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El futuro de la multinacional pesquera

Pescanova dobla su producción en Chapela para potenciar su oferta de precocinados

Obtiene la autorización ambiental para superar las 120 toneladas diarias de surimi y saturará la actividad del centro -Los productos refrigerados, decisivos en el plan estratégico a 2020

Al fondo, panorámica de las instalaciones de Pescanova en Chapela. // Marta G. Brea

"Sacar los productos del congelador y llevarlos a la nevera". Fue uno de los primeros mensajes que dio Ignacio González como consejero delegado de Nueva Pescanova, una multinacional que había aparcado sus innovaciones para capear la crisis. Aún a pesar de estar en situación concursal sí pudo cristalizar, a finales de 2013, una alianza con la cadena de restaurantes Kabuki para la comercialización de sushi. Nunca abandonó esa iniciativa; el grupo se instalará ahora en León -un proyecto que no constaba en su plan estratégico- para surtir a la red de Mercadona de este preparado inspirado en la comida japonesa. El sushi es un producto ready-to-eat, listo para comer, misma característica que la práctica totalidad de las novedades que ha sacado al mercado Pescanova desde su refundación, en 2015: la corona de langostinos para compartir, minienvases con gambones (que sirvieron para rescatar la marca Rodolfo), patas de pulpo cocidas o las brochetas con mahi (perico). Sí figuraba en el plan Todos a una 2016-2020 la apuesta por el surimi, otra oferta de la gama de refrigerados, cuya producción duplicará ahora en Chapela.

Lo hará después de haber recibido la autorización ambiental de la Xunta, con la que pasará de producir de 61 a 122 toneladas diarias (y cerca de 40.000 anuales). El surimi es un producto capital para sus ventas en el mercado nacional y para los lineales de su cliente estrella: la cadena fundada por Juan Roig representa más de un tercio de la facturación en el segmento minorista (o retail) en España. También para los mercados de Portugal -donde aterrizará Mercadona este año- y Estados Unidos, dos de los seis países del denominado Big-6 (con Francia, Italia y Grecia). El refuerzo de la actividad en el centro industrial de Chapela (antes Pescanova Alimentación) será muy notable para el grupo. A modo de ejemplo, la multinacional comercializó en 2017 más de 180.000 toneladas de productos, momento en que la fábrica redondelana tenía una capacidad máxima de producción de 73 toneladas diarias. Ahora podría alcanzar las 134 toneladas, aunque de momento dejará la capacidad del centro fabril en el 85%. Esas casi 40.000 toneladas que será capaz de sacar al mercado equivaldrán a casi una cuarta parte de la producción actual de surimi de toda la Unión Europea, y a más de un 22% de sus actuales volúmenes de comercialización. Por regla general la producción de este preparado con base de pescado utiliza en Europa como base el abadejo de Alaska, bacaladilla, granadero azul y merluza del Pacífico ( merluccius productus).

La concentración del sector retail y la expansión internacional también están detrás de esta planificación, ya que a la industria se le requieren cada vez mayores volúmenes para abastecer los lineales. Sobre todo a los proveedores o interproveedores de la cadena valenciana, que cuenta los ejercicios por récords de facturación. El centro de Chapela -cuenta con 191 trabajadores- será reforzado con nuevo equipamiento y este aumento de producción no conllevará la construcción de una nueva planta. Pescanova incorporará equipos de picado y amasado, corte, envasado, pasteurización y embalaje. El auge del segmento food service -representa casi el 40% del consumo de surimi en España- justifica también este movimiento del grupo que preside Jacobo González Robatto. Por el que ha tenido que esperar, por cierto, ya que la Dirección Xeral de Calidade Ambiental e Cambio Climático ya validó, en noviembre de 2017, las bases del proyecto.

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