El “Playa de Bakio”, secuestrado el pasado año seis días por los piratas somalíes, faenaba ayer en el Atlántico. Cambió de océano por la pesca y para tratar de dar a la tripulación la tranquilidad perdida en aquellos días de cautiverio. El marinense Ignacio Abal, primer oficial del atunero vasco, empezó ayer el día de la peor manera posible.

-¿Cómo recibió este secuestro?

-Muy preocupado y con el estómago revuelto. Desde que me enteré me tiemblan las manos y me cuesta controlar los equipos de pesca. Esto ya se veía venir. Recuerdo que cuando llegamos a Madrid después del secuestro, nos recibió la ministra y yo me acerqué a ella y le dije que si no podían poner barcos para defendernos que metieran militares a bordo. Y no me contestó nada, una sonrisita y nada más. Y ahora, ya ve… Y yo digo, si uno tiene un trabajo normal, va de su casa al trabajo y del trabajo a casa y sabe que hay unos secuestradores esperándole ¿qué pensaría si avisa a la policía para que le protejan y no le hacen caso? Pensaría, que para qué paga impuestos ¿no?

-Ustedes piden militares a bordo y el Ministerio dice que es ilegal...

-Pues resulta que desde hace siglos fueron militares a bordo de los barcos españoles que iban o venían de América para defenderse de los corsarios. No se entiende que ahora nos digan que no. Además, en vez de gastar esa cantidad de dinero en barcos y aviones es mucho más eficaz y barato meter los infantes de Marina a bordo, porque con 80 tienen protegida a toda esta flota, unos 20 barcos. Y los piratas cuando saben que hay militares que les pueden hacer frente ni se arriman.

-¿Cuántos de sus compañeros actuales sufrieron el secuestro y cómo están?

-Pues casi todos, y gallegos somos tres o cuatro. Están, estamos, muy angustiados y preocupados por los que están en la misma situación porque lo conocemos de primera mano.

-Ustedes están ahora en el Atlántico. ¿Por qué dejaron el Índico?

-Por la propia pesca y por el nerviosismo de la tripulación, que hacía las cosas difíciles. Las guardias eran angustiosas pensando siempre que podían aparecer. El oficio del mar, es duro pero tranquilo, hasta ahora.

-¿Cómo recuerda aquellos días?

- Los peores de mi vida. Lo peor son las primeras horas; no sabes qué quieren ni qué te van a hacer. Después,a partir del quinto día, te entra una angustia tremenda por saber qué va a pasar. Piensas que pueden matar a alguien y le vas vueltas a la cabeza sobre a quién elegirán. Es horroroso y lo más que se puede aguantar en una situación así son seis o siete días. Aquellos día pude dormir en total seis horas. Dormía una hora y me despertaba con unos dolores de cabeza que no tuve en mi vida, por la tensión acumulada.