta y el celtismo. A un equipo ascensor formado por jugadores gallegos o que destacaban por su entrega llegaría una generación irrepetible de yugoslavos con Vlado Gudelj a la cabeza.
Aquellas plantillas construyeron un sueño que el 20 de abril de 1994 estuvo a una tanda de penaltis de lograr el primer título de la historia para el fútbol gallego, pero el Zaragoza se interpondría en el fatídico lanzamiento de Alejo.
Sin embargo, el segundo lustro trajo a Vigo a algunos de los mejores nombres de la historia del club: Valery, Alexander, Haim, Claude. Una máquina dirigida por Víctor Fernández que maravilló -y aterrorizó- al fútbol del viejo continente. Nacía el EuroCelta.
