Cómo eran las calles que pisaban sus vecinos, las tiendas en las que compraban, sus parques, las fiestas con las que descargaban la tensión del crispado arranque de siglo o la forma en que animaban los partidos del Real Fortuna y el Vigo Sporting antes de que el Celta fuese siquiera una idea garabateada en un papel.
El mayor mirador de Vigo huele entre otras cosas a restos de goma arábiga y bromuro, está formado por placas de vidrio y negativos y tiene nombre propio: Archivo Pacheco. Sus “vistas” las componen las 140.000 imágenes acumuladas durante décadas –entre 1870 y mediados de la década de 1970– por dos de los apellidos con más huella en la historia documental gallega: Prosperi y Pacheco, fotógrafos que desempeñaron su oficio durante los años en los que Vigo se estiraba hacia el Ensanche y sacaba músculo industrial.
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