Al amanecer en St. John´s apenas queda rastro de la tormenta tropical en la que se transformó el huracán Bill, el primero de la temporada, a su paso por la provincia de Terranova. La capital alberga el segundo mayor puerto del área atlántica de Canadá, aunque los barcos atracados se pueden contar con los dedos de las dos manos. Como en medio mundo, la próspera industria pesquera local y la visita de las flotas de otros países que faenan en aguas comunitarias, tuteladas por NAFO, se han ido apagando en los últimos diez años por el agotamiento de los caladeros. Su lugar lo ocupan ahora los yacimientos marinos de gas y petróleo, el tesoro de la ciudad y el motor económico de Canadá. Muy cerca de la dársena, el hotel de Jean Pierre Andrieux, el vicecónsul honorario de España, lucha por mantener el recuerdo de los viejos tiempos con cientos de fotos de buques españoles, sobre todo gallegos y vascos. Qué coincidencia. Una de ellas, medio siglo atrás, recoge la estampa, impensable en la actualidad, de decenas de embarcaciones en busca de refugio, precisamente por la embestida de un ciclón. ¿Qué queda de todo aquello? "Muy, muy poco", reconoce, con cierta melancolía, Andrieux. El recorte de cuotas y las moratorias en las especies estrella de la famosa área 3-M cambiaron el rumbo del sector a un lado y otro del charco y también de las relaciones diplomáticas entre ambos países, con heridas abiertas todavía por el apresamiento del Estai y la propaganda derramada en la Guerra del Fletán.

La agenda de la ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino en su visita oficial esta semana a Canadá concentró en sólo dos días media docena de actos de la mano de autoridades pesqueras del país. En los discursos, pero también en las reuniones a puerta cerrada, unos y otros destacan la "cooperación" en un intento de acabar con la imagen de enfrentamiento. Por eso Elena Espinosa pone el acento en las formas, en el gesto del Gobierno de Ottawa –de él partió el pasado noviembre la idea del encuentro–, con el que "hasta no hace muchos años" las relaciones eran "tensas". "Más allá del contenido, es imprescindible una relación fluida porque compartimos intereses, la pesca en este caso, y caladeros", afirma.

Quizás Espinosa no pensó nunca que el futuro le depararía lidiar con uno de los mayores conflictos diplomáticos de la historia reciente en España. El jueves 9 de marzo de 1995, cuando la ministra, entonces presidenta de la Autoridad Portuaria de Vigo, debatía con el gobernador civil, José Álvarez de Paz, la posible gestión conjunta con los muelles de Marín y Vilagarcía, un grupo de patrulleras canadienses abordaba al congelador vigués Estai mientras capturaba fletán negro en aguas internacionales. El Ejecutivo liderado en aquel momento por Jean Chrétien, y muy especialmente con el aliento de Brian Tobin, su responsable de Pesca, acusaron primero al buque de invadir su zona de pesca, de 200 millas para dentro y, cuando los controles de la posición del barco le quitaron la razón –estaba a casi 250–, se ampararon en un supuesto derecho no reconocido por ninguna organización pesquera ni gubernamental de controlar las capturas y las redes de la flota internacional que trabajaba cerca de sus aguas. Las inspecciones de la Unión Europea al Estai ya de vuelta quince días después comprobaron que los aparejos eran legales. La revisión de la carga no fue posible. Hasta las empanadas que la tripulación llevaba desaparecieron durante su retención. "Fue uno de los mayores batacazos que tuvimos, llegué a pensar que nos íbamos a la ruina –recordaba José Pereira, el propietario del congelador, el pasado julio en una entrevista a FARO–. Una locura".

La propaganda del Estai bautizó a los pescadores españoles como piratas. "El Gobierno canadiense realizó el apresamiento con mucha, mucha publicidad", explica el vicecónsul. Un discurso que parte de la prensa del país mantiene todavía hoy, frente a las quejas de los armadores gallegos por el "acoso" que sufren por parte de las fuerzas de seguridad de Canadá "con dos patrulleras de vigilancia" por cada buque. Jean Pierre Andrieux mantiene que esa visión está cambiando. Pero, ¿la gente no piensa lo mismo que en 1995, cuando salieron en masa al puerto de St. John´s a abuchear a los marineros vigueses? "No", defiende. En la conversación salen las incisivas preguntas de un periodista canadiense en una de las comparecencias de Elena Espinosa durante el viaje, con críticas a España por la supuesta sobrepesca y supuestas también estadísticas mundiales sobre ilegalidades. "Son periodistas –contesta–. Quizás la imagen ésa todavía no ha cambiado en todo el mundo, pero sí entre las autoridades. España es un país responsable. Lo de ir mudando la mentalidad con sus colegas es también parte de mi pequeña responsabilidad". Y sonríe.

"Todo el mundo sabe que Canadá no creía en NAFO –explica Juan Carlos Martín Fragueiro, secretario general de Mar–. De hecho, en 2004 intentó poner encima de la mesa de nuevo el custodial management [ese presunto derecho a vigilar aguas cercanas que utilizó con el Estai] durante la conferencia de St. John´s en la que España y la UE participaron activamente". Los tres últimos años han sido claves para lograr "un clima de confianza". "Puedo asegurar que no se ha vuelto a suscitar esa cuestión", añade el número dos de Espinosa.

En la memoria colectiva de los habitantes más mayores de Terranova, la herida del Estai se pelea con aquellos populares intercambios comerciales que en los años 50, aún en pleno apogeo del bacalao, llenaban St. John´s y la vecina isla de Saint-Pierre et Miquelon de ofertas de sardinas, caracoles, aceite y aceitunas, Licor 43 y el mítico brandy Fundador. "Los marineros, por su parte, –narra el vicecónsul– compraban espuma de nailon para hacer abrigos luego en España". Otro de los productos estrella que traía la flota española era el galleguísimo mejillón, adoptado por Canadá como referencia en su incipiente industria acuícola y probablemente la llave que abra definitivamente la puerta a una nueva etapa entre los dos países si finalmente, como se tratará en un próximo encuentro bilateral, Ottawa decide abrir la mano a la creación de sociedades mixtas con empresas españolas, con muchos más años de experiencia en el sector, para sacar partido al cultivo del molusco nuevas especies. "Es una oportunidad–asegura el vicecónsul–. Mi casa, la casa de España, estará abierta para ellos".