Con la música a esta parte

El canario Samuel Castro y el dominicano Andrés Baez se mudan a A Estrada para tocar en la Galilea durante la temporada estival

Castro y Baez, ayer, delante del palco de la Alameda de A Estrada.   | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Castro y Baez, ayer, delante del palco de la Alameda de A Estrada. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / nerea couceiro

Uno nunca sabe dónde está su destino. Desde luego, seguro que Samuel Castro Verde (30) y Andrés Johel Baez Alcántara (31) no se imaginaban que el suyo, al menos por el momento, estaba en un concello de la Galicia interior. Pero así fue y desde primavera residen en A Estrada. El motivo que los trajo aquí es, en pocas palabras, la música. Su deseo de trabajar y vivir de ella los hizo mudarse a esta villa para cantar y tocar el saxofón en la orquesta Galilea. Samuel lo hizo desde Gran Canaria y Andrés desde Santo Domingo.

La oferta llegó un poco por sorpresa. A ambos los contactaron a través de conocidos que ya estaban en este mundo de la verbena gallega y conocían su trayectoria en las respectivas ciudades en las que residían. Andrés no era nuevo en España, Samuel obviamente tampoco. El primero estuvo residiendo en Móstoles unos años antes de volver a su República Dominicana natal. Allí había empezado su carrera musical con orquestas desde los 20 años. Al recibir esa llamada no se lo pensó dos veces, se vino “por trabajo”. Aterrizó en A Estrada el 3 de abril. Aquí ya lo esperaban sus compañeros de piso y de banda; Samuel y Eduardo de la Fuente, de Betanzos. Los tres hicieron migas al instante, estaba lejos de ella pero ya se sentía como en casa.

De tocar aquí le llaman la atención varias cosas: “en República Dominicana las orquestas tocan en sitios céntricos, no en el campo, o aldeas, como lo llaman aquí”, dicen. “Allí tocamos en vivo, pero aquí suele hacerse sobre una secuencia, nosotros no hablamos de primer pase o segundo pase, sino de sets y como máximo tocamos una hora, cuando aquí se puede alargar a tres” explica. “Lo que es cierto es que allá no se vive tan intensamente como en Galicia”.

Andrés no sabe qué hará en el futuro. Su contrato finaliza en septiembre, cuando el número de bolos baja de cara el otoño, pero confiesa que le gustaría quedarse: “me gusta la gente, su amabilidad, es muy diferente a cuando estaba en Madrid. Además, esto es muy bonito”. Baez no se moja compartiendo si le gustan más las orquestas gallegas que las dominicanas, pero una cosa tiene clara: “me gusta probar cosas nuevas y esto es nuevo para mí, es una buena experiencia”.

Mientras su compañero habla, Samuel Castro se mantiene atento y asiente con la cabeza, apoyando las declaraciones de Baez. Su impresión sobre el momento que están viviendo es muy parecida a la de Andrés. Él llegó un poco antes, el 30 de marzo para ser exactos. En su caso, lo llamaron por un cantante de Las Palmas que ya trabajaba en Galilea y lo recomendó. “Yo tampoco tuve que pensarlo mucho, tenía una vida muy rutinaria, con mi barbería y cantando de vez en cuando. Allí también tocaba en orquestas, aunque llevo menos que Andrés, pero confirmo que la forma de trabajar es más parecida a la de República Dominicana”, relata. Este joven canario tardó poco en adaptarse y coincide en que le gustaría quedarse, sea en A Estrada o en Galicia.

Ambos han creado en poco tiempo su pequeña red de amistades y no dudan en mencionarlas a todas. Sonríen con cariño al hablar de Dolores, Susana, Marga y sus hermanos del 20 Berzas, Jorge y Rubén. A ellos y ellas agradecen la cálida acogida y lo mucho que les han ayudado a adaptarse navegando las nuevas circunstancias lejos de su hogar.

Por supuesto, hay cosas que le resultaron poco familiares al llegar. “Nos sorprendió que muchas veces tocamos al lado de cementerios”, expone el canario, observación a la que se suma Baez bromeando: “en Santo Domingo no puedes tocar al lado de cementerios porque siempre hay algún entierro”. Otra costumbre que les llama la atención es el café con hielo o que “la gente fuma mucho”, pero de A Estrada destacan un detalle en concreto: la fiesta. Dice el dominicano que “el pueblo lo habitan los mayores por el día y los jóvenes por la noche”, a lo que Castro añade :“hay mucha vida nocturna para ser un sitio tan pequeño, no nos lo esperábamos”.

Recuerdan entonces su primera noche de juerga en la villa. “Empezamos en el Invictus.Esa fue nuestra toma de contacto con la marcha estradense. Luego estuvimos en A Riala y, finalmente, conocimos lo que ahora consideramos nuestra casa, el 20 Berzas”, comparte entre risas Baez.

Ahora poco tiempo tienen para disfrutar del fin de semana en A Estrada, pues los meses de julio y agosto suponen el pico de trabajo de la temporada y de ellos, viernes, sábado y domingo son citas casi religiosas con el escenario. Las jornadas son intensas, hay que recorrer largas distancias, trasnochar, y dar siempre el 110%, pero eso no les agobia, pues viven haciendo lo que les gusta y “tenemos una suerte de equipo, de compañeros y de organización, el horario se cumple a rajatabla y siempre hay tiempo para descansar, comer o tomarse algo”, declara Castro.

Este último ha decidido aprovechar la oportunidad al máximo y compagina los bolos de la Galilea con sus proyectos personales. De hecho, a finales de este mes publicará una bachata titulada Contigo quiero volar, cuyo videoclip rodó este miércoles en A Coruña y que cuenta con la participación de otra estradense como actriz principal.“Yo escribo, tengo como 30 temas compuestos y los iré sacando poco a poco, quiero dedicarme a esto”, cuenta, con la ilusión que le es propia a alguien que tiene claro lo que le hace feliz.

Nadie sabe cuál será la próxima parada de los dos protagonistas de este reportaje, pero una cosa es cierta: su huella ya descansa imborrable en A Estrada.

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