María Paz, la estradense que cosió para Yves Saint Laurent

Tras emigrar a París en 1965 trabajó con conocidas firmas de alta costura, pasando 18 años a las órdenes del icónico modisto

La modista estradense, en una imagen de archivo.

La modista estradense, en una imagen de archivo. / Sangiao

Charlar con María Paz es hacer un viaje al pasado para meterse de lleno en el glamour de la alta costura francesa de finales del siglo pasado. La estradense, ahora afincada en el País Vasco junto a sus hijas, pasa de los 80 y nos avisa de que su memoria ya no es la misma, pero nadie se atrevería a decirlo escuchándola saltar de anécdota en anécdota mientras se ríe de la joven con poco mundo a sus espaldas que aterrizó en medio de aquel brillante mundo. “Era como un barquito perdido en el mar”, afirma mientras nos cuenta una historia que pocos saben.

Este relato nos lleva hasta el taller de costura del prestigioso diseñador de moda Christian Dior, al que llegó a través de una empresa de trabajo. “Aquello me gustaba porque solo había que coser. Todo venía ya cortado”, recuerda. Su problema era el joven andaluz al que habían puesto como el encargado de enseñarle en sus primeros días. “Tenía una pluma enorme”, recuerda entre risas “y me hablaba en castellano. Yo no le entendía nada. Prefería que me hablase en francés. Lo pasé tan mal que a los dos días me marché. Cuando llegué a casa mi marido me dijo que estaba loca”.

La historia de María Paz y la alta costura de París comenzó sin embargo mucho más atrás, en su parroquia natal, Pardemarín, cuando su madre y su abuela la mandaron a aprender a coser. Sus primeras puntadas las dio de adolescente, durante el verano, con Fina de Piñeiro. Luego completó su aprendizaje con Hortensia, en Sanlouzáns. Ya tenía la base para forjar, más adelante y con mucho esfuerzo, una carrera profesional, aunque por entonces no lo sabía.

María Paz recuerda que eran tiempos duros en Galicia, unos años en los que la actividad agrícola tradicional no daba lo suficiente para dar de comer a una familia de varios hermanos a los que se sumó su marido. “Era una época en la que todos se marchaban para fuera en busca de trabajo y mi marido decidió hacerlo”, recuerda. Su destino era Holanda, donde tenía previsto embarcar. Una vez allí no pudo hacerlo por temas burocráticos. Sin embargo, decidió no regresar a Galicia y se dirigió a París donde María Paz tenía un primo. Poco después comenzó a trabajar en Citroën y posteriormente en la Renault. Así fue como la estradense, ya con una hija, emprendió rumbo, como tantos otros, en busca de un futuro mejor. Era el año 1965.

Emigración

Sus comienzos en la emigración no fueron fáciles. Trabajaba limpiando unas oficinas y también con madame Boualie en un taller de costura a domicilio. Con ella aprendió a chapurrear el francés. Su trabajo y la pasión de ambas por la historia de Napoleón la introdujeron en el idioma. Luego se quedó sólo con la costura. “Cogíamos pedidos enormes”, recuerda. En aquel mayo del 68, mientras su esposo se ocupaba de la casa al estar las fábricas cerradas, llegó a hacer cinco vestidos en un día con su Faf industrial que todavía conserva. Allí estuvo cinco años hasta que la patrona lo dejó. María siguió cosiendo desde su casa para la fábrica. Pero no estaba muy bien pagado y quería salir a trabajar fuera. Durante un tiempo asistió a clases nocturnas de francés y estudió dos años en la escuela de perfeccionamiento de costura.

Con sus nuevos estudios y experiencia, consiguió trabajos temporales a través de la oficina de empleo. Aguantó poco en Christian Dior y algunos días en Courage. Luego vinieron otras casas de prêt à porter. La diseñadora japonesa Hanae Mori se instaló en París, y María Paz fue una de las primeras modistas de su taller. Iba por un mes y se quedó cinco años.

Alta costura

Al nacer su segunda hija y por diversos problemas familiares, decidió hacer un paréntesis. Volvería después aunque con otro ambiente. En el año 85, una compañera le habló de que Yves Saint Laurent estaba buscando gente y allí se quedó durante 18 años, hasta que el conocido modisto se retiró.

“Cuando llegué ya estaba curada de espanto. Había pasado por muchos lados y no era la misma que cuando empecé”, recuerda. Eso lo ayudó a encontrar su espacio en un taller diferente. “Trabajar allí era increíble. No había un patrón mejor en todo París”, afirma la estradense, quien acumula anécdotas sobre un hombre que por entonces conquistaba el mundo de la moda con sus diseños.

Su fama, sin embargo, no estaba reñida con el buen trato a sus trabajadores. “Por entonces había un convenio para el sector y nosotros cobrábamos el máximo. Él siempre estaba intentando ayudarnos en lo que podía. Incluso cuando la empresa ganaba mucho dinero se creaba un fondo que se repartía entre todos los obreros a partes iguales. Cobraba lo mismo desde la de la limpieza hasta el director”, recuerda.

El propio modisto llegaba incluso a pagar de su bolsillo las viandas de las mejores reposterías de París para regalar a sus modistas cuando tenían que quedarse trabajando hasta tarde en la temporada de prêt-à-porter. “Vestíamos a gente muy importante. Una vez fui a tomarle medidas a la condesa de París, una Borbón. Yo nunca hablaba con esa gente. Siempre que quedaba callada, aunque eran muy educados”.

En el año 2002 María Paz decidió retirarse con el gran maestro, del que conoció otra cara más allá de la imagen extravagante y transgresora del hombre que creó la moda de la mujer contemporánea.

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