Está la manida expresión española que dice que solo el hombre tropieza dos veces con la misma piedra. Luego está Factorías Vulcano, capaz de hacerlo tres (solo en los últimos veinte años). Desde el año 2000 la histórica atarazana fundada por Enrique Lorenzo ha protagonizado dos suspensiones de pagos y causado la quiebra -así lo dictó el Supremo en sentencia firme- de su antigua filial Juliana. En los dos primeros procedimientos aplicó quitas de entre el 80 y el 90% sobre créditos superiores a los 200 millones de euros; por el tercero fue condenada a pagar 25 millones. Pero siempre con la virtud o la suerte que no acompañó a las desaparecidas Factoría Naval de Marín, MCíes, Unión Naval de Valencia, Astilleros de Sevilla, Astilleros de Huelva, Unión Naval de Barcelona y la propia Juliana. Ahora, con la documentación "preparada" para solicitar una liquidación, Vulcano desafía una vez más a la pretendida lógica empresarial y aspira a poder culminar un proyecto de sempiterna duración. "Se le han dado todas las oportunidades" -recuerda un empresario del sector- "pero no ha sabido aprovecharlas".

El 16 de marzo del año 2000 Factorías Vulcano solicitó el concurso -antes suspensión de pagos- con una deuda de 58 millones de euros, a la que se le aplicó una quita del 90%. En ese momento la sociedad mantenía deudas con proveedores por casi 23 millones, tanto por compras como por prestación de servicios. Al final los acreedores perdieron más de 52 millones de euros. El 51% de la compañía estaba en manos entonces de Santodomingo e Hijos SL, bajo la administración única de Juan Santodomingo -apoderado de la sociedad que controla Vulcano a día de hoy, Astilleros La Mecánica-, por un 49% de Inmobiliaria Meridional SA (vinculada a José Alberto Barreras, exconsejero de Pescanova SA. Ese mismo año el accionariado dio un -aparente- vuelco tras una ampliación de capital en la que los Santodomingo (ya a través de La Mecánica) y Barreras (por otra sociedad, Gestión de Negocios Argos) inyectaron 1,2 millones, de los que se desembolsó el 25% de su valor nominal.

La compra en 2006 de Factorías Juliana -heredera de los activos en Gijón de Izar Construcciones Navales- fue, reconoció la dirección de Vulcano, "una decisión completamente equivocada". "Estábamos en un momento de récord de contratación y, para Factorías Vulcano, que tenía una capacidad de contratación enorme", admitió años después el ex director general del astillero, José Domínguez. Aquella filial tardó solo tres años en entrar en concurso. El pasado enero el Tribunal Supremo ratificó una condena de 25 millones de euros -que se rebajó a cinco por ser calificados como crédito concursal, y pagaderos a partir de 2034- y la inhabilitación de José Domínguez, José Luis Méndez y Fernando Santodomingo "para administrar los bienes ajenos, así como para representar o administrar a cualquier persona para el mismo periodo". Aquella mala inversión no impidió, no obstante, que el astillero entregase algunos de los buques de mayor complejidad técnica de los realizados en la Ría de Vigo, como los quimiqueros RN Arkhangelsk, RN Murmansk o el Vicuña. En el sector de hecho Vulcano ha mantenido su merecido prestigio; unidades como el Polar Duchess, Mar Adriana, Boa Deep C y la serie de megaarrastreros para Rusia -los pesqueros más grandes hechos nunca para ese país- llevan su nombre.

En enero de 2011, cuatro años después de la firma del último pedido -un flotel para la Noruega Polycrest, del que solo hizo uno de los bloques-, Factorías Vulcano solicitaba el concurso. La lista definitiva de acreedores situó la deuda en 186 millones de euros (ordinarios y subordinados), a los que se les aplicó una quita del 80%. Esto es, una pérdida de cerca de 150 millones de euros. "En el año 2018 se aprueba una modificación de este convenio ( reconvenio) que otorga la suspensión de los pagos previstos hasta el año 2020, retrasando sucesivamente el resto de pagos, hasta el año 2034", concretan fuentes conocedoras de este proceso. En el accionariado de Vulcano figuraban en ese momento La Mecánica, Gonsusa, Gestión de Negocios Argos (ambas en concurso entonces), Seawide Cargo y Marina Meridional. A partir de entonces, y hasta 2017, la compañía mantuvo un nivel escaso de actividad. Fue en abril de hace dos años cuando, in extremis, firmó el contrato para la construcción de un ferri para Trasmediterránea.

Por ese proyecto, que nace de otro existente iniciado en 2007, navega ahora Vulcano, una treintena de auxiliares -sin cobrar desde mayo- y más de 70 trabajadores, que tampoco ven una nómina desde septiembre. La Mecánica (familia Santodomingo) continúa al frente de la propiedad con un 91% de los títulos, según la última información remitida al Registro Mercantil. La dirección ha amagado en repetidas ocasiones con pedir la disolución en las últimas semanas; los avances, la ausencia de ellos o la posibilidad de materializar el acuerdo entre Banco Santander y Naviera Armas -para terminar el buque Villa de Teror- marcarán la siguiente página de una historia centenaria y, advierten los empresarios, quizás la última de decenas de subcontratas. Empresas que, por cierto, ya sobrevivieron a los concursos de Factoría Naval, Barreras, MCíes o la propia Vulcano, y de las que dependen 800 trabajadores.