"Tenemos cada vez más personas dependientes del trabajo del resto y son cada vez menos quienes sostienen la sanidad, la educación, las pensiones, las prestaciones del paro...". Begoña Cueto, profesora universitaria de Economía y Empresa, hace ese diagnóstico para llamar la atención sobre el impacto que la gran recesión está teniendo sobre la tasa de empleo de los españoles: en 48 de las 50 provincias del país la proporción de las personas mayores de 16 años que trabaja es inferior a la mitad, y en 31 de ellas no se llega al 45%. En Galicia la media es del 42,37% y la única provincia que supera el 45% es A Coruña, con el 45,70%. El poder destructor de esta crisis se está llevando por delante los avances que había conseguido España en un terreno en el que siempre ha estado por detrás de los principales estados europeos.

La tasa de empleo es uno de los indicadores laborales que más tiene en cuenta la UE cuando fija los objetivos de desarrollo económico. Una alta proporción de ciudadanos con trabajo se corresponde en occidente con un nivel de prosperidad elevado y por lo general con un Estado del bienestar sostenible. Bruselas utiliza como baremo el porcentaje de la población entre los 20 y los 64 años que tiene ocupación laboral. La llamada Agenda de Lisboa, aprobada con la entrada en el siglo XX, estableció como objetivo que los países miembros consiguieran en 2010 que siete de cada diez individuos con edades entre las citadas estuviera trabajando. España casi lo logró en 2007, pero a partir de ahí la crisis trituró 3,8 millones de puestos de trabajo y la tasa de empleo se desplomó diez puntos.

El observatorio económico Regiolab, del que forma parte Begoña Cueto, incluyó en uno de sus últimos informes, firmado también por Celia Alonso y Esteban Fernández, una alerta sobre el comportamiento de la tasa de empleo, en este caso calculada, no con la metodología europea sino según es estimada por el Instituto Nacional de Estadística (INE): medir el tamaño de la población mayor de 16 años que trabaja. Este cálculo pone en relación el número de personas ocupadas (asalariados, autónomos, empresarios...) con una porción de los habitantes en la que están incluidos, además de los trabajadores y los parados, los llamado "inactivos" (pensionistas, prejubilados, amas de casa, estudiantes...).

Los datos reunidos por Regiolab indican lo siguiente: sólo en Madrid y en Álava tienen trabajo más del 50% de las personas adultas; el noreste del país (Cataluña, Aragón y La Rioja) presenta tasas superiores a la media (43,47%), y tres de las cuatro provincias gallegas forman parte del grupo de las 31 provincias donde trabaja menos del 45% de los mayores de 16 años. La tasa de empleo gallega es del 42,37%, modesta, pero no de las más bajas. La cola está ocupada por Cádiz, Zamora, Cáceres y Jaén.

Sectores

El indicador gallego se despeñó más de siete puntos desde 2008, con una caída dramática en el caso de los jóvenes. En estos años de crisis, la comunidad ha pasado de tener al 34,7% de sus jóvenes trabajando a que sólo esté el 16,9%. Y se retrocedió parte del terreno avanzado en la incorporación de la mujer al trabajo, aunque el impacto para los hombres ha sido llamativamente mayor (ver gráfico superior), a resultas de la intensísima pérdida de empleo en la construcción y en algún otro sector que principalmente da ocupación a los varones.

Begoña Cueto resalta la relevancia de la tasa de empleo y la pone en relación con los ajustes y recortes: "La mayor parte de los ingresos del Estado procede de los impuestos y éstos guardan relación con el empleo. Bajas tasas de empleo implican menos ingresos y resulta más complicado cumplir los criterios de déficit marcados por la UE, lo que lleva a tener que reducir el gasto, los servicios públicos".