Carmen y José son los nombres ficticios de una pareja viguesa que accede a detallar las razones que les han llevado a acogerse a la denominada Ley Concursal, en vigor desde hace sólo 4 años y que, ante la imposibilidad de afrontar las deudas contraídas, permite la suspensión de pagos a particulares y familias, de igual forma que ocurre con las empresas. En_Galicia, la crisis ha incrementado un 150% el número de familias en esta situación. Entre enero y septiembre 25 optaron por esta solución, frente a las diez del mismo período del año anterior y los expertos auguran un crecimiento continuado.

En ausencia de José -embarcado unas horas antes anticipadamente "para ganar un poco más"_-,_Carmen relata, con mucha tristeza, nervios y no menos pudor los pormenores de la quiebra económica de su familia de tres hijos, de 31, 25 y 19 años. Los dos mayores ya no viven en el domicilio familiar pero tampoco pueden ayudar a mejorar las finanzas de sus padres. Ambos están en paro. Uno en el sector del diseño industrial y, el otro, en el de la automoción. El menor es universitario y, para reducir gastos, ha prescindido hasta de su teléfono móvil.

"Hasta la pasada primavera vivíamos bien; sin excesos, porque no somos gente de grandes gastos, pero sí holgadamente", comienza a contar Carmen, de 49 años.

"Mi marido, que tiene 64 años, lleva toda su vida trabajando en el sector marítimo y se ganaba muy bien la vida. Su sueldo, con complementos por trabajos especiales, podía pasar de los 4.000 euros y nunca bajaba de 2.500. Pero todo cambió la pasada primavera. En la empresa, para reducir gastos, dicen que por la crisis, los trabajos que hacían mi marido y otros compañeros, empezaron a eliminarlos y a encargarlos a a servicios o empresas portuarias más baratas y, de pronto, su sueldo se quedó en 1.600 o 1.800 euros".

Ahí empezó el vendaval que ahora sacude su vida y que les ha llevado a un despacho de abogados para iniciar el trámite de acogida a la Ley Concursal que_Carmen descubrió en un foro de deudores en internet y en el que vio un posible "respiro" o pausa en la vorágine de deudas que comenzó a agobiarles y obligarles a vivir en números rojos por primera vez en su vida.

"Por ejemplo, el mes pasado, quedaban 20 euros en la cuenta cuando pagamos la hipoteca, de 1.000 euros y los recibos más imprescindibles. Qué se hace entonces? Pues pedirle de vez en cuando 100 euros a mi madre, que tiene una pequeña jubilación; es muy duro".

Carmen, asesorada y hasta apoyada en lo personal por su abogada,_María Extremadouro, de la firma Río Asociados Abogados, echa cuentas y detalla sus deudas.

En total, ascienden a 270.000 euros, que le reclaman 4 bancos y 6 financieras por la hipoteca, créditos para bienes de consumo y uso de tarjetas.

"En 2003 compramos el piso, de 79 metros y modesto, tanto que no tenemos ni cortinas; nos costó 138.000 euros y, como sólo nos financiaban el 80%,para pagar el otro 20%, comprar los muebles y la cocina y pagar notario y registros usamos las tarjetas y los créditos que nos ofrecían los bancos sin pedirlos porque teníamos buenos ingresos y pagábamos siempre", explica Carmen, que insiste en que "lo que nos pasa es, precisamente, porque éramos buenos pagadores ya que, de no serlo, no nos habrían dado los créditos con tanta facilidad".

A esos gastos afrontados a crédito se unieron, también por la misma vía, los de "el pago del tejado de casa de mis padres, porque les llovía dentro de casa y era muy triste verles así, con mi padre enfermo después de toda su vida en el mar".

Cada mes, el pago de todas esas deudas superaba los 2.000 euros "y podíamos pagarlo sin problemas porque mi marido ganaba bien". Hasta que las cosas cambiaron en su trabajo y la nómina menguó a la mitad. La bola de nieve de las deudas creció hasta lo inasumible y, en octubre, se tornó alud.

"Fui yo la que llamé a los bancos y las financieras para renegociar la deuda pero se negaron, después de tantos años sin dar problemas y pagando siempre", lamenta.

Poco después comenzarían las llamadas "amenazantes y hasta insultantes de las empresas de recobro de morosos", los anuncios de demandas judiciales y hasta la "persecución" por teléfono y fax de Carmen y José, que llegó a recibirlos hasta en las oficinas de su empresa y en casa de un hermano.

"Hasta el mes pasado pagamos la hipoteca pero ya no podemos.", señala Carmen, que ha dejado el asunto en manos de su abogada y la justicia para poder salir de una situación que les está haciendo vivir "los peores momentos de nuestra vida; nunca había llorado tanto y es muy duro ver cómo llora un hombre de 64 años y no poder hacer nada porque ni trabajar puedo. Hice cursos de informática y administrativa y dejo currículums por todas partes pero por mi edad ni me llaman".