Patricia Estévez no puede evitar el sonrojo cada vez que le dicen que es una mujer excepcional. Una trabajadora valiente. Se enteró por casualidad del fin de su calvario judicial cuando una amiga le envió por whatsapp la noticia publicada hace poco más de una semana por FARO con la sentencia del Tribunal Supremo que ratifica que la pesadilla durante estos doce años en la empresa donde trabaja, Termocalor, fue un claro caso de acoso laboral desde que se quedó embarazada de su primer hijo. El gerente, como acreditó la Inspección de Trabajo y confirmó ya el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), le quitó de su puesto, recluyéndola en un almacén, con la prohibición de hablar con el resto de sus compañeros y un trato "de desprecio" con expresiones del tipo "la persona aquella", "esa chica" o "a esa persona ni me la nombres". Ahora Patricia recuerda todo sin perder la sonrisa, digeridos los malísimos momentos "de mucho estrés y ataques de ansiedad" que no le impidieron tirar de osadía y plantar cara a un jefe con el que sigue compartiendo el día a día. Porque Raquel ganó la batalla y sigue trabajando en el empresa.

-Dices que no había otra explicación que tus embarazos, como también aseguraron tus compañeros a las inspectoras de trabajo.

-Ninguna. Y que además fuera capaz de plantarle cara, que no pudiera hacerme lo que intentaba hacerle a todo el mundo. Supongo que eso es lo que más le fastidió.

-¿Y mereció la pena?

-Sí, claro. Yo voy ahora a trabajar, salgo para casa y estoy mejor. Otra cuestión importante es que me gusta mucho mi trabajo. Lo hago bien y me gusta.

Esa es, según su abogada, "la mejor de las victorias". "Cuando se puso en contacto con nosotros no dábamos crédito a lo que nos contaba", explica Patricia Mariño. Ella y el personal de la CIG encargados de su caso le preguntaron si iba a ser capaz de aguantar cuando en 2010 decidió recurrir a ellos para pedir ayuda. "Este señor -añade- no entendió que ser madre y la jornada reducida es un derecho".

Porque no es lo habitual, Mercedes Domínguez, de CIG Industria, habla de "hecho histórico". "Este tipo de sentencias llegan cada diez o veinte año", asegura, "porque la mayoría de casos acaban con la salida de la trabajadora de la empresa". El sindicato afirma que no hay día en el que no entre en la sede una posible víctima de mobbing. "Se da en todo tipo de empresas -destaca Domínguez- y en todos los sectores". Por eso reclama que la Inspección de Trabajo en Pontevedra recupere el equipo específico para investigar supuestos episodios de acoso que se ha quedado sin medios.

Junto con la sentencia que confirma la multa de 20.000 euros, Termocalor reconoció también una indemnización de 3.000 euros por daños y perjuicios a Patricia, visiblemente abrumada por la transcendencia de su historia.

-¿Cómo se aguanta?

-No me daba el cuerpo para otra cosa. Soy así. Cuando me levantaba me preguntaba qué iba a encontrarme. Pero conseguí poco a poco desconectar. Ese fue el truco.