Acuerdo en Bruselas y lío en Atenas. Después de acordar con los ministros de finanzas de la zona euro el rescate de Grecia, el presidente del país heleno, Alexis Tsipras, se encontró con un polvorín en casa. Su socio de coalición en el ejecutivo, el líder de Griegos Independientes, Panos Kamenos, expresó su rechazo al pacto, y llegó a asegurar que Tsipras había sido objeto de un golpe de Estado por parte de Alemania. Incluso, el llamado ala dura de Syriza, reunido en la Plataforma de la Izquierda, tachó de "humillante" el pacto, que "mantiene al país bajo un estatus de colonia". Tal es la brecha abierta, que el ministro de Trabajo, Panos Skurletis, anunció que habrá elecciones anticipadas este año y que hasta entonces puede haber un Gobierno de amplia coalición que funcione con acuerdos puntuales.

Tampoco en las calles la situación estaba más tranquila. Cientos de ciudadanos se manifestaron contra el acuerdo, y los funcionarios ya anunciaron el inicio de una huelga contra los futuros recortes. "Los griegos votaron no a esas nuevas medidas y ahora nos encontramos igual, como si el referéndum no se hubiera hecho", dijo el sindicato de trabajadores públicos.

En la bancada de la oposición del Parlamento griego, las opiniones eran divergentes. El partido To Potami defendió que el pacto abre "una nueva era" para Grecia. "Se ha logrado el objetivo. El país se queda en la eurozona a pesar de quienes querían que volviésemos al dracma", afirmó el líder del partido Stavros Theodorakis.

Sin embargo, el histórico Pasok aplaudió el pacto alcanzado en Bruselas, aunque aseguró que será "duro y humillante". "Es mucho peor que los dos rescates anteriores", aseguraron los socialistas. En la misma línea se expresaron los conservadores de Nueva Democracia, el partido que gobernó antes de Syriza.

El hasta hace unos días ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, también echó más leña al fuego. Según aseguró, el Eurogrupo está "total y completamente" controlado por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble.