En medio de la crisis de precios de la energía y de las materias primas y con la instalación de renovables atascada por la lenta burocracia, este martes se celebra una nueva subasta de energías verdes en España. En total, se ofrecen 3.300 megavatios para instalaciones eólicas y fotovoltaicas. Se descarta una puja masiva y a precios tan bajos como los del año pasado, cuando el promedio fue de 24,47 euros y 30,56 euros, aunque la palabra que más se repite es incertidumbre.

Las subastas renovables son concursos que sirven para aportar seguridad financiera a los promotores de proyectos de energía limpia, al garantizarles un precio fijo, y al mismo tiempo asegurar un ritmo mínimo de instalación de potencia renovable en el país. El Gobierno lanzó a finales de 2020 un calendario de concursos con el objetivo de alcanzar 19.500 megavatios de potencia limpia en 2025. Esta es la cuarta subasta que se organiza en el marco de ese almanaque que, a diferencia de las subastas realizadas con el anterior del Gobierno del PP que consistían en pujar a la baja en el precio de la inversión, juegan con el precio al que se ofrece producir la luz.

Sobre la participación de este martes, la mayoría de las compañías prefiere no desvelar sus cartas. EDP y Forestalia son las únicas empresas que confirman su presencia. En la última gran subasta, que se celebró hace un año, no estuvieron ni Iberdrola ni Endesa, lo justificaron por sus desavenencias con el Gobierno –se celebró en plena pugna por el recorte de beneficios a sus centrales nucleares y renovables–. Tampoco Acciona, por cuestiones de calendario. Pero sí Naturgy. Aunque los dos grandes ganadores fueron Capital Energy, que se hizo con la mitad de la potencia subastada, y Forestalia, que se adjudicó cerca del 20% de la capacidad disponible.

Con todo, el contexto de este año 2022 es muy diferente al de entonces, cuando Rusia ya había empezado a cocinar la guerra, pero todavía no se podía ni imaginar a dónde llegarían los precios de la energía. Y aquí aparece una de las primeras incógnitas: si a los promotores les compensa ir a la subasta –donde se garantizan un precio, pero a cambio de cumplir unos plazos para evitar perder las garantías financieras que entregan– o si prefieren realizar un contrato bilateral directamente con un cliente.