Nombres y voces de la represión franquista

Las universidades gallegas, junto con otras instituciones, pusieron en marcha en su día una plataforma web con los registros de los represaliados por el franquismo en Galicia. Esta se llama “Nomes e voces” y funciona como un buscador, en el que puede delimitarse por filtros como la procedencia, el sexo o el tipo de castigo se impuso. Así, cualquier puede acceder a los datos de las víctimas de la dictadura, cuyas fichas en algunos casos están acompañadas de imágenes.

Si se introduce A Estrada como lugar de procedencia, aparecen un total de 97 resultados, generalmente hombres. De ellos, diez fueron ejecutados, siendo esta la pena mayor, mientras que 50 fueron castigados con prisión, campos de trabajo o campos de concentración. y unos 28 se enfrentaron a juicios u otro tipo de procedimiento legal, quedando finalmente en libertad. Por último, están el resto de represalias, que categorizan como “otra tipología”. Aquí se incluyen penas como la suspensión de empleo y sueldo, impuesta mayoritariamente a maestros y maestras republicanos, o humillaciones como la ejercida sobre David García, estudiante y afiliado a las Mocidades Galegas, a quien sacaron de su casa, obligaron a beber aceite de ricino y a cantar el “Cara el sol”.

No es posible poner cara a cada uno de esos 97 nombres, aunque por fortuna sí a algunos. Gracias en gran medida a la colaboración de la Asociación Cultural Vagalumes, que cuenta con su propio archivo, el cual accedió a compartir con la plataforma cuando esta se estaba tejiendo. Así pues, pueden verse fotografías de Jesús Ignacio Puente Fonates, sastre que con 38 años fue ejecutado, un 5 de junio de 1937, tras ser juzgado por rebelión militar. De Manuel Ildefonso, carpintero que con 19 años fue juzgado por auxiliar a la rebelión y finalmente condenado a 20 años de prisión. O de Heriberto Rodríguez Bermejo, vernizador y afiliado a la UGT que con 19 años fue mandado a prisión durante cuatro sin ningún procedimiento jurídico para acabar más tarde en los batallones de trabajadores de Canarias y Marruecos. La última imagen es la de José Rodríguez Sangiao, concejal de A Estrada por el PCE y presidente de la sociedad agraria, que también fue ejecutado el 5 de junio de 1937 acusado de rebelión militar.

Si se introduce Lalín son 58 los resultados y ninguna fotografía. De esos, 33 fueron condenados a prisión, 5 ejecutados y 4 desaparecidos. El resto aparecen como “proceso” u “otra tipología”.

En Silleda son 40 los nombres que aparecen. Cinco fueron ejecutados, 18 condenados a prisión y el resto recibieron otro tipo de castigos. Aquí sí se cuenta con alguna imagen. Está, por supuesto, la de Ramón Valenzuela Otero, inculpado do en una causa militar en Compostela cuando era estudiante, pero puesto en libertad, para después combatir con el ejército republicano y al acabar la guerra ingresar en un campo de refugiados en Francia. Tras ser deportado a España fue juzgado y sentenciado a pena de muerto, que después se conmutó por una cadena perpetua. En 1949 salió de la cárcel y se exilió en Argentina hasta 1966, cuando regresó a su país para establecerse en Madrid. Otro rostro que puede verse es el de Segundo Arceo Díaz, carpintero y concejal que fue enviado a prisión a la Isla de San Simón a los 54 años.

Un caso que sorprende es el de Cerdedo, que pese a ser una localidad pequeña registra 84 víctimas del franquismo. De ellas, 10 fueron ejecutadas, 13 enviadas a prisión, dos desaparecieron y otras dos trasladados al campo de exterminio nazi de Mauthausen. Pueden verse las imágenes de los hermanos José y Manuel Diz Bugallo, quienes estuvieron presos en el campo de concentración de Teruel. En este mismo campo estuvieron también Manuel Tato Cadórgina, quien falleció como presidiario en la cárcel de Lugo, y José María Vilas.

Por último, siguiendo con los concellos de Terra de Montes, Forcarei cuenta con 36 resultados pero ninguna imagen. De estos, tres fueron ejecutados, cinco desaparecieron después de la guerra y 17 pasaron tiempo en prisión.

Ojeando estas listas uno se percata de que los nombres son mayoritariamente masculinos, y que las pocas mujeres que aparecen estaban acusadas de ayudar a la rebelión por llevar comida o proteger a los fugados en el monte. Es el caso de Berta Carracedo Ruzo, de Ouzande, a quien juzgaron por ayudar a su hermano Hirginio “O Sereno”, que tras esconderse en el monte durante un tiempo fue apresado y paseado con tan solo 28 años.

Otro dato que llama a la reflexión es el número de desaparecidos, hombres jóvenes que después de la guerra nunca regresaron a casa y cuyas familias no llegaron a saber qué había pasado con ellos.

Todos esos nombres, incluso los que no tienen rostro, son prueba de lo necesario que es devolver a la sociedad su memoria sobre un momento en el que la libertad era sustituida por represión, violencia y miedo. Gracias a “Nomes e voces”, o la labor de investigación de la Asociación Cultural Vagalumes, sus historias no se borrarán, pero aún queda mucho pasado por excavar.

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