Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando González LaxeFRAN MARTINEZ

De un país

La tentación de la barricada

Cuando consentimos que nuestros líderes políticos se expresen en términos de ricos y pobres, los de arriba y los de abajo o cualquier otra categoría que divide el mundo para mejor adaptar sus esquemas mentales y pobreza discursiva, olvidamos los logros colectivos de las últimas décadas. Cuando escuchamos que se califica al otro de imbécil o de “galleguito”, con toda la carga insidiosa de chulería y menosprecio clasista que se pretendía, es que algo muy pobre y malintencionado ocupa las tribunas de la política.

No solo Pablo Iglesias se ha superado a sí mismo en la senda del insulto, toxicidad y mal fario en la que lleva embarcado antes ya de su eclosión en los campamentos enragés de la Puerta del Sol. Más preocupante es que el mismo Pedro Sánchez, en funciones de presidente del Gobierno, juegue con soltura con la barricada dicotómica de los pobres y los ricos y que tanta rentabilidad ofrece cuando de fijar la imagen propia y, sobre todo, la del rival se trata.

En pocas culturas el arte de los creadores ha mostrado, como en la nuestra, la extrema violencia de la que somos capaces contra nosotros mismos. El recuerdo de “Los Desastres de la Guerra”, la serie de 82 aguafuertes de Goya, o los tres álbumes de guerra de Castelao, bastarían para desterrar para siempre de nuestro lenguaje e imaginario político cualquier tentación de sobrepasar determinadas líneas de prudencia, de equilibrio y de respeto hacia el rival político, con quien no piensa como nosotros.

"Debiéramos exigir de nuestros políticos no el retorno a las fórmulas agresivas y separadoras del pasado, sino a aquellas otras que ayuden a atender la convivencia"

Entre las muchas cosas logradas en las últimas décadas y de las que, con razón, podemos mostrarnos orgullosos, está el haber conseguido transitar en paz de un régimen dictatorial, salido de la Guerra Civil y cuatro décadas de implacable represión, a una democracia perfectamente homologable a las de nuestro entorno. También, el haber consolidado una sociedad de clases medias capaz de lograr la superación de la extrema desigualdad y la miseria y de asentar una perspectiva sobre el futuro, un futuro que permite alzar la vista, trazar expectativas vitales y, todo ello, en el ámbito protector de un estado del bienestar que funciona.

Porque debemos ser conscientes de estos logros, inhabituales o inexistentes en nuestra anterior historia común, debiéramos exigir de nuestros políticos no el retorno a las fórmulas agresivas y separadoras del pasado, espectros solo ya de una realidad superada, sino aquellas otras que ayuden a atender la convivencia, las necesidades del presente y las del inmediato futuro.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.