Adiós a las centenarias gaitas de Riobó

Fundado en el siglo XVIII, el Taller de Gaitas García cierra sus puertas por la jubilación de Joaquín Espiño, el último de una larga saga de lutieres estradenses

Joaquín Espiño, ayer, en su taller ubicado en la parroquia estradense de Riobó.

Joaquín Espiño, ayer, en su taller ubicado en la parroquia estradense de Riobó. / BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Joaquín Espiño reconoce que la historia del Taller de Gaitas García es tan antigua que se pierde más allá de la memoria familiar. La primera referencia oficial que tienen de su existencia data de 1790, lo que los convierte en uno de los talleres más antiguos del municipio estradense. Su historia ha estado siempre ligada a su familia, pasando de generación en generación hasta que llegó su turno. Así ha sido hasta ahora.

Joaquín Espiño afronta sus últimos días como lutier. El próximo día 10 de noviembre, alcanzados los 65 años, llegará el momento de su jubilación, y con ella el fin de la centenaria historia del Taller de Gaitas García de Riobó.

“Empecé en el año 1976. Esto ya es algo que viene de familia; de mi padre, de mi bisabuelo, mi tatarabuelo... Y más atrás. La primera referencia que tenemos es de 1790. Siempre perteneció a mi familia y siempre estuvo en el mismo sitio”

Espiño empezó en este oficio siendo un adolescente, con 17 años, sin que nadie le enseñara, porque solo con ver a su padre trabajando aprendió este oficio que llenaría su vida. “Significa todo. Es toda mi vida”, dice. “Empecé en el año 1976. Esto ya es algo que viene de familia; de mi padre, de mi bisabuelo, mi tatarabuelo... Y más atrás. La primera referencia que tenemos es de 1790. Siempre perteneció a mi familia y siempre estuvo en el mismo sitio”, nos explica el lutier con un tono de orgullo. Los hombres fueron los grandes protagonistas de esta tradición, con una excepción. “Hubo una generación de mujeres. Mi abuela se hizo cargo del negocio cuando murió mi bisabuelo y de ella pasó después a mi padre”.

Echando la vista atrás, Espiño reconoce que su intención no era hacerse cargo del negocio familiar. El relevo le llegó con la muerte de su padre. En esos momentos él estaba estudiando Maestría. “En ese momento no sabía mucho. Al nacer y criarte aquí siempre sabes alguna cosa pero me faltaban otras. Fui aprendiendo poco a poco a base de trabajar con la madera”, recuerda.

Joaquín Espiño, ayer, en su taller ubicado en la parroquia estradense de Riobó.  | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Joaquín Espiño, ayer, en su taller ubicado en la parroquia estradense de Riobó. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / LOis Docampo

El artista estradense fabricó gaitas que traspasaron fronteras en dirección a países como Argentina, Brasil, Venezuela o México. “Había mucha emigración en América y pedían muchas gaitas para mandarlas para allá”, explica. “ Yo siempre trabajé gaitas en exclusiva pero en el taller también trabajaron otros tipos de instrumentos como requintas o pínfanos”. Y es que para este profesional su oficio es muy “bonito” porque entre otras cosas “trabaja con maderas muy buenas y siempre con diseños nuevos”. Él, que siempre trabaja por encargo, añade que su trabajo “es muy meticuloso y lento”. De ahí, que la paciencia sea una de las virtudes que destaque especialmente para conseguir el resultado deseado. Con la radio siempre encendida, trabajaba en su taller sin un horario establecido.

Espiño considera que el secreto de una buena gaita tiene dos aspectos principales. Por un lado, un diseño bonito y atractivo. Por otro, el material utilizado. “La madera tiene que ser siempre buena. Si el material no vale, la gaita no vale. La mayor parte de las gaitas están elaboradas de madera de granadillo, que llega desde Mozambique. Es una madera muy buena, que da buen sonido. Luego estaría el buxo, que es la única de aquí. También utilizo algo de madera de cocobolo y algo de palo santo”, explica. Una de sus gaitas tiene un precio de unos 1.200 euros.

Joaquín Espiño, en su taller, en los últimos días de trabajo de una saga de artesanos de más de 200 años.

Joaquín Espiño, en su taller, en los últimos días de trabajo de una saga de artesanos de más de 200 años. / BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Llegado el momento de la jubilación, Espiño no ha encontrado a quién ceder el testigo. Al igual que con su abuelo, toca otra generación femenina y ninguna de sus hijas ha decidido continuar con este taller que atesora una tradición de más de doscientos años. El lutier reconoce que en los últimos tiempos el trabajo también ha ido decayendo. “Siempre nos movimos un poco a rachas pero desde la pandemia el negocio bajó muchísimo”, afirma. “Es algo que da pena pero no queda más remedio. Yo me jubilo pero otros también están cerrando igual. Cuesta mantener hoy en día un negocio tradicional como este. Los impuestos son como los que paga un taller normal. Si a eso le sumas materiales caros y el tiempo que tienes que dedicarle para hacer una gaita es complicado”.

"Yo me jubilo pero otros también están cerrando igual. Cuesta mantener hoy en día un negocio tradicional como este"

El artesano estradense admite que ha vivido grandes momentos en estos años como lutier, empezando por los duros años iniciales a los últimos en los que ya contaba con la experiencia de aquel que ha dedicado su vida a continuar un centenario legado familiar.

En todos estos años, el Taller de Gaitas García ha recibido diferentes reconocimientos, pero el próximo día 12 de noviembre tendrán uno especial. El Festival Lume na Lareira le realizará un homenaje y lo hará contando con la última de las gaitas salidas de su obradoiro.

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