La letra pequeña se inventó para contener euforias y, a veces, desatar miedos innecesarios. Sucede en los contratos de compraventa, en los de crédito o en los prospectos de los medicamentos. En el caso de la situación de la banca española, y pese a que todas las entidades tienen cubiertas sus necesidades de capital -tal y como desvelaron este domingo los famosos test de estrés (stress test)-, lo cierto es que las pruebas contienen también esa maldita nota al pie que advierte sobre el exceso de optimismo acerca de la recuperación plena del sector. Que la banca española es solvente en la actual situación económica es un hecho; que podría volver a tropezar en piedras conocidas, también, si se produce otro colapso económico.

Pero, antes de echar un vistazo a esa letra pequeña de los test, el propio Banco de España evidencia cómo la exposición de las entidades a las empresas, por ejemplo, ha tenido una caída constante desde el inicio de la crisis. Un ejemplo es la partida de créditos comerciales, que pasó de los 74.215 millones de euros en 2008 a los 31.069 millones a cierre del pasado mes de agosto. El economista José Antonio explica por qué. "Es la partida más rápida para disminuir los requerimientos de capital: con no descontar efectos comerciales o no renovar pólizas de crédito, paso el riesgo a cero en tres o seis meses", dice. La "consecuencia" -continúa- "es que muchas empresas van a concurso por carecer de liquidez para el circulante". Esta reducción tan drástica de riesgo no puede hacerse con préstamos a largo plazo, por ejemplo. Los test de estrés se hicieron sobre los balances cerrados a diciembre de 2013, momento en que el llamado grifo del crédito estaba bajo siete candados.

El resumen es el siguiente: a menor exposición al riesgo, mejor salen las entidades frente al espejo, aunque ello esté supeditado al rescate de algunas entidades o a la venta de deuda tóxica con descuentos del 95%, como sucedió en Pescanova o con Grupo San José. Limpiar la cartera siempre es un buen recurso, se haga por la vía convencional -con la venta de activos tóxicos a fondos de inversión o buitre-, o por la de reciente creación, con el traspaso de activos inmobiliarios al banco malo (o Sareb).

Los test

Si se analizan con detenimiento los resultados de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), solo cuatro de los quince bancos españoles analizados seguiría teniendo beneficios -números negros- en el peor de los casos entre 2014 y 2016. El resto incurriría en pérdidas. Al igual que se debe rebajar la euforia cuando es preciso, no es necesario creerse todos los efectos adversos que nos enumera un prospecto. Es muy improbable -un 1% de posibilidades, según algunos analistas- que España volviese a sufrir una crisis de deuda soberana, que el precio de los inmuebles acumulara otra caída potente o que el paro rebasase el 27%. Pero, solo en el hipotético caso de que así fuese, únicamente Bankia (nacionalizada), BBVA, CaixaBank y Kutxabank tendrían colchón de capital para absorber pérdidas.

En el caso de Abanca, por ejemplo, las pérdidas serían de 300 millones este año, 153 en 2015 y 80 en 2016. Banco Popular tendría -en los tres años- unos números rojos de 1.480 millones, mientras que en 2016 conseguiría ganar 66 millones.

Muy cerca aparecería Catalunya Banc, que perdería 1.168 millones en el trienio estudiado, y después estaría el Banco Sabadell, cuyas pérdidas ascenderían a 728 millones, respectivamente. Para el resto de las entidades españolas, las pérdidas acumuladas en el escenario adverso de los test estarían ya por debajo de los 400 millones, pues el Santander perdería 371 millones; el Grupo Cajamar, 324; Ibercaja, 315; Unicaja, 313; BMN, 138; Liberbank, 136; y Bankinter, apenas 36 millones.