Según datos del Instituto Enerxético de Galicia, (Inega), el gasto de energía de una familia gallega se sitúa en los 2.600 euros anuales, de los cuales cerca de 1.400 se destinan a la vivienda -el 65% a calefacción y agua caliente sanitaria-.

La sustitución de las calderas antiguas por otras más eficientes permite ahorrar en esta partida, no solo por ofrecer un mayor rendimiendo, sino también porque normalmente, a partir de los diez años los equipos convencionales suelen empezar a exigir cambios de piezas y sufrir averías importantes.

Ésto supone un coste que, continuado en el tiempo, hace conveniente su retirada “por el ahorro del que se beneficiarían en el consumo y porque la caldera nueva podría ser pagada en cómodos plazos, inferiores al coste de las reparaciones que tendrían que ir haciendo a la antigua”, afirma Manuel López Gallo, responsable de gestión energética y grandes consumos de una empresa viguesa de instalaciones y mantenimientos domésticos e industriales. “La sustitución apenas comportará molestias: solo sería necesario retirar la antigua e instalar la nueva en la misma ubicación, por lo que en medio día de trabajo quedaría funcionando”, apostilla.

Por otra parte, en septiembre de 2015 entró en vigor la segunda parte de la directiva ErP, la normativa europea de diseño ecológico y etiquetado energético, que establece los requisitos mínimos medioambientales y de eficiencia que han de cumplir todos los productos que consumen energía para ser vendidos e instalados en la Unión Europea.

En la práctica, esto implica que desde esa fecha “es obligatorio instalar calderas de condensación, ya que son las únicas que cumplen con la norma ErP”, afirma el responsable de gestión energética.

Dotar a una vivienda de una caldera de condensación puede comportar ahorros en el consumo de gas de hasta un 30% con respecto a las convencionales. Además, esta tecnología es más respetuosa con el medioambiente, ya que reduce considerablemente las emisiones contaminantes respecto a las calderas convencionales. Esta característica cobra nuevo sentido en la actualidad, con la obligatoriedad de contar con el certificado de eficiencia energética de la vivienda, por el cual, dependiendo de sus emisiones de CO2, será calificada con una letra. “En una vivienda con una caldera vieja o que tenga calefacción eléctrica, cuando se renueva el equipamiento instalando gas natural, el certificado suele subir uno o dos niveles en la escala de eficiencia. Y cuanto más alto en esta escala, más fácilmente se venderá o alquilará la vivienda”, señala López Gallo.

Planes renove

Además de los planes renove que periódicamente ponen en marcha las Administraciones, las empresas del sector también ofrecen facilidades de financiación para sustituir las instalaciones. “Nosotros subvencionamos con una media de 300 euros la retirada de la vieja caldera; un importe que puede llegar a ser superior y llegar hasta los 500 euros en algunos modelos, siempre que se sustituya por una caldera de condensación”, afirma el responsable de gestión energética.

Instaladores acreditados

A la hora de cambiar una caldera antigua por una nueva, es fundamental contratar los servicios de profesionales que garanticen el trabajo al cien por cien. Para ello, la Xunta de Galicia cuenta con un registro de empresas instaladoras acreditadas, que es conveniente visitar antes de emprender una reforma de este tipo. “Hay que preocuparse de buscar una empresa instaladora solvente y que cumpla con todas las normativas, también las laborales, ya que en caso de accidente de un trabajador sin asegurar, la responsabilidad caerá sobre el propietario de la vivienda”, recuerda López Gallo.

Además de garantizar sus servicios, las compañías instaladoras suelen ofrecer dos años de garantía total sobre las calderas que instalan. “Por regla general, la garantía total del fabricante suele ser de 6 meses. Desde ese periodo hasta los dos años, aseguran solo la pieza a sustituir, pero la mano de obra y el desplazamiento del técnico lo tiene que pagar el usuario”, apostilla.